Trump desata la tormenta perfecta en el campo de California
La constante agresión del presidente a los inmigrantes es una bomba política en zonas republicanas rurales de Estados Unidos que dependen del trabajo de los indocumentados
La resistencia del Oeste contra Donald Trump es para aquellos que se la pueden permitir. Para otros, como Maura Fabián, la supervivencia es suficiente. Fabián nació en Oaxaca y ha pasado 20 años indocumentada recogiendo fruta en los campos alrededor de Fresno, la capital agrícola de California. No es que antes fuera fácil, pero desde hace año y medio, la incertidumbre se ha apoderado de su vida. “Tenemos miedo porque no sabemos en qué momento puede cambiar todo”.
El valle central de California es la primera potencia agrícola de Estados Unidos. Genera 46.000 millones de dólares al año. Produce un tercio de todas las verduras que consume el país y dos tercios de las frutas y frutos secos. La agricultura de California se sostiene sobre una mano de obra inmigrante y pobre que un estudio reciente de la Universidad de California calculaba en más de 800.000 personas en todo el estado, de las que la mitad podrían estar en el Valle de San Joaquín. Las encuestas oficiales dicen que el 60% está indocumentado. Los sindicatos elevan la cifra al 90%.
Una tormenta perfecta provocada por Donald Trump ha descendido sobre el valle central de California. Especialmente, sobre el distrito 22 de la Cámara de Representantes, un feudo republicano indiscutible, hasta que Trump lo puso en el mapa. Aquí es donde la economía sufre directamente las consecuencias de hacer la vida imposible a los sin papeles.
“Hay redadas en los lugares de trabajo”, explica Fabián. Cosas que han ocurrido siempre se han intensificado con Trump, y han provocado un nivel de incertidumbre que algunos relacionan directamente con la escasez de trabajadores. “No hay personal para trabajar. Las empresas buscan gente desesperadamente”.
La secuencia es la siguiente. La policía de inmigración (ICE) envía una carta a la empresa pidiendo los papeles de todos sus empleados. Después, comprueba los nombres, direcciones y números de la Seguridad Social con las bases de datos oficiales para buscar falsificaciones. Si encuentra trabajadores con papeles falsos (lo más normal en el campo), envía a la empresa la lista de las personas que debe despedir.
Mientras, la empresa está obligada a comunicar a los trabajadores que va a proporcionar esa información al Gobierno. “Tiene un efecto destructivo”, dice Manuel Cunha, presidente del Nisei Farmers League, un importante sindicato agrícola de Fresno. No es solo que la gente no se presente a trabajar por miedo. Como le han dado su dirección al Gobierno, “si su esposa trabaja en un restaurante, por ejemplo, tampoco va a trabajar”. Esa familia se muda. La empresa “digamos que de pronto pasa de 80 trabajadores a 24”, explica Cunha. “Sus clientes empiezan a no recibir los pedidos a tiempo” y el efecto es como metralla en la economía. Así, cada vez que ICE envía una de esas cartas. Ha pasado siempre. Pero la agresividad y la retórica de Trump están multiplicando su efecto.
El pasado febrero, eso es lo que ocurrió en la enorme planta de cítricos de Bee Sweet en Fowler, a las afueras de Fresno. Nada más recibir el aviso de ICE y comunicarlo a sus empleados, 40 de sus 500 trabajadores no aparecieron al día siguiente. El presidente de la empresa, Jim Marderosian, contó al Fresno Bee: “Una mujer que había trabajado para mí 20 años vino, me dio un abrazo, y dijo que se tenía que ir porque no se podía arriesgar. Esto es muy duro para las familias”.
“ICE está provocando una gran destrucción”, dice Manuel Cunha. “Son personas que llevan aquí décadas, pagan impuestos, son parte de nuestros colegios, nuestros deportes, nuestra comunidades”. Cuando se ven en esta situación, se mudan de casa para desaparecer del radar de las autoridades y además se quedan sin ingresos. “Ahí entra en juego el tráfico de personas”. Las mafias saben cuando ha habido una inspección y están listas para ofrecer trabajo alternativo en el tráfico de drogas a los que se quedan en la calle, asegura Cunha. Todo, con gran riesgo para la economía. “Si inspeccionan a todo el mundo mañana, el país cierra”.
