La guerra interna amenaza la hegemonía del partido de Mandela en Sudáfrica
El Congreso Nacional Africano se muestra dividido y enfrentado a pocos meses de las presidenciales
Complots, acusaciones y reuniones secretas en “esquinas oscuras”. En estos términos está discurriendo el debate entre las dos facciones que dividen el Congreso Nacional Africano (ANC), el partido que lideró Nelson Mandela y que gobierna en Sudáfrica desde que el país celebró sus primeras elecciones democráticas en 1994.
El respiro que supuso la dimisión del anterior presidente sudafricano, Jacob Zuma, el pasado febrero —que cedió a las presiones de su propio partido tras nueve años en el cargo, rodeado de escándalos y casos de corrupción—, parece haberse esfumado. A pocas horas de que dé comienzo el Congreso Ejecutivo Nacional del partido, la división entre los partidarios de Jacob Zuma y los de Cyril Ramaphosa, el actual presidente, va en aumento. La propia ANC admite que su hegemonía está en peligro de cara a las próximas elecciones presidenciales, previstas para mediados de 2019. Por primera vez, su porcentaje votos podría situarse por debajo del 50%.
En los próximos días se espera que la guerra interna quede escenificada. En el centro del debate del Congreso Ejecutivo Nacional estará la confesión del viceministro de Servicios Correccionales —y partidario de Ramaphosa— Thabang Makwetla, que recientemente admitió haber cobrado un soborno de un millón de rands. Los seguidores de Zuma acusan al presidente de actuar con “doble rasero” frente a los casos de corrupción en su propio partido. Tras convertirse en presidente, Ramaphosa despidió a varios funcionarios acusados de corrupción durante la era de Zuma.
También está en disputa el control de la Comisión de Integridad que investiga los casos de corrupción dentro de la ANC. El secretario general del partido, Ace Magashule, propuso que dicha comisión actuara bajo las instrucciones de su ministerio pero la dirección de partido se opuso. A raíz de la publicación de unas fotografías en las que aparecía cenando con Zuma y un exsecretario provincial, Magashule fue acusado conspirar contra Ramaphosa. “Aquellos que se reúnen en esquinas oscuras”, advirtió el presidente hace dos semanas, durante un congreso de sindicatos en Midrand, “maquinan para dividir la ANC y son contrarrevolucionarios”.
William Gumede, analista político en Johanesburgo, asegura que la facción favorable a Zuma quiere ver caer al presidente: “Se sienten rodeados por la justicia y están desestabilizando el Gobierno y el partido. Quieren que Ramaphosa pierda las elecciones para volver al poder”. Gumede, director de la fundación Democracy Works, habla de una división profunda: “Son como dos partidos dentro de uno. Es muy difícil que Ramaphosa consiga unir el partido antes de las elecciones porque el equipo de Zuma no está interesado en la unidad”.
Empresario y multimillonario, Ramaphosa abandera la facción moderada y reformista de la ANC frente al populismo nacionalista de Zuma. Hace siete meses, su llegada al poder fue recibida con gran entusiasmo por parte del sector empresarial y los inversores extranjeros, dando lugar al término Ramaphoria. Sin embargo, la economía de Sudáfrica atraviesa uno de los peores momentos recientes. A principios de septiembre el valor de la moneda volvió a caer y el país entró en recesión. El desempleo, que se sitúa en el 26,6% según cifras de 2017, va en aumento y la inflación está reduciendo aún más el poder adquisitivo de una población mayoritariamente pobre.
Durante los últimos meses Ramaphosa se ha ocupado de defender una compleja reforma agraria que polariza al país y que coincide con una sequía histórica. Dicha reforma pretende redistribuir las tierras de cultivo, un 72% de las cuales son propiedad de blancos, y representa un gran desafío político. “Veo la resolución de este problema, como hicimos cuando resolvimos el apartheid”, dijo el Ramaphosa durante la Asamblea General de la ONU, el pasado martes en Nueva York. “Una vez más, Sudáfrica sorprenderá al mundo".
A pesar de que las encuestas aún les mantienen a la cabeza, no son pocos los analistas que señalan que hegemonía de la ANC en Sudáfrica ha llegado a su fin. “Solo gobiernan en una gran ciudad del país, Durban. En el resto de grandes ciudades ya gobierna la oposición y está funcionando”, añade Gumede.
Tanto Alianza Democrática (DA) como Combatientes por la Libertad Económica (EFF), los principales partidos de la oposición —ambos liderados por políticos jóvenes—, esperan explotar la debilidad de la ANC en las próximas elecciones y se muestran abiertos a una coalición.
Más de 10 millones de votantes (cerca de una cuarta parte del electorado) tendrá menos de 30 años en unos comicios que podrían cambiar el paisaje político en Sudáfrica tras 25 años de democracia.
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