Las grandes tecnológicas admiten que toneladas de propaganda rusa invadieron sus plataformas durante las elecciones
Facebook, Google y Twitter reconocen que el alcance de los contenidos tóxicos fue mucho mayor de lo conocido hasta ahora
El alcance de los contenidos tóxicos difundidos por agentes y entidades rusas durante la campaña electoral estadounidense es mucho mayor que los gigantes tecnológicos habían admitido hasta ahora. Facebook, Google y Twitter declararon este martes ante el Senado de EE UU que las publicaciones de origen ruso alojadas en sus plataformas se cuentan por toneladas: las de Facebook alcanzaron a 126 millones de usuarios, lo que equivale a una tercera parte de la población del país, y las cuentas en Twitter superan las 2.700. Google, además, admitió por primera vez que se había publicado vídeos con la mano de Rusia detrás (más de un millar).
El objetivo era influir en el voto americano para favorecer la llegada de Donald Trump al poder, según los servicios de inteligencia estadounidenses y el FBI, que apuntan directamente a Vladímir Putin como responsable. La operación se llevó a cabo a través del pirateo de los correos electrónicos del partido demócrata y, muy especialmente, mediante toneladas de informaciones apócrifas o teorías de la conspiración que buscaban degradar la candidatura de Hillary Clinton y crear fricción en Estados Unidos. Por eso Silicon Valley se ha visto en el centro de la llamada trama rusa, porque sus redes fueron las principales difusoras de contenidos como falsos como aquel famoso apoyo del Papa Francisco a Trump o la sórdida historia de una trama de pederastia que manchaba a los demócratas.
Las publicaciones eran “un intento insidioso de dividir a la gente”, según la declaración ante el Senado del consejero general de Facebook, Colin Stretch.
Según Facebook, una compañía vinculada al Kremlin llamada Internet Research Agency, ubicada en San Petesburgo, realizó hasta 80.000 publicaciones en su plataforma entre enero de 2015 y agosto de 2017 que fueron expuestas a 29 millones de usuarios, según la documentación difundida el día anterior por la prensa estadounidense. Estas publicaciones se viralizaron hasta alcanzar a 126 millones de usuarios, cuando la primera estimación de la compañía americana sobre los efectos de las llamadas fake news (noticias falsas) de la trama rusa había sido de tan solo 10 millones.
Al principio, el propio presidente de la firma, Mark Zuckerberg, mostró desdén por el caso de los contenidos basura y su posible efecto en las elecciones, pero tuvo que rectificar más tarde y ahora muestra que el problema fue mucho más grave de lo detectado o admitido en primera instancia.
La llamada trama rusa pone en una situación incómoda a los gigantes de Silicon Valley , que siempre defienden que no son compañías informativas pero no pueden desvincularse de su responsabilidad en la viralidad de falsedades. Twitter, por ejemplo, ha identificado 2.752 cuentas supuestamente controladas por agentes rusos, cuando hasta ahora había hablado de 201, que han sido suspendidas. Además, la compañía ha detectado más de 36.000 bots (una especie de robot o falso usuario de Internet que opera de forma automática) que realizaron 1,4 millones de tuits. Estos, recalca Twitter, no llegan al 1% del total de mensajes relacionados con los comicios.
Los más de 1.000 vídeos con intereses rusos detrás que Google ha identificado en su plataforma Youtube equivalen a 43 horas de contenidos que se publicaron entre 2015 y el verano de 2017, pero la compañía apunta a que tuvieron poco público. Muchos están vinculados a la ya citada Internet Research Agency. En un comunicado conjunto, el director de Seguridad e Información, Richard Salgado, y el consejero general, Kent Walker, se comprometían a buscar una manera de combatir estos contenidos. Por otra parte, la compañía analiza la publicidad insertada. Esto también preocupa a Twitter, que a finales de octubre hizo un anuncio de calado político: los medios rusos Russia Today y Sputnick ya no podrían comprar anuncios en la red social debido su intento de interferir en las elecciones americanas, según la Inteligencia estadounidense.
Toda esta trama y la posible colaboración del equipo de Trump en ella se investiga por el Senado de Estados Unidos y, en paralelo, por el fiscal especial Robert Mueller, quien se ha dotado de un jurado indagatorio y llevó a cabo este lunes los primeros arrestos. La acusación de Paul Manafort, exdirector de la campaña de Trump, por actuar como lobista no registrado para un político ucraniano afín a Putin y ocultar millones de dólares al fisco le han supuesto 12 cargos criminales junto a un socio suyo llamado Rick Gates.
Esas actuaciones no corresponden al periodo en el que trabajó para el hoy presidente de EE UU, pero alarga la sospecha de influencia de Moscú en el entorno de Trump. Más explosiva para esa línea de investigación, la de la posible conchabanza entre Rusia y Trump, es la confesión del asesor George Papadopoulos, quien ha reconocido contactos con una persona cercana al Kremlin que le había prometido información dañina sobre Clinton.
A punto de cumplirse un año de la victoria electoral de Donald Trump, la sombra de la trama rusa se estrecha sobre la Casa Blanca.
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