_
_
_
_

El horror de la familia Turpin, contado por uno de los niños: “Nunca he salido a la calle”

La fiscalía presenta estremecedores detalles de años de cautiverio en la vista preliminar del juicio contra los padres acusados de torturas a sus 13 hijos en California

David Allen Turpin y Louise Anna Turpin, ante un juez de California el 4 de mayo de 2018. En vídeo, el fiscal describe las torturas a las que sometían a sus hijos durante una comparecencia el pasado enero.Vídeo: REUTERS / REUTERS-QUALITY
Pablo Ximénez de Sandoval

En la fotografía se ve a una niña pequeña con pelo largo, vaqueros y una camiseta de rayas rosas de Minnie Mouse. Es Julissa Turpin, de 11 años. Mira al suelo con expresión triste. Es una niña muy delgada y con la piel muy blanca. En otra imagen se ve a Joanna Turpin, de 14 años. Se aprecia mugre en su cuello y los pies, descalzos, están casi negros. Están en un dormitorio, encadenadas a una litera de madera. Esta y otras fotos las hizo con un móvil Jordan Turpin, su hermana de 17 años, que el pasado 14 de enero huyó de la casa por una ventana para llamar a la policía. Las fotos debían servir como prueba de la historia que les iba a contar a los agentes.

Este miércoles, las imágenes se proyectaron en una pantalla del juzgado número 44 de lo penal de Riverside, en el interior de California. El caso de la familia Turpin conmocionó al mundo a mediados de enero, cuando la fiscalía del distrito anunció que había detenido a una pareja que mantenía en condiciones de tortura a 12 de sus 13 hijos en una casa de Perris, California. Hasta la vista preliminar de este miércoles la fiscalía no había presentado en público sus pruebas para acusar a David y Louise Turpin de 12 cargos de tortura, más uno de abusos sexuales. El juez Bernard J. Schwartz prohibió las imágenes y las grabaciones dentro de la sala.

Más información
El infierno es mamá y papá
La tía de los niños secuestrados de California: “Creíamos que vivían una vida perfecta”

La chica de la foto, Julissa Turpin, estaba en el percentil 0,1 de peso para su edad, y en el percentil 0,67 de altura, según contó a la sala el investigador Patrick Morris. El diámetro de su muñeca era el de un niño de cuatro meses y medio. El bajo nivel de potasio y glucosa afectaba al crecimiento de sus músculos y le afectaba al intelecto, dijo Morris, citando los informes forenses. “Las enzimas del hígado se le estaban pasando a la sangre, algo que se ve en casos de malnutrición severa”.

Morris y otros investigadores relataron de memoria datos parecidos de altura y peso de todos los hermanos Turpin atendidos en hospitales tras ser rescatados. Después, proyectaron fotografías de sus brazos escuálidos. Estaban llenos de mugre, menos algunas zonas blancas. Era la marca de las cadenas, que pelaban la suciedad.

Louise Anna y David Allen Turpin con sus hijos.
Louise Anna y David Allen Turpin con sus hijos.Facebook

El juez Schwartz y el público presente en la sala también pudieron escuchar aquella llamada de teléfono que acabó con la pesadilla. Jordan Turpin había conseguido un teléfono móvil que su hermano mayor, Joshua, había descartado. Le había dicho que solo servía para llamar al 911, el número de emergencias. El 14 de enero, poco antes de las seis de la mañana, salió por la ventana de su habitación. Le dijo a la operadora su nombre y su edad. “Me he ido de casa”.

Cuando la operadora le preguntó su dirección, Jordan Turpin leyó una secuencia de nueve números. Era su código postal, pero ella creía que era una dirección. Finalmente, lee completa una dirección de un papel. “Somos 16 personas en la casa. Nos maltratan. Mis hermanos están encadenados”. Cuando la operadora le pregunta dónde está, Jordan Turpin dice: “No lo sé. Nunca he estado fuera. No sé los nombres de las calles”. La operadora le da conversación mientras avisa a dos patrullas de la oficina del sheriff. Determina que la niña está al lado de la dirección que acaba de leer y le pide que se quede al lado de una señal de stop.

En esa llamada, Jordan Turpin apunta casi todo lo que se fue sabiendo después. “La casa está tan sucia que a veces no puedo respirar”. También cuenta que antes vivieron en Texas, que sus padres los tuvieron en una caravana cuatro años sin aparecer por allí, años en los que se cuidaron solos.

El juez escuchó también de boca de los investigadores el impacto que les causó la suciedad y el mal olor de todos los niños. Fotografías de la ropa que llevaban puesta dos de las niñas cuando fueron rescatadas mostraban una cantidad de mugre que hacía que la ropa pesara, según uno de ellos. Se bañaban una vez al año.

En las entrevistas con los investigadores, los niños relataron una vida de palizas, abandono, suciedad y oscuridad. Jordan se levantaba a las 11 de la noche y se iba a dormir a las tres de la mañana. No veía la luz del sol. Dormía 15 horas al día y solo salía de su habitación para comer, lavarse las manos y los dientes. Para comer solo había sándwiches de mantequilla de cacahuete y burritos congelados. La madre los iba llamando uno a uno. Iban a la cocina, comían un sándwich de pie y volvían a su habitación.

El objetivo de la vista preliminar es convencer al juez de que hay material para sostener los cargos que se imputan y, por tanto, puede proceder el juicio. El jueves, tras escuchar los argumentos de las partes, el juez decidió que David y Louise Turpin sean juzgados por 49 cargos: 12 de tortura (uno por cada niño, menos el bebé de dos años, que se encontraba en buen estado), 12 de secuestro, 7 de abuso de un adulto dependiente, 7 de abuso infantil. David Turpin enfrenta además un cargo de actos lascivos con una menor y ocho cargos de perjurio. Louise Turpin tiene otro cargo por agresión. La vistilla para preparar el juicio será el 3 de agosto.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_