EE UU y Corea del Norte se enzarzan en una contienda verbal sin precedentes
El duro lenguaje de Trump hacia Pyongyang agudiza la crisis de Corea del Norte, que advierte con un ataque en Guam
Con la amenaza de desatar "una furia y un fuego jamás vistos en este mundo", Donald Trump ha hecho saltar por los aires el tradicional lenguaje medido de Estados Unidos hacia Corea del Norte. Desde Harry Truman, en 1945, ningún presidente americano había entonado semejante canto bélico contra ese régimen. La sugerencia del uso de armas nucleares se repitió el miércoles, agudizando la tensión entre ambos países e inquietando al resto del mundo. Aunque no como respuesta directa a Trump, Pyongyang advirtió de un ataque a las bases militares estadounidenses en la isla de Guam si Washington optara por la opción militar.
Por si faltase crispación, al final de la tarde en EE UU, la agencia estatal KCNA informó de que las Fuerzas Armadas de Corea del Norte tendrán listo el plan de ataque contra dicha isla, que incluirá el lanzamiento de cuatro misiles balísticos de medio alcance, para mediados de agosto.
El primer episodio ocurrió a lo largo de 24 horas. "Será mejor que Corea del Norte deje de amenazar a EE UU (...) o se encontrará con el fuego y la furia y, francamente, un poder de una magnitud que jamás se ha visto antes en este mundo", se despachó Trump el martes, tras la enésima amenaza procedente del régimen de Kim Jong-un. Horas después, el Ejército norcoreano aseguró "estar examinando cuidadosamente un plan operativo para un fuego envolvente en torno a Guam". Y Trump, desde su retiro vacacional en Nueva Jersey, volvió a la carga en Twitter, moderando el tono pero con el mismo contenido amenazante: "Mi primera orden como presidente fue renovar y modernizar nuestro arsenal nuclear. Ahora es más fuerte que nunca", escribió, y añadió: "Con suerte, nunca tendremos que usarlo, pero no llegará el día en que no seamos la nación más poderosa del mundo".
El arrebato de Trump —completamente improvisado por el neoyorquino, según han contado fuentes de su entorno a la prensa estadounidense, aunque la Casa Blanca sostiene que fue programado— despertó las críticas de algunos de los propios republicanos, como el senador y héroe de guerra John McCain, y la estupefacción de muchos analistas. La pirotecnia del presidente no hace excepciones en conflictos como el norcoreano y abona las dudas sobre su capacidad y talante en el caso de que se viese en una situación crítica como la crisis de los misiles del 62.
El secretario de Estado, Rex Tillerson, presentó lo sucedido como un duelo meramente verbal y llamó a la calma. "Los americanos pueden dormir tranquilos por la noche", dijo, descartando cualquier "peligro inminente". No obstante, justificó las palabras de Trump al explicar que lo que había hecho el empresario neoyorquino no era sino "enviar un mensaje contundente, en el lenguaje que Kim Jong-un entiende".
Ese es el cambio más tangible de la crisis de estos días, que el líder de la primera potencia mundial y el de un país hermético y dictatorial como Corea del Norte han optado por usar el mismo idioma. Gestualidad o no, el jefe del Pentágono, Jim Mattis, y se alineó con Trump y cargó las tintas. Reclamó a Corea que cese "toda consideración de acciones que le lleven a su final, al de su régimen y a la destrucción de su pueblo" y presumió de poderío militar: "las acciones de Corea del Norte seguirán siendo muy superadas por las nuestras". Pyongyang "perdería toda carrera armamentística o conflicto que inicie" añadió.
Tillerson hizo sus declaraciones templadas, precisamente, camino de la base militar de Guam, dentro de su gira por Asia. No es la primera vez que Corea del Norte pone en su punto de mira a este estratégico enclave estadounidense en el Pacífico. Lo hizo el año pasado, también en 2013, durante otros episodios de tensión. Desde esta isla despegan los bombarderos estadounidenses B-1B, capaces de transportar y lanzar bombas nucleares, cada vez que EE UU quiere hacer una demostración de fuerza militar ante Pyongyang. Estos aviones de combate sobrevuelan los cielos de la parte sur de la península, junto a otras aeronaves surcoreanas, generalmente después de que el Norte lleve a cabo alguna prueba de misiles balísticos. El último ejercicio conjunto ha sido esta misma semana.
La diferencia con respecto a bravuconadas anteriores es que las capacidades militares de Corea del Norte han aumentado y, según los expertos, sus misiles balísticos pueden llegar a Guam. El Ejército norcoreano ha explicado que su plan se basaría en lanzar cohetes tipo Hwasong-12, un nuevo tipo de misil probado este año. Un análisis de este proyectil por la página especializada 38North asegura que este misil, equipado con una carga de unos 650 kilos, podría recorrer más de 3.700 kilómetros. Guam está a unos 3.400 de Corea del Norte.
Otra cosa es que terminara impactando su objetivo. Por un lado, si bien tanto Washington como Tokio creen que el régimen norcoreano ha conseguido miniaturizar ojivas nucleares para equiparlas en sus misiles, no está nada claro que estos sean capaces de efectuar con éxito la reentrada en la atmósfera, cuando el cohete tiene que soportar una enorme fricción y temperatura sin desintegrarse. Y aunque así fuera, Estados Unidos tiene desplegado en Guam uno de sus sistemas antimisiles más avanzados, el THAAD,-que empezó también a instalarse en Corea del Sur-, que interceptaría el proyectil.
Los analistas coinciden en que, a pesar de que un conflicto armado sigue siendo una posibilidad remota, el último exabrupto de Trump perjudica enormemente una posible solución al problema norcoreano que él mismo ha prometido abordar. "Esta guerra de palabras se está agravando, quizás hasta un punto nunca visto, lo que aumenta la tensión y hace más difícil el objetivo final: que las partes se sienten a negociar", asegura Lu Chao, experto en Corea del Norte de la Academia de Ciencias Sociales de la ciudad china de Liaoning.
Más allá de las ambiciones de Corea del Norte de ser capaz de golpear territorio continental estadounidense con un misil, el régimen de Kim Jong-un tiene un arsenal suficiente para lanzar un ataque a Seúl, una ciudad de 10 millones de habitantes y a apenas 60 kilómetros de la frontera. Japón también podría ser objetivo de sus misiles de medio alcance. De ahí que cualquier movimiento de Trump tenga que contar, sobre el papel, con la aprobación de estos dos países.
Corea del Sur pasó de puntillas sobre las polémicas palabras del presidente estadounidense. "Pyongyang parece estar hipersensible tras las sanciones impuestas por la ONU", dijo un alto cargo de la oficina presidencial a la agencia surcoreana Yonhap, que consideró que la península coreana "no se enfrenta a una crisis inminente". En Japón, por su parte, la Administración Abe cerró filas con su aliado y defendió que EE UU mantenga "todas las opciones sobre la mesa". Algunos medios del país, sin embargo, coincidiendo con el 72 aniversario del lanzamiento de la bomba atómica en Nagasaki, compararon el paralelismo de las palabras de Trump con las que pronunció Truman tras el bombardeo en Hiroshima: el entonces presidente lo calificó de "una lluvia de devastación desde el aire jamás vista en este mundo".
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