Vientos independentistas agitan las aguas de Taiwán
La recién nacida Alianza Formosa, un grupo constituido por políticos y empresarios, aspira a celebrar el año próximo un referéndum de autodeterminación
La amenaza nuclear norcoreana ha empezado a disiparse, pero desde hace décadas existe en el Pacífico otra amenaza latente que podría emerger como la nueva causa de conflicto en esta parte del planeta. Los vientos de independencia parecen soplar más fuertes que nunca en Taiwán (oficialmente República de China, ROC). El procés catalán se ha seguido con extrema atención, generando artículos favorables a la secesión y quizás no sea casual que este mes se haya creado la Alianza Formosa, un grupo constituido por políticos y empresarios que aspira precisamente a la celebración el año próximo de un referéndum de autodeterminación. Pero votar sobre soberanía, territorio, nombre o bandera no solo choca con su propia Constitución, sino con una recién aprobada ley de referéndum y sobre todo, con el principio de Una Sola China.
Ese principio afirma que sólo existe un país llamado China, con dos naciones —una de ellas Taiwán—. Su único representante es el Gobierno de Pekín, algo que la isla reconoció en el llamado Consenso de 1992. Por eso, si Taiwán se atreviera a declarar la independencia, China la invadiría ya que la considera parte de su territorio. ¿Sobreviviría la isla a una invasión? “Yo creo que sí. Tiene cientos de misiles crucero y de misiles anti-buque con los que podría hundir a gran parte de la armada china”, afirma Ian Easton, autor del libro La amenaza de la invasión china: la defensa de Taiwán y la estrategia americana en Asia.
Pero los taiwaneses no piensan lo mismo: según una encuesta publicada este mes por la Fundación Taiwanesa de Opinión Pública, sólo el 27% cree que podría ganarle la guerra a China. Según esa misma encuesta, el 37,4% de la población apoya la idea de un Taiwán independiente, mientras que el 25% prefiere mantener el statu quo y otro 23% se inclina por la unificación, aunque los números bailan dependiendo de quien haga la encuesta. Según la Fundación Taiwán por la Democracia, el 91,1% de la población apoya conservar el statu quo, un 2,4% apoyaría una declaración de independencia unilateral, y apenas un 1,5% querría unirse a China. Eso sí, el 70% de los encuestados estaría dispuesto a participar en una guerra contra China si ese país decidiera anexionarse Taiwán a la fuerza.
“Taiwán es, de facto, un país independiente. Tiene todos los elementos que necesita un país para serlo: es una democracia vital, con sus elecciones, sus leyes, su presidente, su propio Ejército, su propia moneda y hasta su pasaporte. Nos falta el reconocimiento internacional y la posibilidad de participar en instituciones internacionales como la ONU, donde no se nos reconoce, pero eso no nos hace no ser un país [sólo 20 Estados sin peso diplomático la reconocen y esa elección hace que China les repudie]. Aún así, tenemos que seguir trabajando para poder tener todos los mismos derechos que cualquier otro país”, explica desde Londres Lin Fei-fan, uno de los líderes del Movimiento Girasol, el equivalente taiwanés al 15-M español, aunque con otro mar de fondo: en 2014 los jóvenes taiwaneses ocuparon el Parlamento durante casi un mes para frenar un acuerdo comercial con China que le habría entregado al gigante asiático un inmenso poder económico que los taiwaneses temían se transformara en poder político.
En Taiwán, la amenaza de invasión china es parte del paisaje emocional: hace tantos años que la población convive con ella que ya nadie se despeina cuando Xi Jinping lanza una de sus diatribas contra la isla, casi constantes desde que congeló relaciones con el Gobierno de la presidenta Tsai Ing-wen en 2016. No obstante, tampoco bajan la guardia, ya que conocen bien la historia: en Asia casi todos miran hacia China con recelo. Pero, teniendo en cuenta las cifras y su existencia de facto como país, ¿tiene sentido luchar por un referéndum independentista? A Fei-fan, la Alianza Formosa le parece una buena idea para “seguir avanzando para dar a conocer internacionalmente la situación de Taiwán”, que es la barroca fórmula semántica que suelen utilizar casi todos los taiwaneses pro-independencia, ya que pronunciar abiertamente esa palabra sigue siendo un asunto delicado en la isla. De ahí lo significativo de la Alianza Formosa, impulsada entre otros por Kuo Bei-hung, presidente de la influyente Formosa TV, y por tanto con capacidad para propagar su mensaje.
