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Trump libera 2.800 informes secretos sobre Kennedy, pero deja oculto el núcleo más sensible

La Casa Blanca atiende la petición de la CIA y aplaza la salida a la luz de los documentos más comprometedores con la seguridad nacional

Jan Martínez Ahrens

El presidente Donald Trump cedió al final ante la CIA. La esperada liberación de los papeles secretos del asesinato de John F. Kennedy no fue completa. La Casa Blanca autorizó la publicación de 2.891 informes confidenciales, pero impidió que otros 200 vieran la luz. Considerados el núcleo oscuro de las pesquisas, estos expedientes serán sometidos a evaluación en los próximos seis meses y, excepto aquellos que supongan un riesgo para la seguridad nacional, se harán públicos antes del 27 de abril. Casi 44 años después, las sombras se resisten a abandonar el crimen que hizo temblar el siglo XX americano.

El presidente John F. Kennedy en Dallas poco antes de morir.
El presidente John F. Kennedy en Dallas poco antes de morir. AP

Estados Unidos aguardaba con ansiedad la liberación de todos los informes confidenciales. La ley de 1992 que los protegía expiraba este jueves y el mismo presidente había anunciado que se permitiría su publicación. Pero se sabía que la CIA estaba presionando para limitar su salida y censurarlos ahí donde viese en peligro sus intereses. Finalmente, logró su objetivo.

“He ordenado que se levante el veto sobre los documentos, pero dadas las advertencias de los responsables de inteligencia, no tengo más remedio que aceptar ciertas condiciones antes que causar un daño irreversible a la seguridad de la nación”, señaló Trump.

El filtrado, aunque provisional, vuelve a frenar el acceso universal a un archivo destinado a sacudir la memoria colectiva del país. El asesinato el 22 de noviembre de 1963 del presidente Kennedy abrió una herida que jamás se ha cerrado. El magnicidio fue atribuido oficialmente a Lee Harvey Oswald, un desequilibrado exmarine que llegó a vivir y casarse en la Unión Soviética. Pero la dimensión del crimen y la casi inmediata muerte de su autor a manos del mafioso Jack Ruby han abonado todo tipo de teorías conspiratorias.

Aunque a lo largo de los años se han liberado 318.000 documentos relacionados con el caso (un 11% censurados), siempre ha quedado la duda sobre la actuación de la CIA. En plena Guerra Fría, la agencia se había implicado hasta el tuétano en operaciones de desestabilización exterior. Cuba y los movimientos marxistas latinoamericanos eran uno de sus principales objetivos. Amplios sectores de la CIA, radicalizados y volcados en oscuras conspiraciones, odiaban a Kennedy por lo que consideraban una relajación del cerco a Cuba tras el fracasado intento de invasión de Bahía Cochinos y la crisis de los misiles.

La forma de actuar de los servicios de inteligencia de la época es precisamente uno de los puntos sobre los que se espera que arrojen luz los documentos. Y no solo por sus juegos de poder. Los especialistas consideran que la CIA y el FBI sabían mucho más sobre Oswald de lo que dijeron a la Comisión Warren, encargada de la investigación del asesinato.

Comunista, desertor y colérico, Oswald era objeto de un intenso seguimiento por parte de los servicios de seguridad. Incluso su misterioso viaje a México, dos meses antes del magnicidio, fue detectado por los espías de Estados Unidos. “Las agencias disponían de más datos de lo que dijeron; si hubieran actuado conforme a su información, podrían haber evitado lo peor”, sostiene Phil Shenon, autor de JFK. Caso Abierto.

Lee Harvey Oswald.
Lee Harvey Oswald.

Esta omisión, que durante décadas ha perseguido a la CIA y el FBI, es uno de los platos fuertes de esta última tanda de documentos. Muchos aguardan que ahí figuren las revisiones internas a las que se sometieron y también que se revele intensidad de los seguimientos a Oswald, en especial su extraño periplo mexicano, donde infructuosamente acudió a las embajadas de Cuba y la URSS en busca de visado.

Pero más que nuevas claves sobre Oswald, lo que muestra una primera aproximación a los papeles es lo que todo el mundo sabía: Estados Unidos tenía en Latinoamérica su patio trasero. Hacía y deshacía. Mataba, intoxicaba y espiaba a placer. Un juego de poder sostenido y, en muchos casos aberrantes, que no le sirvió para evitar la muerte de su trigésimo quinto presidente.

En los informes liberados ayer por los Archivos Nacionales conviven, a primera vista, mucha chatarra informativa, memoriales desfasados, justificaciones de gastos e informes dispares junto con tramas ya conocidas de operaciones exteriores contra líderes que les eran incómodos. Veneno para matar a Fidel Castro, vuelos clandestinos a Cuba, cargamentos de armas destinados a liquidar a Leónidas Trujillo, espías en la embajada cubana de México, dinero negro en Costa Rica, colaboradores de la CIA en Honduras, El Salvador, Guatemala… Un manual del espionaje que practicó Estados Unidos en plena Guerra Fría y que promete dar en los próximos días nuevas sorpresas.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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