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El agitador Bannon avanza en el frente europeo

El exestratega de Trump crea en Bruselas una fundación para impulsar el voto radical populista en las elecciones de mayo al Europarlamento

Steve Bannon posa en la Plaza Navona de Roma, el pasado 2 de marzo.
Steve Bannon posa en la Plaza Navona de Roma, el pasado 2 de marzo.Tony Gentile (REUTERS)

Las elecciones al Parlamento Europeo suelen ser una anodina pugna entre los acalorados llamamientos de las instituciones comunitarias a la participación y la indiferencia de una gran parte de la opinión pública. Pero la próxima cita con las urnas (mayo de 2019) se anuncia más caliente que nunca por el auge de los partidos populistas, que contarán con el apoyo de un personaje tan ajeno a la arena comunitaria como Steve Bannon, antigua mano derecha de Donald Trump, expulsado de la Casa Blanca y en busca de nuevas batallas.

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“Soy un luchador callejero”, dijo esta semana al portal The Hill. Bannon se quedó huérfano de poder desde que Trump lo despidió en agosto de 2017 y más aún cuando en enero pasado el presidente dijo que había “perdido la cabeza” por criticar a sus hijos en un libro. A continuación, la familia Mercer, su mecenas, le dejó tirado y el portal ultra Breitbart le enseñó la puerta de salida. Aún como un apestado, sigue apareciendo en los medios de comunicación, respaldando a Trump pese a todo y provocando. A The Hill le dijo que la separación de padres y niños inmigrantes en la frontera fue “una solución muy humana”. Estará rondando la política de su país hasta las legislativas de noviembre y después se centrará en tratar de influir en los comicios de la Unión Europea, en sus palabras “el primer cara a cara entre el populismo y el partido de Davos”.

Las maniobras europeas de Bannon, de 64 años, se conocen desde primavera, pero en julio habló por primera vez de El Movimiento, una fundación inscrita según documentos oficiales en Bruselas en 2017 por Mischaël Modrikamen, abogado y miembro del minoritario Partido Popular belga (sin vínculo con el Partido Popular Europeo). El Movimiento será su vehículo para apoyar a partidos nacionalpopulistas de cara a las parlamentarias con la aspiración de formar un “supergrupo” euroescéptico. Un caballo de Troya para desintegrar la Unión: esa es la fantasía de Bannon. “Lo que viene es el populismo de derechas. Eso gobernará”, ha dicho a The Daily Beast. Imagina una vuelta a la Europa dividida de los Estados nación “con sus propias identidades y sus propias fronteras”. Aunque afirma que quisiera tener el poder de influencia del magnate George Soros y su Open Society Foundation, la plantilla de 10 empleados de El Movimiento indica que por ahora su aventura tiene más de anhelo napoleónico que de embate real.

Sus críticos desacreditan sus planes. Kurt Bardella, excolaborador estrecho de Bannon convertido en demócrata, ha escrito que Europa para el exconsejero áulico de Trump es solo una vía para alimentar su personaje: “Por sí mismo no es nada. No es un líder. Es un organismo que necesita de otro para vivir, como un parásito”. A juicio del experto holandés en extremismo Cas Mudde, “resulta tan ridículo que él proclame que quiere unir a la derecha radical europea como que los medios lo publiquen acríticamente”, decía en una columna, y que nada tiene de “Rasputín” ni de “prodigio político”, sino de “venderse a sí mismo como operador político exitoso a inversores y periodistas”. John Judis, autor de La explosión populista, dice a EL PAÍS que Bannon es “un intelectual sin habilidades burocráticas” y duda de él como “organizador”.

Inquietud

Sin embargo, su entrada en escena preocupa a la élite comunitaria. “Bannon tiene el plan y el dinero para influir en las próximas elecciones europeas”, avisa el grupo liberal del Parlamento Europeo, que incluso ha lanzado una recogida de firmas para mostrar rechazo a las ideas del estadounidense. “Quiere unir a los Orbans, LePens, Wilders y otros extremistas con el objetivo de acabar con los valores europeos”, acusan los liberales, cuarto grupo parlamentario con 68 de los 751 escaños.

