Un laico de 88 años es el favorito para presidir el nuevo Túnez
Essebsi, superviviente de los antiguos regímenes, es el favorito hoy en las presidenciales
Le atacan porque es mayor, tiene ya 88 años, y a él, claro, no le queda más que aceptarlo: “Tengo la edad que tengo. Generalmente se dice la edad de las arterias, pero puedo confirmar que la juventud no es un estado civil, sino de ánimo”. Beyi Caid Essebsi es el líder del partido laico, liberal, de centro y antiislamista Nidá Tunis, que ganó el 26 de octubre las primeras elecciones totalmente democráticas de la nueva Túnez, y es el claro favorito en las presidenciales de este domingo. Él bromea con sus años y con sus posibilidades en la cita de hoy: “Si es que llego vivo”.
Essebsi, casado y con cuatro hijos, es abogado pero sobre todo político. Un espécimen clásico, con capacidad de encaje, oratoria fluida, experiencia en todo tipo de puestos de los diversos regímenes que han atravesado la historia reciente de Túnez y que no se deja arrinconar fácilmente. Es todo un desturión, en referencia al partido Destur, de Habib Burguiba, probablemente el último. En sus mítines Essebsi mezcla con éxito popular proverbios tunecinos y versos del Corán con un tono de sanador taumatúrgico. A veces se excede. En la campaña de las generales, una diputada islamista le cuestionó y él respondió: “Es solo una mujer”. Ante la avalancha de críticas intentó un quiebro y aseguró que había querido ser galante.
Para entender su capacidad de supervivencia, basta una anécdota. A mediados de los ochenta Essebsi acudió a una conferencia en El Escorial y el grupo de arabistas españoles que lo recogió para llevarlo a dar cuenta de un asado a Casa Cándido, en Segovia, constató que estaba ya al final de su larga carrera política. Y 30 años después sigue activo y acaba de abrirse cuenta en Twitter. Ahora es el líder de una formación ganadora pero con una alquimia de sensibilidades tan diversa que sugiere incógnitas sobre su futuro.
Cuando creó hace dos años Nidá Tunis (La llamada por Túnez) su diseño era el de un partido distinto, a su imagen y semejanza: ni de cuadros ni de masas, ni de bases ni de activistas. Y con su peculiar talante, sin imponer una ideología ni un programa concreto, escuchando, facilitó la unión de personajes diversos, tecnócratas, magnates, intelectuales, sindicalistas y otros desturiones procedentes del oscuro pasado de la época de Zine el Abidin Ben Alí. Y a la primera oportunidad ha llevado la formación a un éxito rotundo y que podría acaparar en breve tres grandes poderes del Estado: el gobierno, la mayoría en el Parlamento y la presidencia de la República.
Essebsi nació en un barrio a las afueras de la capital, Sidi Bou Said, estudió leyes en París y empezó a trabajar en 1952. En 1956 Túnez alcanzó la independencia de Francia (él fue antes un reconocido activista) y el padre fundador del país, Habib Burguiba, lo captó para su equipo. Con él trabajó 35 años. Fue director general de la policía nacional, ministro del Interior, de Defensa, de Asuntos Exteriores y embajador en Francia y Alemania. Su etapa en Interior ha sido denunciada ahora por víctimas de torturas. Él dice que no le inquieta: “Mi conciencia está tranquila. Me acusan de cosas que no existen y deben ser justificadas”.
Al comienzo de los 23 años de dictadura de Ben Alí, Essebsi también ejerció varios cargos y fue portavoz en el Parlamento, pero ante la deriva autoritaria abandonó y se refugió en su despacho de abogados. Cuando Ben Alí fue derrocado, en 2011, y después de otros dos intentos frustrados, fue reclamado para ejercer como primer ministro del Ejecutivo interino hasta las elecciones constituyentes. Parecía el final de su periplo político.
Unos días antes de las generales del 26 de octubre —en las que Nidá Tunis logró 85 escaños y sacó 16 de margen a los islamistas de Ennahda—, Essebsi recibió a una delegación de la Unión Europea. La dejó anonadada. Respondió a todo con rapidez, claridad, orden y sin cortapisas. Aseguró que la alianza con Europa sería básica, y anticipó que no gobernaría con los islamistas. Ese vaticinio ahora ya no está tan claro, cuando Ennahda reclama un Gobierno de coalición y Nida Tounes se deja querer para no levantar suspicacias ante la acusación de acumulación excesiva de poder.
Essebsi y su movimiento tienen la fijación de que los islamistas “son un peligro para el progreso de su país, están estancados en el nacimiento del islam en el siglo VII” y sostiene que si se presenta a su edad es porque cree que aún puede ser “útil para llevar a Túnez al siglo XXI y devolver el prestigio al Estado”.
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