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La brecha generacional entra en las elecciones de Italia

Envejecido demográfica e institucionalmente, el ‘bel paese’ afronta unos comicios en los que el Movimiento 5 Estrellas triunfa entre los más jóvenes

Un joven en un autobús en Roma.
Un joven en un autobús en Roma.ANTONELLO NUSCA

La última vez que vio el panorama con algo de esperanza fue en 2013, cuando se formó el último Gobierno y llegó el anuncio de las primeras reformas. “Había intentado votar con la cabeza, midiendo bien las opciones”, recuerda Giulia, que hoy tiene 29 años y ha encadenado empleos temporales desde que acabó la carrera. Sueldos mensuales siempre entre 400 y 900 euros, normalmente en negro, sin posibilidad de extras ni bajas. Hoy poco ha cambiado. Comparte piso en las afueras de Roma para poder permitirse un alquiler. En los últimos cinco años, el paro juvenil ha descendido tímidamente del 40% a algo más del 37%, según la OCDE, pero se ha disparado la precariedad hasta el 57%. El organismo alertó el pasado octubre que en Italia “crecen las desigualdades entre generaciones, y los jóvenes son cada vez más pobres”. Además, se han convertido en una especie en peligro de extinción: en 1997 había nueve millones de personas de 25 a 34 años, en 2007 eran poco más de ocho millones y en 2017 no llegaban a los siete millones.

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Italia es un país envejecido que invierte mucho en pensiones y seguridad social —los ancianos cuestan al Estado el 16% del PIB— y poco en formación, investigación, nuevas tecnologías y familia. Cada año hay menos nacimientos y la precariedad y la escasez de oportunidades empujan a los jóvenes —dos millones de ellos no estudian ni trabajan— a retrasar la edad para formar una familia (31,8 años de media).“Faltan políticas a largo plazo dirigidas a las nuevas generaciones”, señala Alfonso Giordano, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Luiss. La situación reduce la competitividad de las empresas y aboca a los jóvenes a hacer las maletas. En 2016, 124.000 italianos dejaron el país. El 39% tenía entre 18 y 34 años, según la Fundación Migrantes. Desde 2006, el número de expatriados ha crecido de tres a cinco millones.

El 4 de marzo serán las primeras elecciones para una generación que abraza el abstencionismo: según el instituto de investigación Demopolis, el 47% de los menores de 25 años no votará. También crece en este colectivo la desconfianza hacia la política tradicional. Pero el fenómeno, en la base de una tormenta perfecta, pasa inadvertido en una campaña electoral en la que los jóvenes se han vuelto invisibles en los programas. “El país da preferencia a los ancianos; son más y son los que votan”, señala Giordano. Solo una formación ha sabido canalizar ese malestar. Entre aquellos que votan por primera vez triunfa la antipolítica del Movimiento 5 Estrellas, como ya ocurrió en 2013. Alrededor del 30% dará su voto a la formación de Luigi di Maio, según los últimos sondeos.

Ottavia Inglese, 20 años, estudiante de Biología, responde a ese patrón. “El Movimiento 5 Estrellas se dirige más a nosotros. Estoy siguiendo su campaña y escuchando también al resto y creo que nadie nos valora como ellos”, señala, mientras lamenta que sus coetáneos se hayan alejado progresivamente de la política. “Va a ser muy difícil recuperarles. Yo hasta hace poco no confiaba demasiado en el futuro. “Escuchaba a conocidos que no encontraban nada, pero acercándome al Movimiento he entendido que las ideas están ahí y que solo es necesario seguir el camino apropiado”.

La revista juvenil Scomodo (incómodo, en su traducción al castellano), editada por un grupo de jóvenes romanos, titula Las peores elecciones de nuestra vida el editorial de su último número. En ello se habla de los comicios como “el retrato cada vez más trágico de la democracia italiana”, en un escenario en el que poco más de la mitad de los votantes acudirá a las urnas con una ley electoral que apuesta por las coaliciones imposibles. “No hay un contacto directo entre política y sociedad, y los jóvenes tienen cada vez menos interés y conciencia crítica”, argumenta Tommaso Salaroli, de 19 años, uno de los fundadores de la publicación. “Somos una generación que ha dejado de creer que es posible algo mejor. Vemos a mucha gente resignada”.

El eterno ‘día de la marmota’

Elisa Fuksas, cineasta romana de 36 años, retrató en 2009 la realidad del país en tres frentes —medioambiente, juventud y política en L'Italia del nostro scontento (La Italia de nuestro descontento, en castellano). "Después de 10 años todo sigue igual, los problemas son los mismos. Es como un eterno Día de la marmota. Nuestro ADN es reacio a los cambios, pero hay que cambiar a los personajes protagonistas o es siempre en la misma historia", explica. "La política debe seducir a los jóvenes si quiere permanecer viva porque por el momento es una cuestión de viejos", sentencia.

Pero el problema también puede verse desde el otro extremo demográfico. En 2011, en pleno auge de la crisis económica, la entonces ministra de Trabajo del Gobierno técnico de Mario Monti, Elsa Fornero, anunció con lágrimas en los ojos una drástica reforma laboral que eleva la edad de jubilación de manera progresiva. En esta campaña electoral, la derogación de aquella ley se ha convertido en una de las propuestas estrella de la coalición del centroderecha y también encabeza las prioridades del M5S.

La situación deja a los jóvenes en un callejón sin muchas salidas: la actual legislación retrasa el relevo generacional en el mundo del trabajo y, si se cancelara, ellos acabarían asumiendo el coste de las futuras pensiones. La exministra Fornero explica a EL PAÍS que la propuesta de abolir la normativa laboral es “irresponsable y electoralista”, además de inviable “por el coste elevadísimo que generaría”. “La política nunca ha pensado que si jubilamos a personas a una edad en la que todavía pueden trabajar algún otro tiene que pagar, y esto debilita a los jóvenes”, explica.

Sin un trabajo fijo, surgen las iniciativas empresariales. Francesco Simeone tiene 29 años, estudió Economía y está desarrollando un proyecto para una start-up. “Cada vez hay más desafección, debido a que las oportunidades escasean. Veo el futuro negro”, señala. Tampoco divisa la política con optimismo. “Los jóvenes contamos bien poco; con lo que se ha hecho no se ha mejorado nada o incluso se ha empeorado”, dice, y señala la diferencia generacional: “El problema mayor es la ocupación. Nuestro sistema siempre ha estado tutelado por las viejas generaciones y como el pastel no es tan grande para repartirlo entre todos, siempre pagamos los jóvenes”. De 2013 a 2016, la edad media de la fuerza de trabajo pasó de 40 a 42 años. Una franja que sí cuenta estos días para los partidos políticos. 

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