El Gobierno polaco pone en la diana al movimiento feminista
El recorte de derechos del Ejecutivo ultraconservador del PiS se ceba con las mujeres. Las organizaciones denuncian un ataque del Ejecutivo a los colectivos que luchan por la igualdad
Hace ya año y medio que el histórico Centro para los Derechos de las Mujeres de Polonia perdió las subvenciones del Estado. Tras revisar la financiación pública de las ONG, el Gobierno ultraconservador de Ley y Justicia (PiS) consideró que los programas del centro eran discriminatorios. Alegaron que la organización y otro puñado de entidades similares discriminaban a los hombres porque sólo atendían a mujeres, la mayoría supervivientes de la violencia de género.
La paradoja hace a Marta Lempart revolverse con disgusto. “Es un capítulo más del hostigamiento del PiS a los derechos de las mujeres”, afirma la conocida activista feminista. Desde su llegada al poder en 2015, el Ejecutivo nacionalista polaco ha emprendido una poda de las libertades civiles y los derechos sociales que ha golpeado con más fuerza a las mujeres. La Administración ha reducido los proyectos de promoción del trabajo femenino, según el análisis de las organizaciones sociales. También, desde septiembre, los programas de atención y educación especial para menores discapacitados, lo que obligará a muchas mujeres a quedarse en casa para cuidar a sus hijos. No es casual que la ministra de Trabajo polaca, Elżbieta Rafalska, se suela referir a las mujeres como un “capital del cuidado”.
Y siguiendo el esquema de lo ocurrido en el centro de mujeres, el PiS ha limitado las campañas públicas contra los malos tratos, los centros de refugio disponibles y ha introducido una tasa para los casos de divorcio, lo que según las expertas es un gran bloqueo para las víctimas de violencia de género. “Y recurrentemente algún miembro del Gabinete habla de sacar a Polonia del Convenio de Estambul”, recrimina la ingeniera y activista feminista Anna Prus. El convenio del Consejo de Europa para la eliminación de la violencia contra la mujer se ha convertido en una de sus dianas favoritas.
Todos son elementos que no hacen si no agudizar la lacra de la violencia machista en Polonia, donde se registran unas 67.000 denuncias al año por este motivo. Alrededor de cuatro millones de mujeres polacas mayores de 15 años han sufrido violencia física o sexual alguna vez en su vida, según los datos recopilados por el Instituto Europeo de Igualdad de Género (EIGE). El Gobierno polaco no parece estar del lado de las mujeres”, alerta Agnieszka Bielecka, investigadora especializada en temas de género de Amnistía Internacional. “Además, aunque el PiS y otros grupos ultraconservadores y ultracatólicos son más agresivos, Polonia tiene un problema de machismo descomunal, también en los partidos de centro y de izquierda”, añade la escritora feminista Krystyna Romanowska.
El Gobierno afirma por el contrario que no existe tal ataque. De hecho, varios miembros del Gabinete del primer ministro Mateusz Morawiecki han asegurado que las mujeres polacas son tratadas “con mucho más respeto” que en otros países de la UE. Nada más lejos de la realidad, según Lempart, iniciadora del Paro de Mujeres en Polonia, que tuvo eco internacional. “Y no sólo por las políticas. Las radiotelevisiones públicas y estaciones religiosas como Radio Maryja, muy cercana al PiS, emiten constantemente discursos de odio hacia las mujeres y propaganda contra las organizaciones feministas. El domingo de Pascua, por ejemplo su sermón trató de cómo las feministas son terroristas y asesinas”, abunda.
Una de sus embestidas más duras ha sido contra los derechos reproductivos: los programas de educación sexual se han eliminado de las escuelas y han sido sustituidos por contenidos de apoyo a la familia; se ha limitado el acceso a métodos anticonceptivos modernos y se ha recortado la financiación pública a la fecundación asistida. Además, con el apoyo del PiS, el Parlamento polaco debate estos días una propuesta de ley que endurece su ya draconiana ley del aborto, una de las más restrictivas de la UE. Es la tercera propuesta en la misma línea tres años.
“Los derechos de las mujeres polacas están bajo constante ataque y esto se debe fundamentalmente a la conexión entre el Gobierno populista y la iglesia católica, con la que tiene una deuda por su apoyo en las elecciones”, critica Lempart. “Y están pagando esa deuda con los cuerpos y las libertades civiles de las mujeres”, añade.
El primer proyecto, que proponía un veto total del aborto, sacó a más de 150.000 mujeres a la calle en 104 ciudades y pueblos de todo el país. Magdalena Ulanowska tiene en el salón de su casa de Varsovia una enorme fotografía de ese día: el lunes negro, una jornada histórica que dio la vuelta al mundo. Era la primera vez que esta arquitecta de 25 años participaba en una manifestación. Lo hizo junto a decenas de miles de mujeres de negro clamando por la libertad de decidir sobre su maternidad ante un Gobierno que pretendía prohibir por completo la interrupción voluntaria del embarazo.
En el gigante del Este, más del 40% de sus casi 40 millones de habitantes se define como católico. El aborto es un tema controvertido que ha dividido durante décadas a la sociedad. Pero a las protestas del ‘lunes negro’ acudieron mujeres que, como Ulanowska, jamás se habían movilizado, que nunca se habían pronunciado sobre la interrupción del embarazo; también votantes del PiS. La crítica internacional al proyecto de ley fue casi unánime. Temeroso de los efectos colaterales y en un movimiento que no se ha repetido después con otras de sus controvertidas reformas, el Parlamento polaco —en el que Ley y Justicia tiene mayoría absoluta— rechazó finalmente la ley.
Pero la movilización tocó un nervio. “Y en un movimiento de acción reacción, el Ejecutivo ultraconservador del PiS ha agudizado su campaña contra los movimientos feministas. Ha aumentado la represión en las manifestaciones, los ataques públicos contra las activistas y también las represalias a quienes participan en los grupos. Nos identifican en marchas pacíficas, imponen multas, incluso ha habido personas despedidas de su trabajo vinculado a la Administración por participar en las protestas. Les asustamos, así que están creando un clima político para reprimirnos”, afirma Prus, una de las organizadoras del Paro de Mujeres.
A finales del año pasado, sólo unos días después de una multitudinaria marcha para conmemorar el ‘lunes negro’, la policía hizo una redada en las oficinas del Centro de Derechos de las Mujeres y la asociación Baba en Varsovia, Gdansk, Lodz y Zieolona Gora. La Administración de Justicia había ordenado un proceso de auditoría económica contra estas entidades. Los agentes se llevaron varios ordenadores y miles de documentos de sus oficinas. Incluidos los ficheros confidenciales de cientos de mujeres que recibían apoyo y asesoramiento allí. Un suceso, que desde las organizaciones consideran una maniobra más de hostigamiento, para asustarlas y que dejen de participar en actividades como las manifestaciones contra el endurecimiento de la ley del aborto.
Pero las mujeres no desisten. Desde las inéditas protestas del lunes negro las redes de mujeres, que antes eran escasas y poco organizadas en Polonia se han incrementado y reorganizado, analiza la filósofa feminista Ewa Majewska. Incluso en pequeñas ciudades polacas donde antes era impensable. Protesta que han alimentado otras, como la de los movimientos ecologistas. “Somos el único movimiento que ha logrado detener una política del PiS. Ganamos y seguiremos luchando”, zanja la arquitecta Ulanowska.
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