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Los mozambiqueños persiguen a muerte a ‘los chupasangre’

Disturbios en zonas rurales del país contra los ‘anamawula’, supuestos vampiros que absorben la vida de los pobres para vendérsela a los ricos

Un médico atiende a un bebé ingresado por malaria en un hospital de Mozambique.
Un médico atiende a un bebé ingresado por malaria en un hospital de Mozambique.LUIS SEVILLANO

Mozambique se toma muy en serio lo de Halloween. En las últimas semanas se han registrado revueltas en zonas rurales del norte del país. La policía ha detenido a cientos de personas y, en las refriegas, dos niños murieron por disparos de la policía. Los manifestantes atacan oficinas del Gobierno y liberan a los presos. Todo es por culpa de los chupasangre, una superchería que sostiene que hay personas dedicadas a quitarle —literalmente— la sangre a los pobres para dársela a los ricos para que así alargan su vida. Superchería o no, lo cierto es que en Mozambique los muy pobres cada día viven peor y los ricos, mejor.

Memba, Morrua, Gile, Mandimba, Madal...las revueltas contra los chupasangre se extienden por el norte del país. La policía no puede contener los ataques a los equipos de salud que trabajan para erradicar la malaria o extraen sangre, además de atacar las oficinas del partido gobernante, el Frelimo, y las comisarías de policía.

En la vecina Malawi, ocho personas fueron asesinadas acusadas de ser chupasangre. La policía arrestó a 140 personas por estar detrás de la propagación de la superchería. Malawi acusa del rebrote al otro lado de la frontera, a Mozambique. El aumento de la creencia en los chupasangre no es tampoco casualidad. Salta en una zona donde ganó las elecciones el Renamo, frente al todopoderoso Frelimo. El Gobierno se venga escatimando recursos económicos en las zonas donde perdió. La turba reacciona a su extrema pobreza, que sufre además un aumento de epidemias, lanzándose contra los organismos del Estado y sus representantes.

El sociólogo mozambiqueño Carlos Serra liga la aparición del chupasangrismo a finales de los setenta, una vez independizada Mozambique de Portugal, cuando el Gobierno inició campañas de vacunaciones y de donaciones de sangre. Entonces, se decía que la sangre extraída iba destinada a fabricar la nueva moneda nacional, entre otras razones, más o menos ciertas, como que se llevaba a los hospitales.

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El chupasangrismo se azuzaba también desde el otro lado de la frontera, para atacar al partido gobernante, el Frelimo. Por la radio se transmitía que seres extraños se infiltraban en las aldeas y, mientras dormían sus habitantes, les succionaban la sangre con jeringas. Los zambezianos pasaban la noche en vela, haciendo caceroladas para ahuyentar a los anamawula. Mitad superchería mitad campaña del enemigo político y militar, lo cierto es que el fenómeno de los chupasangre vuelve de tiempo en tiempo, no tanto por Halloween, sino coincidiendo con epidemias y con el empeoramiento de las ya de por sí pobres condiciones de vida, bien por las sequías o bien por la inflación que les sube el precio de los alimentos básicos.

Ahora es una de esas épocas, con un rebrote de malaria y una intensificación de las vacunaciones. La situación ha empeorado entre los más pobres del país mientras que la vida de los ricos sigue inalterable. Alguna razón habrá. Ajenos a los artificios financieros de su propio Gobierno (con un Ministerio contra la Corrupción, cuando esta campa por sus fueros), los pobres concluyen que les están chupando la sangre y apuntan a los funcionarios, a los policías, a los gobernadores que tienen alrededor y a sus propios políticos, pero también a los que físicamente ven que les sacan la sangre, como enfermeros, médicos y ONG dedicadas a cuidar de la salud.

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