El eterno retorno de Berlusconi
Cumplidos 80 años, 'Il Cavaliere' convierte la eventual derrota de Renzi en el pretexto para volver al primer plano de la política 'tricolore'
Silvio Berlusconi recurrió a uno de sus canales televisivos para anunciar el pleno regreso a la política. No sólo esgrimiendo su buena salud a los 80 años o pretendiendo reconstruir la división de la derecha, sino mencionando un “ejercicio de responsabilidad patriótico”. Sostiene Il Cavaliere desde la melancolía o el cinismo que Italia vuelve a necesitarlo y que el rechazo al referéndum de Renzi implicaría una adhesión inequívoca a su resurrección.
Se trata de un ejercicio interpretativo a medida del eterno retorno de Berlusconi. Por eso ha radicalizado la campaña del no, acusando a Renzi de profanar la democracia y de “pretender instaurar una dictadura”.
La hipérbole proviene de los poderes que asumiría el Ejecutivo al hilo de las reformas constitucionales, pero sobre todo retrata al presidente de Forza Italia en la incapacidad de asumir la propia retirada. Ni siquiera después de haber pasado penalidades en el quirófano del hospital San Rafael ni de haber sido condenado a cuatro años de cárcel por un delito fiscal.
Le resultará complejo apropiarse de la victoria del no porque se la reparten de manera casi alícuota Beppe Grillo, los exponentes de la Liga Norte y diferentes personalidades de la izquierda que han saboteado al jefe de filas -D’Alema, Bersani-, pero Silvio Berlusconi ha encontrado el pretexto de la eternidad en la consulta plebiscitaria del domingo. Reclama ya un Gobierno técnico, exige una reforma de la ley electoral y urge a la convocatoria de las elecciones generales, dispuesto a liderar en solitario la candidatura de Forza Italia, 23 años después de haberlo hecho por primera vez.
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Tiene sentido evocar los comicios de 1994 porque representan, desde la perspectiva contemporánea, el mejor antecedente de la antipolítica, del antisistema y de la influencia de la televisión. Berlusconi convirtió a los telespectadores en votantes. Creó la opinión pública. Y lo hizo reivindicando su perfil iconoclasta, su audacia empresarial y su instinto populista, exactamente como sucede ahora con Donald Trump en Estados Unidos.
Debe sentirse Il Cavaliere necesitado de reconocimiento. Fue él quien inauguró en Occidente la era antiestablishment, aunque su proyecto mediático-sociológico hubiera sido inconcebible sin la deflagración previa del sistema. El escándalo de Manos limpias hizo desaparecer a la Democracia Cristiana y al Partido Socialista, del mismo modo que la caída del Muro de Berlín arrastró a la escombrera al Partido Comunista Italiano.
Se erigía Il Cavaliere en redentor de la nueva política. Primero con una carrera efímera de primer ministro -nueve meses- y después con una resistencia hercúlea que le ha permitido compaginar el quinquenio de 2001 a 2006 con la “prórroga” maniobrada entre los años 2008 y 2011.
Se amontonaron entonces los errores políticos y los escándalos judiciales. Y no sólo los derivados de la cultura bunga-bunga haciendo de Berlusconi una parodia de Tiberio, sino los delitos prosaicos del fraude fiscal. La Corte Suprema lo condenó definitivamente en 2013 a cuatro años de cárcel, aunque la letra de unas medidas de gracia promovidas por Romano Prodi en 2006 restringieron la condena a la pena de un año. Y hubo de expiarlo Berlusconi haciendo trabajos sociales en un centro de ancianos de Lombardía. Ancianos como él mismo, pues el trasplante capilar, los estiramientos de piel, su propaganda sexual y las terapias de rejuvenecimiento no pueden ocultar que Silvio Berlusconi nació en 1936, es decir, el mismo año en que empezó la Guerra Civil española.
La avanzada edad no disuade al ex primer ministro italiano de perseverar en la carrera política. Se halla todavía envuelto en cuatro procesos judiciales relacionados con el encubrimiento de la prostitución, la financiación ilegal y la corrupción de unos senadores tránsfugas, pero Berlusconi sostiene que sólo Berlusconi puede rellenar el hueco que había dejado vacante Berlusconi.
Es el problema que origina su máximo protagonismo y la razón por la que la derecha italiana, dividida, cuando no balcanizada, tampoco ha logrado sobreponerse a la retirada efímera y cautelar del líder de Forza Italia.
Enternecía escucharlo en su entrevista de propaganda a Canale 5, sobre todo cuando se recreaba con las piernas de la periodista Barbara D’Urso y sostenía que entre los líderes del centro derecha, sólo se veía a sí mismo.
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