_
_
_
_
_

Las zonas urbanas y la élite agraria de Colombia impulsaron el triunfo del ‘no’

Las regiones más golpeadas por la violencia apuestan por el 'sí'

Partidarios del 'no' celebran el resultado en Bogotá. MARIO TAMA AFP
Ana Marcos

Más de la mitad de los departamentos que conforman Colombia votaron a los acuerdos de paz con la guerrilla de las FARC en el plebiscito del domingo. 19 de 32. Pero no fue suficiente. El voto negativo de Antioquia, Santander, Norte de Santander y Cundinamarca fue suficiente para que el país tenga que volver a la mesa de negociación. De los más de seis millones de votantes que dijeron no, estas regiones aportaron más de dos millones. “Las zonas urbanas han sido determinantes en el resultado”, explica Ariel Ávila, analista política de la Fundación Paz y Reconciliación.

La campaña por el no basada en el miedo a que el país caminara hacia lo que los opositores denominan “el castrochavismo venezolano” consiguió hacer mella. En parte de la población existe la certeza de que Timochenko, líder de las FARC, “es un hombre poderoso que llegará a ser presidente en 2018”. Caló también la idea de que lo negociado traería más impuestos a un país mermado por la recesión económica. No ayudó la baja popularidad del presidente Juan Manuel Santos ni la mala imagen de la guerrilla tras medio siglo de guerra.

Los cuatro departamentos, con grande urbes, responsables del triunfo del ‘no’ dibujan un círculo de rechazo en el centro del país, a excepción de Bogotá D.C., donde el se impuso pero no fue lo suficientemente fuerte. Existían pocas dudas entre los estadistas y los ciudadanos de que Antioquia, bastión del expresidente Álvaro Uribe, principal opositor al proceso liderado por Santos, iba a seguir los mandatos de su líder. En Medellín, la capital de una región que ha vivido estigmatizada por el régimen de terror de Pablo Escobar, pero que no ha sufrido el conflicto armado con la misma virulencia que en las zonas rurales, el no ganó con un 62% de los votos.

Sus vecinos de Santander, hostigados por el paramilitarismo, tampoco aceptaron lo pactado durante cuatro años en La Habana. “En Bucaramanga, que no se ha sentido la guerra, el rechazo fue del 55,11%”, apunta el analista. Algo similar ha sucedido en Cúcuta, la capital del Norte de Santander que linda con Venezuela. Sus habitantes votaron por el no en un 65,3%, mientras que sus vecinos de departamento en el Catatumbo, zona liderada por tres guerrillas y narcotraficantes, apostaron por una alternativa a la guerra. “La clase baja que se pasa 18 horas trabajando al día y casi no tiene tiempo para leer, la media baja y la rica agraria dijeron 'no", explica Ávila. Los terratenientes colombianos compraron y difundieron el mensaje de que con la supuesta llegada del socialismo a Colombia "la propiedad privada peligraba".

Newsletter

El análisis de la actualidad y las mejores historias de Colombia, cada semana en su buzón
RECÍBALA

El experto también identifica una generación, entre 25 y 35 años, que se crió durante los ocho años que Uribe estuvo en el poder, y que “asumieron el discurso de que esto no era una guerra, sino una amenaza terrorista” con la que había que acabar con plomo. A estos jóvenes se unen los mayores de 50 años, en especial en las ciudades, que han aceptado el mensaje de que esta era “la paz de la impunidad” porque los máximos comandantes de las FARC no iban a pagar cárcel según lo acordado en la Justicia Especial.

“El mundo rural que ha vivido lo peor del conflicto optó por el ‘sí”, analiza Ariel Ávila. Los cinco departamentos más golpeados por el conflicto: Chocó, Cauca, Nariño, Putumayo y Vaupés decidieron creerse el perdón de las FARC. Estas regiones forman el segundo círculo en el que se dividió la noche del domingo el mapa del país, el de la periferia, donde todos los actores de la violencia en Colombia han perpetrado las mayores matanzas. En diciembre de 2015, Pastor Alape, comandante de la guerrilla, viajó hasta Bojayá para pedir perdón a los familiares de los 79 asesinados y los 100 heridos que provocó un cilindro explosivo en la iglesia del pueblo. Los vecinos tomaron la palabra y un 95% se la llevó a las urnas en forma de .

Lo más olvidados, los más golpeados, a los que si les ha tocado la guerra: Chocó: SI: 73,10% - NO: 26,89% Cauca: SI:...

Posted by Deon Lavid on Sunday, October 2, 2016

¿Por qué el Caquetá, el Meta o Tolima, zonas igual de afectadas, votaron en contra? “El resultado global en estos departamentos es el ‘no”, reconoce el experto, “pero hay abrir el mapa y ver que en el sur del Meta, región muy golpeada, se dijo ‘sí”. Lo mismo sucede en San Vicente del Caguán, la capital de la zona de despeje durante los acuerdos del expresidente Pastrana, la ciudad donde la extorsión era otra forma de rutina aprobó lo pactado. “La división en estos lugares tiene mucho que ver con la campaña emotiva que se ha hecho”, dice Ávila. El rencor de la guerra pudo más.

El granero de votos del santismo en pasadas elecciones, la zona Atlántica, tampoco sirvió de asidero al presidente. Salieron a votar 1.147.250 personas, 858.325 menos que en la segunda vuelta de las presidenciales de 2014, entre otras razones por las inclemencias climáticas provocadas por el huracán Matthew. Los niveles de participación se acercaron al 30%, cuando según los resultados electorales anteriores se podía haber alcanzado el 60%. “Al margen de la lluvia, en Colombia la abstención suele ser del 50% en lo que se consideran elecciones normales, en este caso se esperaba un 30% más y al final ha sido menos, un 62% de abstención”.

A los que se quedaron en casa las encuestas los tenían más o menos localizados. Los del no oculto esperaron hasta llegar a las urnas para decir su verdad. “Se denomina el síndrome del buen encuestado”, plantea Ávila, “a la gente no le gusta parecer bruta y menos en este caso diciendo no a algo tan bonito como la paz”.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Ana Marcos
Redactora de Cultura, encargada de los temas de Arte. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Fue parte del equipo que fundó Verne. Ha sido corresponsal en Colombia y ha seguido los pasos de Unidas Podemos en la sección de Nacional. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de periodismo de EL PAÍS.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_