Fuentes comunitarias aceptan el reto y se muestran esperanzadas de que la UE resista el envite. Incluso contemplan la posibilidad de que dé un estrepitoso patinazo: “Veremos qué hace cuando descubra que la legislación europea no es tan tolerante con la explotación de datos personales”, apunta un alto cargo europeo en referencia a las artimañas digitales de captación de voto que empleó como jefe de campaña de Trump. “Y se va a topar con normas sobre financiación de partidos y campañas mucho más restrictivas”, tranquilizan.

Matthew Goodwin, estudioso británico del populismo, explica a este diario que Bannon es “una figura ciertamente influyente y con capacidad para, al menos, poner en contacto a unos con otros”, pero matiza que “está por ver si sus esfuerzos pueden evolucionar en un movimiento paneuropeo serio”. Yascha Mounk, autor de El pueblo contra la democracia (que se publicará en septiembre), avisa de que los partidos populistas europeos han demostrado en los últimos años “ser capaces de aprender unos de otros a un nivel asombroso”, y el bagaje de Bannon les podría aportar. La gran dificultad que afronta, dice Mounk, es que las elecciones europeas “tienen mucha menos relevancia pública y no hay un único candidato en torno al que movilizar el fanatismo como en EE UU”.

Bannon solo asoma con planes inciertos, pero en las capitales europeas cunde la inquietud. No tanto por la fortaleza del propagandista como por la fragilidad de la UE, que según fuentes diplomáticas se encuentra en uno de los momentos más delicados de su historia. Sería una oscura ironía que la participación en las elecciones aumentase por primera vez gracias a Bannon y que solo sirviera para intentar demoler la UE.

Una amenaza para un Parlamento europeísta

El poder político de Bruselas se ha ido de vacaciones consciente de que a la vuelta puede encontrarse con un enemigo extraño al que deberá tomar la medida. Durante 40 años el Parlamento ha estado dominado por las dos grandes familias europeas (populares y socialistas) con los liberales y verdes completando un bloque pro-UE. Los euroescépticos y la extrema derecha han ido ganando peso, pero suman unos 170 escaños, insuficientes para marcar o paralizar la agenda parlamentaria. Ese bando perderá, tras el Brexit, los apoyos británicos (38 escaños), pero Steve Bannon espera coaligar a grupos de varios países e incluso atraer a la facción más dura del Partido Popular Europeo (PPE).

Desde que Bannon empezó a coquetear con Europa, solo se han mostrado dispuestos a trabajar con él dos partidos marginales y sin la más mínima presencia a nivel comunitario como el español Vox y el belga Partido Popular (sin vínculo con el PPE). En Francia cuenta con la simpatía de Marine Le Pen y su Reagrupamiento Nacional pero miembros del partido han descartado cualquier plan “supranacional”. Tampoco Alternativa por Alemania (AfD) piensa en cooperar con él.

Donde más lo escuchan es en el sector duro del Brexit en Reino Unido, aunque no competirán en las elecciones europeas. Allí cuenta con el eurófobo Neil Farage, exlíder del Partido por la Independencia de Reino Unido (UKIP), como aliado y hace buenas migas con Boris Johnson, el canciller tory que dimitió en julio y se perfila como potencial candidato a suceder a la primera ministra Theresa May. En Londres también opera su socio Raheem Kassam, de 32 años, un dandi antiislam de origen musulmán que participa en El Movimiento.

El modelo de éxito en Europa, para Bannon, es el Gobierno italiano formado por la Liga y el Movimiento Cinco Estrellas con el ministro del Interior, Matteo Salvini, aplicando su ideario xenófobo. “Italia es el corazón palpitante de la política moderna”, le dijo a The Daily Beast. Es el mismo Stephen Kevin Bannon que en marzo, en el congreso del entonces Frente Nacional, exclamó: “Dejad que os llamen racistas, xenófobos o lo que sea. Llevadlo como una medalla de honor”.

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