Mandela obtiene una rotunda victoria en Suráfrica, según datos parciales del desesperante recuento
ENVIADO ESPECIALEl penoso recuento de los sufragios emitidos la pasada semana por los surafricanos seguía ayer, por segundo día consecutivo, sin ofrecer datos fiables sobre el apoyo de que gozan los diferentes partidos en la nueva Suráfrica democrática. Las proyecciones indicaban que la carrera electoral es un asunto de dos: el Congreso Nacional Africano (ANC) de Nelson Mandela, rozando el 60% de los votos, y el Partido Nacional (NP) de Frederik W. de Klerk, con el 25%. Los votos escrutados daban la victoria al NP en la disputa por el Parlamento de la provincia del Cabo Occidental, y sugerían que el mayoritariamente zulú Partido de la Libertad Inkatha (IEFP) controlaba el Gobierno de Kuazulu-Natal.
A medianoche, más de 40 horas después de que teóricamente hubiera comenzado el escrutinio en todo el país, apenas se tenían datos sobre el 20% de los votos. Los analistas hacían proyecciones, a pesar de que muchos de esos votos eran de áreas no del todo representativas y apenas se empezaba a tener datos reveladores sobre las dos regiones más importantes política y económicamente del país: la llamada PWV, corazón económico y financiero del país que acoge a Johanesburgo, y Pretoria, que aparecían volcadas a favor del ANC, mientras que Kuazulu-Natal, el feudo de los zulúes, se entregaba al IFP.Con ese 20%, el ANC lograba el 54% de los sufragios y el NP el 33%, seguidos en el horizonte por el IFP, con el 4,5% y el Frente de la Libertad (FF) del general Constand Viljoen, con el 4%. El FF concurrió a las urnas con el exclusivo objetivo de luchar por la creación del Volkstaat, un homeland racista sólo para blancos.
Proyecciones de expertos
De los sesgados datos brindados por estos porcentajes, expertos en estadística electoral deducían que el ANIC obtendrá del orden del 58% de los sufragios, seguido del NP con el 25%, del IFP con el 6% y del FF, justo en el límite del 5%. Según tales proyecciones, esos cuatro partidos serán los únicos con presencia en el Gobierno al superar el umbral constitucional del 5%. Por debajo quedaban el Partido Demócrata, con el 2,5%, y el Congreso Panafricanista (PAC), con el 1%.
Los restantes 13 partidos que aspiraban a entrar en la Asamblea Nacional no deberían llegar ni a esa modesta cota, de confirmarse las proyecciones. Algunos de ellos eran puras creaciones artificiales concebidas por algún listo para embolsarse algunos de los dineros liberados por el Estado para financiar el nacimiento de la democracia surafricana. Un partido que nació con el propósito de atraerse el favor de los 600.000 portugueses que viven en Suráfrica sólo había conseguido a media tarde 702 sufragios.
Lo más notable de esas proyecciones era la práctica desaparición del mapa político del Partido Demócrata, segunda fuerza del Parlamento saliente, y lo extremadamente bajo del apoyo logrado por el PAC. Los demócratas son unos liberales de habla inglesa que combatieron siempre el apartheid y esperaban tener el 10% de los votos.
Los panafricanistas nacieron en 1959 de una escisión por la izquierda del ANC y se esperaba que su radicalismo tuviera mejor acogida entre la mayoría negra del país, explotada y vejada durante décadas. La falta de datos sobre el escrutinio en los guetos de Ciudad del Cabo podría ocultar una mayor fortaleza del PAC, pero los analistas pensaban que quedaría lejos del apoyo que le habían dado las encuestas que le hacían rondar el mágico límite del 5%.
El escrutinio para los parlamentos provinciales ofrecía una holgada victoria al NP en el Cabo Occidental, aunque el escrutinio de Ciudad del Cabo podría estrechar el margen. Allan Boesak, candidato del ANC a ministro principal de esa provincia, pidió anoche a sus seguidores calma y que aceptaran la derrota. Todas las demás regiones parecen caer en manos del ANC, con excepción de Kuazulu-Natal, donde los resultados iniciales permitían aventurar una amplia victoria del IFP.
Ningún líder político se atrevió a hacer comentarios definitivos sobre los resultados. El propio De Klerk manifestó su incapacidad en extraer conclusiones.
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