La Túnez marginada, escéptica con la descentralización
La apatía domina la campaña electoral de las municipales en Gafsa, bastión de la izquierda
Es domingo de campaña electoral, pero en el centro de la ciudad de Gafsa, capital de la combativa cuenca minera de Túnez, no hay ninguna señal de que el próximo 6 de mayo se celebrarán las primeras elecciones municipales libres de su historia. Ni mítines, ni militantes repartiendo folletos, ni tan siquiera carteles o pancartas colgadas de las farolas. “Es verdad que hay una cierta apatía por parte de los electores, pero aún estamos calentando motores. En los últimos días de campaña, aumentará el interés”, vaticina Moncef Adibi, director de campaña de Ennahda, el partido islamista moderado que se impuso en esta región en las legislativas de 2014, uno de los momentos clave de la transición democrática.
Gafsa (400.000 habitantes) forma parte de las regiones del centro y el sur del país tradicionalmente marginadas por el Estado tunecino, y precisamente, aquí fue donde saltaron las primeras chispas de la revolución de 2011. Los registros de todos sus indicadores de desarrollo son sensiblemente peores a la media nacional: 28% de tasa de paro frente al 13%, o 27% de analfabetismo frente al 18%. “Una de las principales razones por las que la Constitución de 2014 apuesta por la descentralización es para reducir las enormes disparidades entre regiones”, explica Shaima Bouhlel, expresidenta de la ONG Bawsala, dedicada a monitorear la actividad política en el país.
Sin embargo, los habitantes de la ciudad de Gafsa (100.000) no exhiben un especial entusiasmo ante los primeros pasos hacia la redistribución de un poder político concentrado en la capital tras la independencia. “No pienso votar. El ciudadano de a pie, y sobre todo los jóvenes, hemos perdido la confianza en toda la clase política, la de aquí y la de allí”, espeta Hatim Kirifi, un parado de 29 años graduado en Turismo. En cambio, los políticos locales sí se muestran esperanzados.
“La descentralización permitirá una gestión más eficiente y justa de los recursos públicos. El objetivo es que municipios y regiones pasen a gestionar un 50% del presupuesto nacional. Pero eso llevará años, porque ahora es solo el 5%”, advierte Rida el-Khanashi, responsable regional de la campaña de Nidá Tunis, el partido gobernante, de tendencia conservadora. Sus comentarios contrastan con la percepción de algunos analistas, que consideran que Nidá bloqueó durante meses la ley que debía ampliar las competencias de los municipios. Después de fuertes presiones de la UE y la sociedad civil, se aprobó el pasado jueves, en plena campaña.
La influencia de la solidaridad tribal
La cuenca minera de fosfatos es conocida por ser el bastión del sindicalismo y la izquierda en Túnez. En 2008, la revuelta de Gafsa mantuvo en jaque durante seis meses al Estado, y algunos historiadores consideran aquella rebelión como el principio del fin del régimen Ben Alí. No obstante, ni los propios representantes de la izquierda confían en su victoria. “Creo que conseguiremos entre un 8% y un 10% de los votos aquí”, admite resignado Samir Amrusia, un dirigente del Frente Popular, la principal fuerza de la izquierda tunecina. “En esta región, aún cuenta la solidaridad tribal, y tanto Ennahda como Nidá juegan con ello”, añade este funcionario del Ministerio de Sanidad.
Estos dos partidos son los únicos que han presentado listas en los 350 municipios del país, seguidos muy de lejos por el Frente Popular, con 120. Además, se rumorea que algunas de las candidaturas independientes son realmente listas encubiertas de Nidá o Ennahda, una práctica que bordea la ilegalidad, ya que un partido solo puede presentar una lista por circunscripción electoral.
“Es cierto, hay miembros de nuestro partido en otras cuatro listas, con las que pactaremos luego para elegir alcalde. Es una estrategia para maximizar apoyos habida cuenta de cuál es el sistema electoral”, cuenta con una sonrisa entre pícara y cándida el-Khanashi, un antiguo maestro que ocupó un cargo directivo en el partido de Ben Alí, algo de lo que no se avergüenza: “Con Ben Alí se hicieron cosas mal, pero otras muchas bien”. Como en las elecciones egipcias de 2012, islamistas y reciclados del antiguo régimen son las únicas fuerzas que poseen unas engrasadas maquinarias electorales, lo que les permite dominar la escena política.
Redeyef, capital de las protestas
Tampoco en las polvorientas calles de Redeyef (27.000 habitantes), situada a unos 70 kilómetros de la capital de provincia, se respira un ambiente electoral. Esta pequeña ciudad, circundada de minas y fábricas, ha sido fuente habitual de titulares porque grupos de jóvenes que pedían trabajo al Gobierno bloquearon el transporte de fosfatos durante medio año. Ni tan siquiera pudo desalojarlos la policía, que acabó por huir de la localidad. Ahora, la entrada a su comisaría, asaltada en enero, la ocupa un vendedor ambulante de cacharros.
En conflictos anteriores de esta naturaleza, el Estado ha ofrecido empleos ficticios vinculados a la compañía de fosfatos para calmar los ánimos. “La solución pasa por un verdadero desarrollo, por invertir aquí. Pero estos “trabajos fantasma” son mejores que nada”, se encoge de hombros Yusef Tabbabi, uno de los cabecillas de las protestas. A sus 32 años ya ha desarrollado un tumor cerebral benigno que se debe tratar a más de 500 kilómetros, pues no hay ningún gran hospital en toda Gafsa. El cáncer prolifera entre los jóvenes e incluso niños de la ciudad, lo que se atribuye a la elevada contaminación que generan de las fábricas que eliminan las impurezas de los fosfatos. La lucha contra esta lacra será una de las principales demandas que deberá atender el próximo alcalde, sea del color que sea.
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