Robert Kaplan: “Europa está en una situación muy débil”
El analista reflexiona sobre los peligros que se ciernen sobre el Viejo Continente y advierte contra las nuevas formas de autoritarismo de la era digital
Robert D. Kaplan (Nueva York, 1952) escribió uno de los libros más influyentes de los noventa… A su pesar. Cuando publicó Fantasmas balcánicos, el entonces presidente Bill Clinton lo leyó y se convenció de que los conflictos en la antigua Yugoslavia estaban tan enraizados en odios eternos que no tenían remedio. Algunos analistas afirman que aquella lectura determinó la decisión estadounidense de no intervenir hasta la masacre de Srebrenica. Desde entonces, Kaplan ha publicado un puñado de obras en las que mezcla la literatura de viajes con el análisis político que se han convertido en clásicos del periodismo, como Rumbo a Tartaria o Viaje al futuro del Imperio. Ahora publica A la sombra de Europa. Rumania y el futuro del continente (Malpaso), un recorrido histórico y personal por un país que se encuentra en el centro de la historia europea. Visitó recientemente Madrid, donde recibió el premio internacional de la Sociedad Geográfica Española.
Pregunta. ¿Cree usted que el dictador rumano Nicolae Ceausescu fue el último tirano neroniano de Europa o puede volver a surgir una figura de ese tipo?
Respuesta. Nunca digas nunca jamás. Todo es posible en la historia. La era digital impulsa nuevas formas de autoritarismo, porque la gente recibe tantos estímulos, tantos mensajes, que acaban por necesitar una verdad absoluta, algo a lo que someterse.
P. Hungría es uno de los países que aparecen en su libro. ¿Puede convertirse en un régimen autoritario?
“Mi teoría es que la frontera con México puede influir más que ningún otro asunto interno en la forma en que se desarrolla Estados Unidos”
R. Se está moviendo en esta dirección, porque el Gobierno de Viktor Orbán se está acercando mucho a Putin, está influyendo en los tribunales, en los medios, y se encuentra ya muy cerca del autoritarismo. Acaba de introducir leyes cuyo objetivo es cerrar la Universidad Centroeuropea, lo que creo que representa un paso adelante muy significativo porque esta universidad era un símbolo de la influencia europea en Hungría, de las sociedades abiertas. Al tratar de controlarla, el mensaje que tanto Orbán como Putin quieren lanzar es demostrar que el Oeste es débil.
P. En su ensayo habla mucho de Cioran y Eliade, dos intelectuales extraordinariamente inteligentes e influyentes, que en un momento de sus vidas abrazaron el fascismo rumano y el antisemitismo. ¿Es una tentación que sigue existiendo en la Europa actual?
R. En Rumania en los años treinta muchos intelectuales acabaron fascinados por la Guardia de Hierro, un movimiento fascista. Piense en todos los intelectuales alemanes que abrazaron el nazismo, empezando por Martin Heidegger. Existe un patrón de regímenes autoritarios que reciben el apoyo de intelectuales, tal vez se deba a la fascinación por el poder. A diferencia de lo que afirmó Francis Fukuyama, la historia no se ha acabado. Se produjo esa ilusión cuando cayó el muro de Berlín, la idea de que la democracia y la globalización iban a unir el mundo. Pero precisamente porque el mundo está más integrado es más inestable, porque existen más puntos de fricción.
P. Bucarest en los años treinta era una de las ciudades más importantes de Europa… Pero, después de la II Guerra Mundial, tras dos devastadores regímenes comunistas, dio un gigantesco paso atrás. ¿Y podría producirse un retroceso, aunque no tan radical, en EE UU o en Hungría?
R. En Hungría, sí; en Estados Unidos es más difícil porque tiene instituciones muy fuertes, tribunales, el Congreso y una red legal muy sólida. Esto ya lo hemos visto: por ahora Trump no ha logrado cambiar nada. Esa es la fuerza de las instituciones estadounidenses: podemos tener presidentes pésimos, destructivos, pero no podemos padecer un viraje hacia una dictadura.
P. Usted escribió un largo libro de viajes en los años noventa en el que ya intuía muchos de los problemas que han estallado ahora y que Trump encarna…
“Rusia está practicando una forma de imperialismo tradicional, pero con instrumentos que le permiten, a la vez, negarlo todo”
R. Acabo de publicar otro en inglés que en España editará Malpaso. Fue escrito antes de la elección de Trump, pero sí presentía algo así. En el primero hablé mucho de la relación con México y de la frontera. Mi teoría es que esa frontera podía influir más que ningún otro asunto interno en la forma en que EE UU se desarrollaba como sociedad.
P. Usted en una época se ocupó mucho de los Balcanes. ¿Podemos ver paralelismos entre lo que ocurrió en Bosnia y la guerra de Siria?
R. Creo que entre la antigua Yugoslavia y Siria hay enormes diferencias. Siria era un país mucho más débil e inestable. La destrucción de la clase intelectual en Siria bajo Háfez el Asad, el padre de Bachar el Asad, fue mucho más devastadora que bajo Tito. Es una situación todavía más extrema. Siria dispone de armas químicas, tiene terrorismo islámico… La antigua Yugoslavia, no. Es un problema mucho más difícil. La antigua Yugoslavia estaba mucho más cerca de la OTAN, en la que ya han ingresado dos antiguas repúblicas, Eslovenia y Croacia. Y puede llegar a un acuerdo con Serbia. Pero no es el caso de Siria. Aunque la diferencia más importante es que las guerras en los Balcanes se produjeron en un momento en que Rusia era débil, estaba ella misma al borde del caos. La crisis de Siria ha llegado cuando Rusia es mucho más fuerte, con un dictador muy activo, Vladímir Putin, que es mucho más poderoso de lo que fue nunca Yeltsin.
P. ¿Y esa Rusia fuerte es también un peligro para Europa?
R. La situación en Europa es mucho peor de lo que nadie hubiese podido prever hace una década. Muchos países del este y el centro de Europa siguen un camino muy peligroso, Hungría y Polonia están moviéndose hacia el populismo y el autoritarismo; muchas de las repúblicas de la antigua Yugoslavia, Grecia y Bulgaria se encuentran en una situación económica desesperada. En Francia, ocurra lo que ocurra, las elecciones han demostrado que el poder de la ultraderecha es mayor de lo que nadie hubiese imaginado hace unos años; la crisis en un banco italiano puede poner en peligro el euro. Y Rusia está practicando una forma de imperialismo, desde los Estados bálticos hasta Siria: compra políticos, infiltra crimen organizado, dirige operaciones de espionaje. Rusia está practicando una forma de imperialismo tradicional pero que, a la vez, le permite negarlo todo. Europa está muy débil.
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