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Un nuevo recorte de Trump asfixia a los hospitales palestinos de Jerusalén

“Hay tratamientos vitales que corren peligro”, alertan los responsables sanitarios del este de la ciudad

Juan Carlos Sanz
Una niña palestina recibe tratamiento, el lunes en el hospital Augusta Victoria de Jerusalén Este.
Una niña palestina recibe tratamiento, el lunes en el hospital Augusta Victoria de Jerusalén Este.AMMAR AWAD (REUTERS)

“Les dije [a los palestinos]: ‘No os vamos a pagar hasta que hagamos un trato. Así que si no hay acuerdo, no hay dinero”, relataba la semana pasada Donald Trump por videoconferencia a un auditorio de rabinos norteamericanos reunidos con motivo de la festividad de Rosh Hashanah, el año nuevo judío que se celebra desde el ocaso del domingo hasta el atardecer de este lunes. La advertencia del testimonio recogido por el diario The Jerusalem Post entre los asistentes se hizo realidad de inmediato.

Alegando razones “de interés nacional”, la Administración del presidente republicano ordenó cancelar el viernes la entrega de 25 millones de dólares (21,6 millones de euros) que iban a ser donados por Estados Unidos a la red de hospitales de Jerusalén Este, según anunció un portavoz del Departamento de Estado al día siguiente.

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Los centros sanitarios de la parte oriental de la Ciudad Santa —ocupada por Israel desde 1967 y que cuenta con mayoría de población palestina— son también los hospitales de referencia para los cinco millones de pacientes de Gaza y Cisjordania, a quienes prestan atención especializada.

“Estamos sufriendo asfixia financiera”, reconoció este sábado Walid Nammur, coordinador de los seis centros afectados por el nuevo recorte, “que se va a traducir necesariamente en el retraso en la atención a los pacientes necesitados de tratamientos vitales y urgentes. La última decisión de EE UU pone en peligro la vida de cinco millones de palestinos”, advirtió el director del hospital Augusta Victoria en una conferencia de prensa organizada en ese mismo complejo sanitario.

El último recorte puede conducir al colapso de hospitales que atienden a enfermos oncológicos y del hospital de San Juan, el único centro oftalmológico especializado de Palestina. La histórica dirigente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) Hanan Ashrawi denunció en un comunicado que “este tipo de chantaje político va contra las normas de la decencia y la moralidad”.

El recorte de la acción humanitaria con la que Washington ha sostenido a la población palestina como principal contribuyente internacional desde 1949 no ha dejado de ampliarse en las últimas semanas. El pasado 31 de agosto, Trump ordenó cancelar todas las aportaciones norteamericanas a la Unrwa, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos que ofrece servicios sanitarios, de educación y sociales a más de dos millones de desterrados en Gaza y Cisjordania, así como a los exiliados en Jordania (dos millones), Siria (530.000) y Líbano (464.000). La anulación de la donación, que asciende a 360 millones de dólares anuales, afecta a una tercera parte del presupuesto de la agencia de Naciones Unidas.

La semana anterior, la Casa Blanca decretó la supresión de una partida de 200 millones de dólares en ayuda humanitaria para Gaza y Cisjordania, canalizada fundamentalmente a través de organismos y ONG de cooperación estadounidenses.

La estrategia de presión sobre el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, para que detenga su boicot a los contactos con los mediadores estadounidenses no ha cesado desde el pasado mes de enero. “Si la Autoridad Palestina y la comunidad internacional no compensan este recorte, la decisión de EE UU puede tener consecuencias catastróficas para la salud de cinco millones de palestinos”, advirtieron los responsables sanitarios de la red de hospitales de Jerusalén Este, citados por France Presse. Israel no permite la intervención de la Autoridad Palestina en esa parte de la Ciudad Santa, que se anexionó por un acuerdo de la Kneset (Parlamento) en 1980 sin contar con reconocimiento internacional.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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