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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La hora de Italia

Populismo y fragmentación acechan a otra gran democracia europea

El ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi, durante al grabación del programa televisivo 'Porta a porta'.
El ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi, durante al grabación del programa televisivo 'Porta a porta'.RICCARDO ANRTIMIANI (EFE)

Los italianos estrenan hoy sistema electoral en unos comicios que aspiraban a clarificar el panorama político. Sin embargo, de hacerse ciertos los pronósticos, el recuento confirmará de nuevo la imprevisibilidad, casi congénita, del juego de partidos en un país con una desafección récord por la política.

Las últimas encuestas apuntan a la victoria en votos del Movimiento 5 Estrellas (M5S). Este se ha ido desplazando paulatinamente del discurso radical populista de su fundador, el humorista Beppe Grillo, a postulados más convencionales de la mano de su nuevo líder y candidato, Luigi Di Maio, de 31 años. Di Maio incluso ha presentado una propuesta de Gobierno formado en su mayoría por profesores universitarios. En este cambio al realismo ha tenido que ver la experiencia de gobierno en Ayuntamientos, algunos tan importantes como Roma.

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Sin embargo, el nuevo sistema electoral favorece a las coaliciones de partidos y es ahí donde podrá cantar victoria el condenado e inhabilitado Silvio Berlusconi. Este acude aliado con la derecha nacionalista de la Liga Norte, la extrema derecha de Fratelli d’Italia, y los restos de la histórica Democracia Cristiana bajo el nombre de Italia con Nosotros. Berlusconi presenta como cabeza de lista a un hombre de su absoluta confianza: el presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani. Si su coalición logra el 40% de votos podría obtener la mayoría absoluta.

Se trata, pues, de una elección donde probablemente habrá dos vencedores: un bloqueo que tocará gestionar al presidente Sergio Mattarella, que gracias a la Constitución italiana no es un árbitro neutral del proceso, sino un agente activo. Tampoco se puede obviar que casi la mitad de los diputados han cambiado de grupo parlamentario en esta legislatura, lo que añade aún más imprevisibilidad al desenlace final.

En cualquier caso, parece que hoy habrá un claro perdedor: el centroizquierda encarnado por el Partido Democrático y su candidato, el ex primer ministro Matteo Renzi, que dimitió en 2016 tras perder de forma estrepitosa el referéndum sobre sus reformas desencadenando el hundimiento de centroizquierda y la resurrección política de Berlusconi. Su sustituto en el Gobierno, Paolo Gentiloni, ha logrado una buena gestión y, de hecho, importantes figuras, como el expresidente de la Comisión Romano Prodi, el expresidente de Italia Giorgio Napolitano o el exalcalde de Roma Walter Veltroni, le han expresado su apoyo. La conclusión en las filas de la izquierda es clara: Gentiloni concita adhesiones; el candidato Renzi divide.

El ascenso del populismo, la crisis de los partidos tradicionales, el retorno de Berlusconi, el auge de la extrema derecha, el regionalismo, los brotes racistas, todos estos elementos, a los que se añaden las ya inevitables interferencias rusas, conforman un preocupante cóctel.

A pesar de tener un endiablado sistema de partidos y un complejísimo sistema electoral, Italia ha logrado tradicionalmente que el caos político no impida la formación de Gobierno. Ahora, con una fragmentación acentuada hasta el extremo, la tercera economía de la eurozona se pone a prueba a sí misma en un más difícil todavía de incierto desenlace.

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