¿Y ahora qué, Italia?
El presidente de la República, Sergio Mattarella, tiene la difícil misión de encontrar a la figura idónea para formar una mayoría que evite una repetición electoral
Y ahora, ¿qué pasa en Italia? El país ha alumbrado uno de los escenarios electorales más complejos e inquietantes de las últimas décadas. Dos grandes fuerzas reivindican su derecho a formar gobierno: El Movimiento 5 Estrellas (más del 30% de los votos) y la coalición de centroderecha, que lidera por méritos propios La Liga de Matteo Salvini. Ambos exigen ser los primeros en pasar por el Palacio del Quirinale y recibir el encargo del presidente de la República, Sergio Mattarella (Palermo, 1941), para tratar de formar un Ejecutivo. Pero ninguno tiene ahora mismo los apoyos suficientes.
Toda la presión es para el hombre más tranquilo de la República, que deberá cabalgar silenciosamente el caos en el que ha amanecido Italia y encontrar una solución que, en el peor de los casos, terminará con una repetición electoral. Aprietan fuerte dos candidatos (Salvini y Di Maio) a los que, probablmente, hubiera preferido no tener que llamar. Uno xenófobo y partidario de salir del euro, y el otro líder de un movimiento forjado en contra de las instituciones italianas. Pero también le observa la Unión Europea, aterrorizada con las combinaciones que podría alumbrar el enrevesado escenario que se encontaron el lunes por la mañana. Hasta entonces, Paolo Gentiloni sigue al mando del Gobierno.
El ex magistrado del Tribunal Constitucional, 76 años, símbolo de la lucha antimafia –su hermano, el democristiano Persanti Mattarella, fue asesinado por la Cosa Nostra- fue elegido en febrero de 2015 como 12º presidente de la República. Desde entonces, dentro de las vicisitudes orgánicas que vienen por contarato en la intestabilidad política itlaliana, no había tenido vivido ninguna situación como esta. Según el artículo 92 de la Constitución, es el presidente de la República quien nombra al presidente del Consejo manejando los tiempos que considere oportuno y bajo un criterio de representación y estabilidad propio. Este, podría decirse, es su primer gran marrón.
El perfil del candidato es infinito. Puede ser cualquiera, no hace falta que tenga acta de diputado. Pero el encargo suele hacerse a quien puede demostrar que cuenta con una mayoría de apoyos en las cámaras. Si eso no sucede, como pasó en 2013 cuando Giorgio Napolitano era Presidente y el hombre en discusión era Pierluigi Bersani (PD), se opta por un encargo explorativo. Es decir, se encarga a un posible candidato que sondee el panorama y vuelva con una respuesta (la de Bersani fue penosa). Y ese es, más o menos, el encargo que querrían recibir ahora Matteo Salvini y Luigi di Maio, que presionaron por la mañana al hombre tranquilo para recibir el encargo. Uno con el mayor peso de la coalición de centroderecha, el otro, con la transversalidad del éxito (“no somos un éxito territorial, como otros”, lanzó Di Maio).
¿Cuándo pasará? La música empezará a sonar oficialmente el 23 de marzo, día en que se estrena la XVIII legislatura italiana con el primer pleno en ambas cámaras. Ese día se constituirán los grupos parlamentaros y se elegirá al portavoz de cada uno de ellos. Ahí comenzará la primera negociación, a la que el Movimiento 5 Estrellas -según ha insinuado Di Maio- estaría dispuesto a ceder a cambio de apoyos. Salvini piensa directamente en convencer a un puñado de tránsfugas de alguna formación en la que piensen que su carrera política apura sus últimas horas. En cualquier caso, lo que salga de las cámaras, será una orientación muy clara para saber por dónde van los tiros.
Pero todo apunta a que será una negociación larga, como señala el diputado electo del PD y experto constitucionalista, Stefano Ceccanti. “No es lo mismo que en 2013. Ahora no hay una mayoría clara en ninguna cámara. Entonces se contruía alrededor del PD, ahora no”, insiste. Pero como señala el poltólogo Roberto D’Alimonte, parece casi imposible pensar en un gobierno en el que no esté el Movimiento 5 Estrellas, el partido más votado de Italia (unos 11 millones de apoyos).
Pero la sombra de una repetición electoral planeará sobre todo este proceso. Si alguno de los dos pretendientes que le han salido esta mañana a Mattarella se siente excluido, usará toda la fuerza obtenida en las urnas al servicio del bloqueo de la otra opción. La melodía habitual en estos casos sostiene que Italia, acostumbrado a vivir en una crisis de gobierno sistémica, siempre encuentra una salida. Pero la mañana después, la música ha dejado de sonar.
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