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NADA ESCRITO
Columna
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La UNAM como joyería

La artista Jill Magid abre la tumba del arquitecto Luis Barragán para transformar sus cenizas en un diamante

Juan Villoro

"Ser un gringo en México, eso es eutanasia", escribió Ambrose Bierce antes de cruzar el Río Bravo en busca de una muerte segura.

Los tiempos han cambiado: Trump declara que los mexicanos son "bad hombres" y Peña Nieto lo invita a comer; por su parte, la artista Jill Magid abre la tumba del arquitecto Luis Barragán para transformar sus cenizas en un diamante, el repudio es casi unánime y la UNAM decide exhibir su pieza en el MUAC.

Hace unos meses, el periodista Nicolás Alvarado perdió su trabajo como director de la televisión universitaria por criticar a Juan Gabriel mientras las multitudes asistían a su sepelio. Alvarado escribió que las lentejuelas del divo de Juárez no le molestaban por "jotas, sino por nacas". No estamos ante el primer articulista que lanza una frase derogatoria; sin embargo, Alvarado también desempeñaba un cargo público y la condena social impidió que siguiera en el puesto.

Ahora el MUAC exhibirá al arquitecto convertido en diamante (algo más apropiado para Liberace que para alguien que odiaba los adornos). Si Alvarado recibió una sanción por lo que se atrevió a decir, Magid recibirá una recompensa por lo que se atrevió a hacer. En México las palabras son más peligrosas que los hechos.

Las paradojas no acaban ahí: el anillo se mostrará en el MUAC, edificio de Teodoro González de León, quien no ocultó su rechazo a la pieza de Magid. Cuando escribí un artículo sobre el tema, me dijo que eso no podía ser realidad; en su opinión, tenía que tratarse de una obra conceptual: "Es imposible que alguien saque las cenizas de Barragán de su tumba en la Rotonda, fue a dar ahí por un decreto del Congreso, él era católico, la familia no lo permitiría, ni el gremio de arquitectos. Tanta impunidad es imposible". Luego comprobó con asombro que el más eminente de sus colegas se había convertido en una joya.

Un sobrino de Barragán autorizó la exhumación, lo cual abre interrogantes legales. ¿Puede un pariente que no es albacea ni heredero universal decidir a contrapelo del resto de los familiares? La Secretaría de Cultura de Jalisco, el Ayuntamiento y el Congreso del Estado intercambiaron documentos sobre el tema sin que nadie asumiera una responsabilidad precisa (en forma vaga, se resolvió "dar facilidades a la familia"). ¿Basta eso para sacar restos de la Rotonda de los Jalicienses Ilustres? La acción de Magid transparentó los vacíos de la legalidad mexicana.

El pretexto ideológico de la pieza era cambiar el anillo por el archivo de Barragán, que se encuentra en Suiza y no está abierto al público. Aunque el fin podía ser noble, el proceso convertía a las cenizas en mercancía de cambio, gesto bastante frívolo en un país de fosas comunes donde las madres de los desaparecidos desearían contar con una tumba cierta.

Al tomar posesión como coordinador de Difusión Cultural de la UNAM, Jorge Volpi hizo un llamado a luchar desde la cultura contra la política discriminatoria de Donald Trump. Cuesta trabajo vincular esta idea con la exhibición de un diamante que convertirá al MUAC en una sucursal de Tiffany y que tendría más sentido en el Museo de las Intervenciones.

A principios del siglo XX, el arqueólogo francés Désiré Charnay exploró zonas arqueológicas en México y se quedó con varias piezas, práctica entonces habitual. Esto provocó una discusión en el Congreso que llevó a promulgar la Ley de Patrimonio Cultural. En forma retrospectiva, Charnay fue visto como saqueador. Es posible que la legislación de Jalisco cambie después de la acción de Magid; sin embargo, conociendo la tradición prohibicionista del Estado, puede cambiar para mal.

Una última paradoja: lo banal se enriquece con la polémica; cuestionar la obra de Magid es una forma de mejorarla.

Se puede criticar al MUAC, pero no censurarlo: la UNAM no debe reaccionar como lo haría Trump.

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