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El amigo del rey de Marruecos que dobló el brazo a los islamistas

El multimillonario ministro de Agricultura y Pesca se ha convertido en el hombre clave en un Gobierno de seis partidos

Francisco Peregil
Aziz Ajanuch, a la derecha, habla en Rabat el 21 de marzo junto al primer ministro El Otmani.
Aziz Ajanuch, a la derecha, habla en Rabat el 21 de marzo junto al primer ministro El Otmani.J. MORCHIDI (ANADOLU)

El magnate petrolero Aziz Ajanuch (Akhannouch, en su transcripción francesa) es desde hace una década uno de los hombres más poderosos de Marruecos. Pero hace dos semanas, con la formación del nuevo Gobierno de alianza de seis partidos y el debilitamiento de los islamistas del PJD, su influencia se ha vuelto más patente. Este empresario dueño de más de 500 estaciones de servicio, de 56 años, casado y con tres hijos, propietario del grupo Akwa, está considerado por la revista Forbes como el tercer hombre más rico de Marruecos, con un capital valorado en 1.400 millones de euros, después del rey Mohamed VI (5.300 millones) y del banquero Othman Benjelloun (1.700).

Ajanuch es también, desde 2007, ministro de Agricultura y Pesca, organismo clave en Marruecos y en las relaciones con España y la Unión Europea. Desde el año pasado es presidente del partido liberal Reagrupamiento Nacional Independiente (RNI). Es dueño del grupo de comunicación Caractères, que a su vez posee el semanario económico La Vie Éco. Y, sobre todo, es amigo íntimo de Mohamed VI, como quedó reflejado en 2013, al agasajar en su mansión de Casablanca al rey y su esposa, con la cena correspondiente al fin de una jornada de ramadán. Muy pocas personas en Marruecos, y probablemente ningún otro político, comparten como ha hecho él algunas vacaciones con el rey.

Fue su padre, Ahmed Oulhaj Ajanuch, muerto a finales de los ochentas, quien fundó el grupo Akwa. Pero fue el hijo, tras haber estudiado mercadotecnia en Canadá, quien volvió a Marruecos y ensanchó el horizonte del imperio económico familiar. Tanto su padre como él mantenían excelentes relaciones con los ministros más poderosos -y temidos- de Hassan II (1961-1999).

Muy pocas personas en Marruecos, y tal vez ningún otro político, comparten como ha hecho él algunas vacaciones con el rey

Ajanuch habla poco, pero cuando lo hace sabe hacerse escuchar, a sabiendas de que raramente dirá algo con lo que el rey no esté de acuerdo. Se le escuchó muy bien en febrero, a raíz de una respuesta parlamentaria por escrito del comisario europeo de Acción por el Clima y Energía, Miguel Arias Cañete, donde este afirmó que el Sáhara Occidental es un territorio de condición jurídica y separada de Marruecos, algo que acababa de sentenciar en diciembre la Corte de Luxemburgo, máximo órgano de justicia europea. Ajanuch amenazó entonces con aflojar el control sobre la inmigración ilegal. Señaló ante la Agencia EFE: “¿Cómo queréis (los europeos) que hagamos el trabajo de bloquear la emigración africana y hasta la marroquí si hoy Europa no quiere trabajar con nosotros? ¿Por qué vamos a seguir haciendo de gendarmes y darles empleo (a los africanos establecidos en Marruecos)?”.

No obstante, las relaciones con España siempre fueron buenas. En abril de 2016 el Gobierno español le premió con la Gran Cruz de la Orden Civil del Mérito Agrario y Pesquero, la condecoración más importante en el sector agroalimentario. La ministra de Agricultura, Isabel García Tejerina, destacó la “decisiva contribución” de Ajanuch para culminar en 2012 la firma del Acuerdo de Pesca entre la Unión Europea y Marruecos. Esta semana, García Tejerina visitó Marruecos y recalcó que mantiene con Ajanuch una excelente relación.

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Ajanuch nunca fue un hombre de carisma que atrajera a las masas. Precisamente, ese capital político es lo que siempre tuvo el secretario general del islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), Abdelilá Benkirán, el único dirigente marroquí capaz de concentrar a 20.000 personas en sus mítines. Durante cinco meses Ajanuch libró contra el llamado Messi de los islamistas un pulso donde no se hablaba de programas políticos, ni de ideología, sino de cuotas de poder.

En las legislativas de 2011, el partido de Ajanuch, claramente en sintonía con el palacio real, quedó en el tercer puesto, con solo 52 escaños de los 395 que tiene el Parlamento, mientras Benkirán conseguía la victoria con 107 diputados. El año pasado los resultados en las legislativas del RNI fueron aún peores. La formación de Ajanuch quedó en cuarto puesto, con solo 37 diputados, muy por detrás de los islamistas, que obtuvieron 125. Pero Benkirán necesitaba pactar con Ajanuch y otros líderes políticos para gobernar. Y Ajanuch le exigió la incorporación al Gobierno de dos partidos que Benkirán no estaba dispuesto a aceptar.

El pulso entre ambos duró más de cinco meses. Cinco meses en los que no hubo Gobierno electo en Marruecos. No es difícil adivinar quién ganó. Mohamed VI, haciendo uso de las prerrogativas que le otorgan la Constitución, destituyó a Benkirán. Nombró como nuevo jefe de Gobierno al número dos del PJD, Saededín El Otmani, y este aceptó en apenas cinco días todo lo que Benkirán rechazó en cinco meses. El resultado fue la formación de un Gobierno de alianza de seis partidos en el que los islamistas ven su poder diluido (solo consiguen 11 de las 36 carteras). Ajanuch, sin embargo, añade a su ministerio las competencias de Desarrollo Rural, Aguas y Bosques, de gran relevancia en las grandes obras de infraestructuras previstas. Además, su partido consigue hacerse con los principales ministerios económicos.

El viernes 7 de abril la directora del semanario marroquí Telquel, Aïcha Akalay, describía en una columna a Ajanuch como el hombre que “no comunica jamás, que no explica nada a la opinión pública y se protege detrás de sus lugartenientes”. Ese hombre, decía, “ha ganado un privilegio normalmente reservado a quienes ganan unas elecciones”.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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