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Las llegadas de migrantes en Europa se moderan un 60% en 2017

España alcanza el récord de la serie con 22.900 migrantes llegados a las costas

Lucía Abellán
Un inmigrante irregular, el pasado 30 de diciembre, en Málaga.
Un inmigrante irregular, el pasado 30 de diciembre, en Málaga.REUTERS

La presión migratoria en Europa se atempera. El número de personas que entraron irregularmente en la Unión Europea descendió un 60% en 2017, hasta sumar 204.300. Los datos, divulgados este viernes por Frontex, la agencia europea de fronteras, suponen una vuelta a niveles desconocidos desde 2013, cuando las llegadas comenzaron a crecer con fuerza y alcanzaron su máxima expresión en 2015. La moderación general contrasta con el empeoramiento de las llegadas por mar a España, que registró el pasado ejercicio las cifras más elevadas de toda la serie.

La UE ha dejado atrás la crisis migratoria que supuso la entrada de aproximadamente 1,5 millones de personas entre 2015 y 2016, en buena medida refugiados que huían de la guerra siria y de otros conflictos de Oriente Próximo. Tras la caída en picado del 72% que se produjo ya el año pasado, 2017 ha vuelto a marcar un brusco descenso interanual. El mantenimiento –con matices- del pacto migratorio con Turquía, que frena las llegadas a través de las islas griegas, y los recientes acuerdos con las autoridades libias para evitar que los migrantes se embarquen hacia Italia han dado un nuevo giro a las cifras.

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Para España, la tendencia es la opuesta. En pleno apogeo de entradas irregulares, principalmente marítimas, los flujos se mantuvieron bajo control. Pero cuando las dos principales rutas de acceso a la UE se han moderado, las costas españolas han experimentado un mayor número de desembarcos. Aunque los niveles quedan muy lejos de los registrados en las otras rutas -119.000 personas por Italia; 41.700 por Grecia-, un total de 22.900 personas arribaron a España durante el año pasado. La cifra supone un récord desde que Frontex recoge resultados homogéneos (2009) y duplica con creces las de 2016.

Las diferentes rutas no actúan, en general, como vasos comunicantes. Mientras que el grueso de los desembarcados en Italia son nigerianos y los de Grecia proceden de Siria o Irak, el 40% de quienes recalan en España provienen de Argelia o Marruecos. La agencia comunitaria que vela por el control de fronteras atribuye el repunte español a los disturbios que se registraron en la región marroquí del Rif, que “crearon oportunidades para que se produjeran mayores salidas desde la costa occidental en la segunda parte del año”. Eso se debió a que Marruecos dedicó más personal policial a sofocar esas revueltas y desatendió, según esa interpretación, la vigilancia de la frontera con España. También influyó “el uso creciente de barcos de gran capacidad que pueden transportar un gran número de migrantes”.

Frente a las señales de alarma que emitió Italia cuando sufría la mayor presión migratoria, España ha permanecido bastante silente en el ámbito europeo ante el brusco incremento de sus cifras. El Gobierno prefiere intensificar los contactos bilaterales con los países de origen de esos migrantes antes que pedir dinero a Bruselas o europeizar el problema. Algo similar acabó haciendo Italia, que ha firmado varios acuerdos –en general poco transparentes- con diferentes representantes libios para reducir las llegadas a sus costas. Las tensiones políticas vividas en lo más crudo de la crisis convencieron a los dirigentes europeos de aplicar una política de contención de los flujos más que de acogida, principalmente a medida que disminuía el número de demandantes de asilo arribados a Europa y aumentaba el de migrantes que no huyen necesariamente de una guerra.

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La magnitud del fenómeno en Libia, pese a todo, amplió la implicación europea. La UE ha promovido programas, en colaboración con la ONU, para poder acceder a los centros de refugiados en Libia –muchos de ellos con condiciones inhumanas- y propiciar el regreso de esos migrantes africanos a sus países de origen. También colabora con los guardacostas libios para que eviten las salidas al Mediterráneo. A finales de año, el presidente francés, Emmanuel Macron, adquirió mayor protagonismo en la contención de estos flujos y forjó un plan de actuación con la canciller alemana, Angela Merkel, el presidente español, Mariano Rajoy, y el primer ministro italiano, Paolo Gentiloni, además de la ONU y la Unión Africana.

Esas actuaciones –más o menos bajo cuerda- con Libia explican en buena medida la moderación de las cifras de 2017. Queda por ver si se trata de una tendencia duradera o si la inestabilidad en el país africano acabará volviendo a impulsar las salidas.

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Sobre la firma

Lucía Abellán
La redactora jefa de Internacional de EL PAÍS ha desarrollado casi toda su carrera profesional en este diario. Comenzó en 1999 en la sección de Economía, donde se especializó en mercado laboral y fiscalidad. Entre 2012 y 2018 fue corresponsal en Bruselas y posteriormente corresponsal diplomática adscrita a la sección de España.

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