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Turquía libera al pastor Brunson tras un acuerdo con EEUU

El caso del sacerdote evangelista había tensado las relaciones entre ambos países y exacerbado la crisis de la moneda turca

Andrés Mourenza
Brunson y su esposa llegan al aeropuerto de Esmirna.
Brunson y su esposa llegan al aeropuerto de Esmirna. UMIT BEKTAS (REUTERS)

Un tribunal turco ha decidido este viernes dejar en libertad al ciudadano estadounidense Andrew Brunson, detenido desde hace dos años en Turquía bajo cargos de terrorismo y espionaje. El caso contra este pastor evangélico había dañado las relaciones entre Washington y Ankara hasta el punto de llevar al presidente estadounidense, Donald Trump, a decretar sanciones contra Turquía. Finalmente, y tras un acuerdo secreto entre ambos países, la Justicia turca lo sentenció a 3 años y un mes de cárcel pero, dado que ha decretado su liberación hasta que se diriman las apelaciones y ha levantado la prohibición de que viaje al extranjero, se espera que regrese a EE UU en los próximos días.

Nunca la economía turca había estado tan pendiente de un sacerdote. Tan ligada está su futuro al caso Brunson que, en el programa matinal de la cadena CNN-Türk, un comentarista bromeaba denominando a la cotización de la moneda “paridad Brunson-dólar”. Y es que, desde agosto, cuando al presidente Donald Trump se le puso entre ceja y ceja sacar al pastor evangélico de su encierro turco a toda costa y atacó duramente a Turquía, la lira turca entró en una espiral de depreciación (llegó a perder un 30% de su valor en dos semanas). Se trataba de un caso político, pero supuso el tiro de gracia para una economía que atraviesa serias dificultades. De ahí que, este viernes, todo el país aguantase la respiración al iniciarse el juicio.

Los augurios eran buenos, la lira se ha apreciado un 5% en lo que va de semana, ante los rumores de que había acuerdo entre Estados Unidos y Turquía para liberar a Brunson. Por mucho que el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, haya repetido una y otra vez que el destino del sacerdote “está en manos de un tribunal independiente”, casi nadie duda de que la Justicia turca se dirige hacia allá donde sopla el viento del Gobierno.

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No en vano, durante la sesión —la cuarta del proceso Brunson—, la fiscalía ha reducido sus exigencias condenatorias de 35 a 10 años de cárcel y ha pedido que el tribunal levantase las medidas cautelares contra el pastor, que ha ejercido de misionero protestante durante dos décadas en la localidad costera de Esmirna. Su detención, tras el fallido golpe de Estado de julio de 2016 se basaba en que Brunson habría trabajado para la CIA durante la asonada, habría robado secretos militares y habría cooperado, a la vez, con el grupo armado kurdo PKK —considerado terrorista por Turquía, la UE y EE UU— y con la cofradía islámica de Fetulá Gülen, antaño aliada de Erdogan, pero actualmente enemigo número uno del Gobierno, que la acusa de la sublevación castrense. Sin embargo, la defensa sostenía que las pruebas acusatorias eran muy débiles y se basaban en las declaraciones de algunos testigos cuya identidad era mantenida en secreto.

Casualmente, tres de los principales testigos que habían sostenido las acusaciones contra Brunson se han retractado este viernes de ellas. Una de las testigos, al contrario de lo dicho en anteriores vistas, ha dicho que nunca antes oyó que en la clínica de un amigo de Brunson se tratase a miembros del PKK. Otro, se ha retractado de su acusación de que un sirio de la congregación de Brunson fabricaba bombas y otro ha reconocido que, cuando afirmó haber visto a miembros de la cofradía de Gülen en la iglesia del pastor estadounidense, sólo hablaba de oídas.

Muchos creen que Brunson, que esta noche ha llegado al aeropuerto de Esmirna con su esposa para viajar a EEUU, ha sido utilizado como rehén para lograr la extradición de Gülen, que reside en Pensilvania desde hace dos décadas. “Dicen que les entreguemos al pastor. Vosotros también tenéis un clérigo. Dádnoslo y nosotros juzgaremos a [Brunson] y os lo devolveremos”, afirmó Erdogan el año pasado, poniendo las cartas sobre la mesa. El problema es que no contaba con la agresiva política de Trump ni con que el presidente estadounidense estaba dispuesto a poner contra las cuerdas a Turquía con tal de lograr la liberación de Brunson.

El jueves, la cadena estadounidense NBC informó de que se había logrado un “acuerdo secreto” entre Ankara y Washington consistente en “liberarlo tras retirar ciertos cargos” a cambio de “aligerar la presión económica a Turquía”. La primera parte del acuerdo se ha cumplido al detalle, ahora se espera la segunda. “Si [Brunson] es liberado y eso mejora las relaciones entre Turquía y EE UU, la presión por la fuga de capitales podría disminuir”, sostiene un análisis de la firma Nomura previo al juicio.

La liberación es un triunfo diplomático para Trump a fin de movilizar el voto evangelista en los comicios legislativos de noviembre, unos círculos ultraconservadores que han seguido de cerca el caso Brunson y que están bien conectados con el vicepresidente Mike Pence. De hecho, varios comentaristas han echado en cara a Trump que no haya mostrado tanto interés ni haya hecho tanta presión por liberar a otros detenidos en Turquía, como el científico de la NASA Serkan Gölge (de doble nacionalidad turco estadounidense) o los tres empleados de legaciones diplomáticas estadounidenses aún bajo arresto. Además de estos cuatro casos, hay otros estadounidenses en prisiones turcas, según informó una fuente diplomática a EL PAÍS, pero no han sido hechos públicos por cuestiones de “privacidad”.

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