Colombia en el umbral
Once millones y un pico largo de votantes se mostraron decididamente partidarios de poner la corrupción en el centro del interés y el esfuerzo nacionales.
Faltó solo el proverbial centavo para completar el peso.
Esto cantó un trino jubiloso del excandidato liberal, Humberto de la Calle, al saludar el resultado de la consulta popular sobre la corrupción en Colombia y la urgencia de actuar contra ella.
Otro proverbio — no sé por qué lo creo italiano—, advierte que las cifras no son mera opinión: once millones y un pico largo de votantes se mostraron decididamente partidarios de poner la corrupción en el centro del interés y el esfuerzo nacionales.
Aunque sin alcanzar el umbral que habría convertido varias de sus proposiciones en mandato legislativo, esta prioridad obtuvo de la ciudadanía más votos que el presidente Duque en la segunda vuelta electoral de hace apenas dos meses. Y superó con creces, en más de tres millones de votos, los ocho que, coaligado con el centro político, obtuvo Gustavo Petro en la segunda vuelta presidencial.
Proyectados contra el muro de los asuntos urgentes, los resultados del pasado domingo hacen lucir, si no pequeños, muy superables los temas pendientes de la implementación de los acuerdos de paz. El paulatino apaciguamiento de la opinión adversa a los acuerdos de La Habana hace recordar lo que el historiador Jorge Orlando Melo vaticinaba a comienzos de año: «Ciertamente, no hay un consenso en torno al acuerdo en su totalidad, pero la mitad del país cree que funcionará y quiere que funcione. La otra dice “ojalá que funcione” ». Es como si una mayoría pensase hoy que una paz que no ataque la corrupción de la entente política y empresarial no ha de durar mucho.
Sin embargo, el cinismo campante de buena parte de la clase política colombiana ha decidido restarle importancia a la consulta. No faltaron políticos que la despacharan como costosa majadería, invocando tecnicismos legales y peregrinas valoraciones sobre su conveniencia y eficacia, muchos de ellos haciendo coro a la acritud con que Álvaro Uribe condenó la consulta, a pesar de haberse mostrado partidario de ella durante la campaña electoral.
Al respecto, copio el comentario del influyente periodista Daniel Coronell, vertido, no en una de sus columnas, sino en otro trino: “el senador Uribe logró convertir la consulta anticorrupción en un referéndum en torno él”.
Es verdad que, a la distancia, pudo a muchos parecer ocioso preguntarle a la ciudadanía qué piensa de la omnipresente y agobiante corrupción de su clase política, pero promoverla con éxito en el actual momento, cuando apenas comienza el período presidencial de Iván Duque, ha sido el gran triunfo del centro.
La exsenadora Claudia López, acaso la más visible, y en más de un sentido, también la más vocal de los promotores de la consulta, no ha perdido tiempo en radicar, como dicen aquí, ante el Presidente Duque las normas que buscan dar cumplimiento a los siete mandatos implícitos en la consulta. Es un triunfo del centro, ostensiblemente un triunfo de los verdes. Difícilmente podrá la izquierda petrista mezquinarle ese carácter a estas jornadas.
La masa de votos alcanzados por una iniciativa claramente ciudadana, dicho esto en el fuerte sentido liberal de la palabra, debería dar a Gustavo Petro mucho en qué pensar: esos tres millones de votos excedentarios de su votación de hace dos meses, y que ahora acudieron a la consulta ciudadana, dejan ver que no todo lo que propugna la facción petrista atrae al electorado antisistema.
Otra distinción se nos impone, luego de que el presidente Iván Duque hiciese suyas las urgentes premisas de la consulta, en un no disimulado desacuerdo con Uribe, quien de ordinario es descrito como el Svengali de Duque.
La discrepancia , en sí misma, tiene mucha entidad y quien necesitase evidencia de que Duque tiene voluntad y musculatura suficientes para marcar distancia del caudillo antioqueño, debería anotar que este episodio no será el último.
Apenas comienza el período constitucional ganado por Duque y una agrupación de centro ha puesto ante el país un tema crucial capaz de mortificar la estrategia uribista de obstaculizar los cambios que reclama Colombia. Y la izquierda populista encarnada en Petro se ha visto por una vez forzada a uncir sus vagones a la locomotora del centro liberal.
No se vayan: esto se pone bueno.
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