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Columna
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NO más

Debe Colombia ser capaz de superar esta etapa y darle el SI a este proceso e iniciar el verdadero camino del posconflicto

Diana Calderón

Un Nuevo Acuerdo de Paz en Colombia debería ver la luz ojalá con el apoyo de los voceros del NO, quienes en cabeza del ex presidente Alvaro Uribe, los cristianos y los conservadores, entre otros, ganaron en el plebiscito por la paz y presentaron sus observaciones para que se mejorará el que se dijo era “el mejor acuerdo posible” con la guerrilla de las FARC.

El nuevo acuerdo sí es mejor. Y el que se había alcanzado previamente era el mejor en su momento, como lo dijo Humberto de la Calle, jefe negociador, porque el convencimiento que tenían gobierno y FARC sobre un triunfo arrasador del SI y la presión del tiempo, les quitó margen para hacer mayores exigencias después de seis agotadores años de negociaciones.

La voz del pueblo, como dirían algunos, abrió el espacio, obligó al Gobierno que así lo entendió y a las FARC que quedaron sin mayor opción.

El caso es que hoy no se sabe aún cuál será la decisión de los del NO frente al Nuevo Acuerdo. Han expresado que fueron notificados y no consultados y por eso rechazan que se trate del texto definitivo esperando que cualquier otra observación les sea incluida. Los cambios realizados al Acuerdo podrían incluso ser cobrados por la oposición para alimentar la lista de sus logros políticos pero otras voces advierten que este Nuevo Acuerdo tampoco llenará sus expectativas.

Valdría la pena que se dieran por superadas las diferencias que quedan y se abra paso la firma final como resultado de un consenso político que ya se probó es posible como ocurrió en tres semanas de intensas negociaciones del Gobierno y la oposición para acordar los cambios que se llevarían a La Habana.

De ese consenso debería salir también el mecanismo de refrendación e implementación. El país no aguanta una nueva discusión jurídica, eterna y estéril. Desconozco si el camino sea el gran acuerdo nacional que propone sin detalles el Centro Democrático, pero de Uribe depende, en eso no nos podemos volver a equivocar. Lo que no quiere decir que sin él no se pueda y se deba seguir adelante, pues el mandato lo mantiene el Presidente de la República.

El único tema en que no cedieron las FARC fue en el de la elegibilidad política automática sin que sea necesario el pago de penas. Lo que resulta obvio cuando el fin último de todo proceso de paz en la historia es el cambio de las armas por la palabra en los escenarios de la democracia. Todo lo demás que fue cambiado es sin duda mucho mejor que lo que había.

Hoy está claro en uno de los temas fundamentales que es la justicia, que el tribunal especial para la paz (JEP) tendrá un tiempo límite de 10 años, que habrá interacción entre esa justicia especial y la ordinaria, como lo pidieron las altas cortes y el propio fiscal general, y un juzgamiento diferenciado para militares y policías.

Además un tema en el que poco reparan algunos pero sí le importa mucho a otros se definió: no habrá afectación sobre la cosa juzgada y habrá tutela con revisión final y especial en la Corte Constitucional. Los empresarios tienen hoy mayor tranquilidad frente a su posible judicialización si de alguna manera intervinieron en el financiamiento de la guerra.

También para quienes expresaban reservas por las que consideraban insuficientes garantías para la propiedad privada. El papel de las FARC en el desmantelamiento del narcotráfico alcanza ahora mayor claridad pero sobre todo obligaciones así como sus deudas con las víctimas que deberán ser pagadas de lo que acumularon y escondieron, entre otras fuentes de reparación.

Debe Colombia ser capaz de superar esta etapa y darle el SI a este proceso e iniciar el verdadero camino del posconflicto. Es necesario sacar las agendas políticas de los organismos de inteligencia, de las creencias religiosas y de las licitaciones. De los fondos de vivienda, educación y de salud. Es imperativo.

Aunque creo que el péndulo electoral privilegiará en 2018 a las mismas figuras de los partidos actuales, pero más a la derecha o en un radical cambio de color, algunos estudios plantean que Colombia está dentro de los países que puede caer fácilmente en el populismo como ha ocurrido en Estados Unidos, o en el nacionalismo que analiza esta semana la revista Time.

Que valga la advertencia sobre el riesgo grande que implica esta guerra al interior del establecimiento político, y le demos una oportunidad a la reconciliación en Colombia y sobre todo a la justicia para que las generaciones por venir no reproduzcan los comportamientos de los padres de esta patria que ya ha soportado tanto saqueo.

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