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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los dos ‘Brexit’

El por qué de ambos parece conocido: no queremos en casa gente que no sea como nosotros

Donald Trump y Nigel Farage, promotor del 'Brexit', el pasado noviembre.
Donald Trump y Nigel Farage, promotor del 'Brexit', el pasado noviembre.

Hay dos Brexit, uno irritante pero limitado al futuro del Reino Unido y ya veremos cuánto de Europa. El otro es el disparatado intento de 'Brexit' planetario del presidente Trump, que ese sí que está conmoviendo los cimientos de la credulidad, el sosiego y la diplomacia mundiales. El por qué de ambos parece conocido: no queremos en casa gente que no sea como nosotros, y aún menos que ninguna instancia internacional nos manduchee. Pero vale la pena excavar por ahí.

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La literatura no aparece en los análisis políticos y es un error porque todo está en la literatura. Leyendo a John Galsworthy, novelista inglés, Nobel de 1932, y que con su famosa Saga de los Forsyte hizo un retrato de la sociedad de su tiempo, se entienden algunas cosas. El autor consignaba la vida de la clase media alta en la Inglaterra del primer cuarto del siglo pasado. Un país que desconocía el término ‘multiculturalidad’, donde Bruselas era solo una joya histórica agrupada en torno a la Grande Place, y los únicos extranjeros que aparecían eran franceses cuando los que podían se tomaban vacaciones en París, alguna correría por el norte de Italia, y más raramente, el exotismo español del que tanto gustó ‘Jorgito Borrow’ unas décadas antes. Dickens ya contó sin saberlo la Revolución Industrial. Y Galsworthy solo es un caso, Evelyn Waugh, cierto que ya con una diferente e irónica distancia, habría servido para crear un panorama similar apenas unos años más tarde. Pero no se trata de hacer una traslación mecánica al tiempo contemporáneo, puesto que aquellos que votaron sí al Brexit saben de sobra que ese mundo no puede volver. Pero el poso está ahí.

En el ’Brexit’ de Trump un equivalente podría ser Sinclair Lewis, también Nobel y autor de la en su día exitosa Main Street. El novelista norteamericano privilegia, sin embargo, una mirada más crítica sobre esa clase media de la Calle Mayor, que lo ignoraba todo del mundo, así como creía poseerlo todo en su fortaleza urbana. Pero tampoco hace falta que los hoy votantes de Trump y del ‘no’ a Europa, socialmente más del común que sus antepasados, hubieran leído o siquiera supieran que habían existido Galsworthy o Lewis, porque son sus legítimos descendientes.

¿Y hay algo que alumbre al final del camino? Un pasado imperial, sosegado en el convencimiento de sí mismo en el caso británico, y posiblemente a medio cocer en el de los EE UU de los años treinta, aunque camino de la hegemonía mundial. Pierre Bourdieu dijo en una entrevista a este periódico que para Francia y España la pertenencia a la CEE era una ‘nostalgia de imperio’. Europeísmo para volver a ser, aunque hoy se vea baqueteado por la ampliación al Este y la crisis económica, pero en el caso del mundo anglosajón esa ‘nostalgia de imperio’, con la creciente proyección de China, sirve para todo lo contrario; para alejarse en vez de abrazar.

En términos geopolíticos, cabría pensar que lo que alienta en todos los ‘Brexit’ es el temido fin de la dominación global de Occidente.

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