Las políticas de Trump no solo atacan a los trabajadores del campo por indocumentados, también por pobres. Fabián trabaja estos días en la uva. Llena 40 cajas en una jornada, a 2,20 dólares la caja. Al mes, puede ganar entre 1.200 y 1.700 dólares. En una de las zonas más pobres de California, el alquiler le cuesta 750 dólares. Es madre soltera de tres hijos de 9, 16 y 19 años. Necesita ayudas públicas para vivir. Está aterrorizada con la última propuesta del Gobierno de Trump: a los inmigrantes que hayan recibido ayudas como cupones de comida, que Fabián necesita para sobrevivir, se les cerrará cualquier vía de regularización. Después de dos décadas como indocumentada, Fabián regularizó su situación porque sufría malos tratos y le dieron un visado humanitario. Ahora no sabe en qué situación quedaría si quiere pedir la residencia permanente.
Ryan Jacobsen, director ejecutivo del Fresno Farm Bureau, la patronal local, reconoce que siempre ha habido problemas de falta de trabajadores. Él calcula en un millón los indocumentados que trabajan en California. Asegura que “las cosas se han calmado” y están mejor que hacer un año, cuando la retórica de Trump disparó el miedo entre los inmigrantes. Ya no cree que la falta de trabajadores, crónica desde hace años, se haya agudizado por la situación política.
Al los granjeros de Jacobsen no les preocupa tanto ese asunto. Pero ellos, como sus trabajadores, también tienen con Trump un problema que antes no tenían, un problema creado de la nada por el presidente: la guerra comercial con China. California exporta productos agrícolas a China por valor de 2.000 millones de dólares al año. La demanda de almendra, en concreto, ha creado multimillonarios. “Hemos entrado en una era de incertidumbre”, dice Jacobsen. “Todavía no sabemos las consecuencias que va a tener. La expectativa es que en algún momento lo vamos a sufrir”. En el campo californiano, cada uno se ocupa de sus propios problemas. Pero Trump ha conseguido poner nerviosos a todos.
Hasta la trama rusa está teniendo un efecto en un lugar olvidado. El escaño del distrito 22 de California, que comprende los alrededores de Fresno está ocupado desde 2003 por el republicano Devin Nunes. No hace ni dos años que nadie se imaginaba que Nunes podría estar en peligro. Pero Trump lo ha cambiado todo. Nunes se situó a sí mismo en el centro de la trama rusa. Como líder del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, él hundió la investigación parlamentaria de la trama. Eso le ha hecho famoso y ha traído una atención sobre el distrito y sus problemas desconocida. Nunes ha dejado de hablar con su periódico local, el Fresno Bee, al que acusa de estar vendido a los demócratas después de que le hayan apoyado siempre, menos este año. Huye de sus votantes y no hace eventos públicos. “La forma en la que está haciendo campaña hace pensar que no tiene tanta confianza” en la victoria, opina Joe Kieta, director del Bee. “Nunca pensé que Nunes haría una campaña así y nos convertiría en su oponente”.
Kieta observa que “hay mucha gente inquieta” a la que no le gusta la actitud de Nunes, pero cree que sería difícil que llegara a perder, porque tiene muy bien cimentado el apoyo en las zonas menos pobladas, donde solo votan los dueños de las producciones agrícolas. El ataque a la inmigración y la amenaza de la guerra comercial con China aún no han hecho mella suficiente y clara en la economía como para pensar que se esfume ese apoyo, a pesar de que la figura de Nunes sea cada vez más incómoda.
Este noviembre tiene un oponente demócrata, Andrew Janz, por primera vez con posibilidades de ponerle nervioso. Janz había recaudado 4,3 millones de dólares para su campaña a principios de octubre, una cifra inaudita para un demócrata en el campo de California. Las encuestas dan una ventaja a Nunes de unos 8 puntos. Janz habla de ampliar la cobertura sanitaria, una prioridad en el mundo rural y de proteger a los inmigrantes. Asegura a EL PAÍS que su campaña ha “convencido a muchos” entre los productores para votar demócrata después de décadas y que detecta “preocupación por lo que está pasando”. Si la California rural vota demócrata, será por Trump.
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