Hermanos de médula
La fundación alemana DKMS organiza encuentros entre donantes y trasplantes
Los ojos llorosos de Luis José Mejías y la caja de bombones que sujeta nervioso Waldemar Böw anticipan, antes incluso de que empiecen a hablar, que su encuentro ha sido emocionante. Los dos hombres —el primero, chileno de 51 años; el segundo, alemán de 24— celebran su recién descubierta relación: ambos comparten médula ósea, un valiosísimo componente biológico que es el encargado de generar los glóbulos y plaquetas de la sangre.
Hay poco de azar en este inusitado parentesco. Luis, que es ingeniero eléctrico, dice que son “gemelos de genes”. Waldemar se apuntó a ser donante de médula para la fundación alemana DKMS, que ha invitado a EL PAÍS a asistir al acto, mientras estaba en el Ejército, hace cuatro años. Y una llamada hace poco más de dos, en febrero de 2014, le confirmó lo que esperaba: que había un paciente compatible con sus células que necesitaba un trasplante. “Me alegré mucho de que me eligieran. Me había apuntado para ayudar a alguien, aunque no tenía mucha confianza en que me tocara”, cuenta mientras sujeta con un brazo a Luis, y, con el otro, a su novia Katherina Krutzarew.
“Me ha salvado la vida”, interrumpe Luis, mucho más vehemente. El hombre no puede evitar abrazar de vez en cuando al mocetón. Es su manera más eficaz de comunicarse. Ni los chilenos —Luis ha venido a Berlín desde Santiago con su mujer, Patricia Falcón— ni los alemanes hablan inglés, y, mucho menos, el idioma de los otros, así que la conversación mezcla muchos gestos y una improvisada traducción en cadena español-inglés-alemán. Parece el juego infantil del mensaje que va pasando de boca en boca hasta perder el significado original, pero, en esta ocasión, lo que seguro que no mengua en cada paso es la emoción.
DKMS, que tiene una base de datos con 6,3 millones de pacientes, es la mayor organización en este campo. En España, la Red de Donantes de Médula Ósea (Redmo), por ejemplo, tiene algo más de 250.000. “Es importante tener muchos para poder atender a todos los tipos de perfiles genéticos”, explica Stephen Schumacher, responsable para la expansión internacional de la organización, lo que no quita que, como en el caso de Luis y Waldemar, las distintas bases de donantes hablen entre sí continuamente. La fundación, de hecho, tuvo un tropiezo con la Organización Nacional de Trasplantes española (ONT)por captar donantes sin permiso, y la situación acabó en los tribunales. Carmina Caralps, la directora (CEO) de la oficina española de DKMS, afirma que han retirado la última demanda que quedaba, y que se concentrará “en iniciativas centradas en el paciente”.
En España y otros países del sur de Europa y Latinoamérica, los donantes no pueden conocer a los receptores, ni viceversa, para evitar problemas emocionales o que surjan casos de posibles intereses o presiones. En Alemania, DKMS cree que es una manera de celebrar la solidaridad. El proceso lleva un tiempo. No se inicia hasta los dos años de la operación, y, si ambas partes están de acuerdo, empieza con el envío de cartas sin remite ni dirección a través de la organización. Luego se les propone verse, como en esta fiesta del 25 aniversario de DKMS. “En los tres años que llevamos haciéndolas, nunca hemos tenido problemas porque se vieran”, afirma Sandra Bothur, número dos de la organización. A su alrededor, otra veintena de grupos de pacientes, donantes y familiares y amigos repite el momento de regalos, nervios, lloros y risas de quienes se encuentran con alguien muy especial.
Para Luis y Waldemar, no hay duda. “Anoche no pude dormir esperando conocerle”, dice el chileno. “Estuve mucho más nervioso porque le iba a ver que cuando estuve en el ejército o cuando me llamaron para donar”, coincide el alemán. Sus parejas también están de acuerdo entre sí: uno por haber salvado una vida y otro por haber superado una leucemia con tan buen humor, son sus héroes.
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