“Siria está enferma”
La fotógrafa siria Carole Alfarah documenta la soledad, intimidad y dignidad oculta y destruida por las bombas que monopolizan el relato casi único de la guerra
Cuando Carole Alfarah (Damasco, 1981) regresó a su barrio en octubre del pasado año se encontró con el silencio. Muchos de los vecinos de este distrito de la capital siria habían salido del país a causa de la guerra. "Ahora no podía confiar en nadie". Entró en su domicilio con ayuda de un amigo y allí permaneció durante horas. También en silencio. Para no ser importunada usó el móvil en lugar de la cámara, que con sus clics llamaría la atención. Pasó la noche sin dormir mientras seguía inmortalizando recuerdos con el teléfono. Como esa foto de carné de cuando tenía ocho años que hoy usa de tarjeta de presentación. "Mi casa puede ser como la ventana de Siria", cuenta Alfarah desde una sala de Casa Árabe, en Madrid. Allí expone Wa Habibi (Oh, mi amor), una muestra de fotografías de varios viajes hechos al país desde que la joven damascena abandonase su ciudad rumbo a Barcelona en diciembre de 2012. Las instantáneas no tienen dirección aunque fueron tomadas en varias de las provincias asoladas; pretenden ser piezas de esa Siria importunada, violada, que perdió la intimidad cuando el muro de la casa fue agujereado por una bomba.
Pregunta. Si piensa en Siria, ¿qué foto tiene en la cabeza?
Respuesta. Todo se me queda en la cabeza. Es una locura. Yo no tengo solo una imagen, si entras en mi cabeza no vas a entender nada. Para mí fue muy difícil hablar de la guerra en Siria porque todo está muy grabado, lo que fotografié con la cámara y el móvil, y lo que no pude fotografiar.
P. ¿Qué siente cuando fotografía su tierra, donde nació, devastada?
R. Nunca quise ser fotógrafa de guerra, pero la guerra vino a mi casa. Hay momentos que son muy duros. Cuando veo con mi cámara tanta violencia, cuerpos quemados, creo que no es real. Pero cuando quito la cámara no puedo verlo. Soy frágil, no me gustan las películas de terror o acción. Tenía mi mundo feliz y no entendía la violencia. La cámara me ha permitido ver esta realidad diferente, aunque después he tenido problemas cuando he descargado las imágenes. No pude tomar distancia. Me preguntaba cómo podía haber hecho esas fotos. Algunas no las he enviado a ninguna agencia y las borraré porque son una falta de respeto a las personas que se están muriendo. Hay una distancia psicológica gracias a mi cámara, pero no ha habido distancia profesional. No creo que haya que alejarse de las personas para fotografiarlas.
P. Pero las cosas son muy diferentes cuando eres del lugar...
R. Desde que salí de Siria siempre he querido volver. Estuve en Barcelona recuperándome y hace un año que estoy en Madrid. Pero he estado muy conectada a Siria, hasta el punto de que era como una tortura: ni estaba ayudándome a mí misma ni a la gente en Siria. Pero llegó este proyecto. Todos los sirios que estamos fuera tenemos dos personas en el interior. Yo tengo la Carole Siria y la Carole Madrid. El mismo carácter y la misma persona pero con una parte conectada totalmente a Siria y otra que intenta sobrevivir, conectar con las nuevas personas y cosas que pasan. Es muy difícil pero creo que somos capaces. Es una locura, pero nadie ha salido de la guerra como era antes.
P. ¿Reconoce en lo que vemos estos días a la Siria que recuerda?
R. En la exposición pongo una frase: "Siento que he olvidado todos los momentos hermosos que he vivido en Siria". Lo que veo en las noticias es la Siria destruida, dañada. Un ejemplo: Siria es una mujer, porque lo es en árabe. Veo a mi país como la más guapa del mundo, ese es el recuerdo que tengo, al margen de la parte política. Y esta persona tan guapa ahora está enferma, tiene un cáncer y está perdiendo todo lo bonito que tiene; ha perdido su color, su pelo, está delgada... Reconozco a mi país porque lo conozco, pero la nueva generación nacida en la guerra no va a tener la misma experiencia. Siria está enferma. Las noticias no enseñan suficientemente lo que pasa, muestran la parte más fea de la Siria fea: la gente con armas, la que tiene el poder... No muestran la Siria frágil y cansada; todos estamos muy cansados. Tampoco enseñan la Siria silenciosa, porque ha perdido una parte que está muerta.
P. Y ahora nos sorprenden imágenes de sirios tomando té y de niños jugando en la calle.
R. Durante la guerra, en lugares muy peligrosos, muchos sirios intentaron seguir con la vida, beber té, jugar... De un modo surrealista. Tengo amigos en Damasco y Alepo que me decían que iban a seguir viviendo la vida, con su shisha y té porque podían morir en cualquier momento. Si iban a morir preferían disfrutar. No los vimos durante la guerra. Ahora tenemos un alto el fuego que ojalá funcione, aunque puede ser artificial, y vemos estas imágenes de la vida cotidiana... La gente estuvo bebiendo el té y viviendo la vida durante la guerra. Los sirios tienen una gran fuerza para vivir. Si nos preguntamos por qué hay 13 millones de personas, entre desplazados y refugiados, fuera del país es porque han salido de zonas de combate, querían vivir. Somos la mayoría de la gente, pero no tenemos voz. La mayoría de los sirios no quieren guerra.
P. Si funciona el alto el fuego, si puede regresar, ¿qué foto quiere sacar?
R. Estoy esperando ese día, hacer la foto, pero va a ser muy difícil de publicar porque estoy segura de que el mundo va a olvidar a Siria. Vamos a tener paz con muchas heridas, con destrucción y pobreza y la gente no va a pensar en nosotros como en Irak, Afganistán...
P. Puede pasar...
R. Pero voy a volver y buscar las personas que han perdido todo. Lo hemos perdido pero vamos a reconstruir, no solo poner piedras sino reconstruir nuestra vida de nuevo. No sé que me espera porque nunca he vivido una guerra. Aun así, espero este día para vivirlo con la gente que no interesa.
La exposición Wa Habibi estará abierta al público en Casa Árabe (Madrid) hasta el 15 de noviembre de 2016.
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