Según una encuesta, sólo el 27% de los taiwaneses cree que podría ganarle la guerra a China
No obstante, para algunos observadores internacionales la independencia está lejos. “Podría llegar a haber un referéndum pero el Gobierno taiwanés no está listo para cambiar el nombre y la bandera. No se ha llegado a un consenso en el país. Es más, el Gobierno de Tsai Ing-wen quiere evitar a toda costa cualquier excusa para un ataque chino. Creo que aún tendrán que pasar dos o tres décadas”, asegura Ian Easton.
Más partidos
La Alianza Formosa está integrada entre otros por dos expresidentes, algunos miembros del PDP (el partido del Gobierno), activistas de todo el espectro social, cientos de empresarios, organizaciones taiwanesas en el exterior y tiene la bendición, aunque no formen parte de ella, de partidos pequeños como el New Power Party (NPP), un tercer partido que, como Podemos en España, es producto de las inquietudes de las nuevas generaciones. Entró en el parlamento en 2016 con cinco diputados, rompiendo con el bipartidismo del KMT y el PDP. Su líder es Freddy Lim, un célebre cantante de heavy metal que cambió los escenarios en los que su banda, Cthonic, reivindicaba la identidad cultural taiwanesa por el congreso y que también aspira a la independencia, aunque con matices.
“La palabra independencia para los taiwaneses es muy complicada porque, aunque la mayoría de nosotros nos sentimos independientes, y de hecho lo somos —si quieres venir a Taiwán el visado te lo damos nosotros, no China—, lo cierto es que esa palabra adquirió connotaciones negativas durante los años de Gobierno del KMT. Por eso, la mayoría de la gente prefiere decir ‘queremos normalizar nuestro sistema de Gobierno’, que hemos heredado de aquel partido y que ya no se corresponde con la realidad taiwanesa. El año pasado aún pagábamos por un comité dedicado a Mongolia y al Tibet, o sea que gastábamos dinero público en una rémora del pasado. La República de China eventualmente tendrá que dar paso a Taiwán y creo que la Alianza Formosa puede abrir camino”, explica Lim a este periódico.
El papel de EE UU
En la ecuación también es clave el papel de Estados Unidos, que mantiene desde hace cuatro décadas una posición ambigua: no reconoce la soberanía de China sobre la isla, pero tampoco la independencia de Taiwán, aunque es su principal proveedor de armas. John Bolton, el nuevo consejero de Seguridad estadounidense, ha expresado a menudo sus simpatías por Taiwán e incluso ha defendido que EE UU debería tener tropas en su territorio. En junio se inaugura la nueva embajada de facto en la isla —oficialmente, Taiwán y Estados Unidos no tienen relaciones diplomáticas, pero sí existe el American Institute in Taiwan—. Esta semana, el tabloide gubernamental chino Global Times equiparó esa posibilidad a un apoyo explícito a la independencia de la isla que podría llevarles “al borde de la guerra”, aunque desde que comenzó la disputa arancelaria entre China y Estados Unidos, Pekín considera casi todo una provocación. De llegar a producirse, esa guerra tendría consecuencias catastróficas para la zona, sobre todo por la posibilidad de una escalada con la participación de otros países en el conflicto.
En Taiwán nadie quiere ser parte de ese escenario así que, de momento, la batalla se mantiene en el terreno de la diplomacia, haciéndose oír poco a poco. Este mes su pelea se concentra en la Organización Mundial de la Salud, a cuya Asamblea General, que se celebra el 21 de mayo, no ha sido invitado, ni siquiera como observador. Los virus no entienden de fronteras, claman los taiwaneses para poder acudir.
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