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Europa es un concepto lejano en el corazón de la UE

Bruselas ignora el aniversario europeo mientras parte de la ciudadanía reniega de las instituciones

Álvaro Sánchez
Juan Carlos Pérez y Azgard Mohamed en el gimnasio Fire, junto a Molenbeek, Bruselas.
Juan Carlos Pérez y Azgard Mohamed en el gimnasio Fire, junto a Molenbeek, Bruselas.Delmi Álvarez

Mientras los ministros de Economía de la Unión Europea discutían sobre el futuro de la deuda griega en Bruselas en pleno Día de Europa, Azgard Mohamed, bruselense de padres marroquíes de 36 años, levantaba pesas en un gimnasio junto al barrio de Molenbeek, también en Bruselas.  Como la decena de personas que en ese momento ponían sus cuerpos a prueba, desconocía la festividad comunitaria pese a que la ciudad es sede de las instituciones europeas desde hace más de medio siglo. Su desconexión de lo que sucede a unos pocos kilómetros de donde vive le lleva a ignorar también la misma existencia de la Comisión Europea, el órgano Ejecutivo de la UE, y a identificar únicamente la presencia del Parlamento, del que se burla partiendo la palabra en dos: parla-ment, usando los términos franceses parler —hablar— y mentir.

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Sin llegar a ese extremo, la indiferencia o el desencuentro ante la condición de capital europea de Bruselas son sentimientos usuales entre sus ciudadanos. "Las instituciones comunitarias se construyeron sin un proyecto urbano, como edificios y administraciones aisladas", explica Eric Corijn, sociólogo y filósofo de la Universidad Libre de Bruselas y autor del libro The Brussels Reader, en el que aborda la compleja relación entre las instituciones y la ciudad. "Nunca han reflexionado sobre cómo construir la capitalidad de Europa. No hay centros culturales europeos, ni festivales de teatro o arte europeo", añade. Corijn vuelca sobre el papel su experiencia como profesor de expatriados, que lejos de integrarse, socializan entre ellos ampliando la brecha entre el bruselense y las personas que podrían servir para humanizar los organismos comunitarios.

"No se mezclan, son una élite social, una casta invisible fuera de sus entornos habituales y con unos recursos financieros enormes", señala sobre los funcionarios europeos Juan Latorre, coordinador del programa de cohesión social de Schaerbeek. La suya es una de las zonas que conforman el llamado croissant pauvre (cruasán pobre), un conjunto de barrios entre los que también están Molenbeek o Anderlecht, que unidos en el mapa conforman una forma muy parecida al del popular desayuno. En ellos se concentra gran parte del alto porcentaje de parados de Bruselas —el desempleo ronda el 18%, más del doble que la media del país—.

Para Philippe van Parijs, catedrático de Filosofía de la Universidad Católica de Lovaina, una solución para reducir esa fractura que separa al funcionariado del resto de la población pasa por establecer escuelas donde "los hijos de los eurócratas y expatriados crezcan junto a los del resto de bruselenses de origen belga y extranjero". Van Parijs acusa a las autoridades belgas desde hace años de permitir una política de apartheid por las restricciones de acceso a los elitistas colegios europeos en Bruselas, con plazas limitadas a hijos de funcionarios a las que ni siquiera motivos de cercanía permiten entrar a la población local por estar "reservadas a una casta".

Fachada del edificio 'Berlaymont' de la Comisión Europea en Bruselas.
Fachada del edificio 'Berlaymont' de la Comisión Europea en Bruselas.EFE

El impacto económico de los cerca de 40.000 funcionarios —y de los miles de lobistas y centenares de periodistas— que trabajan en la capital se deja sentir de varias formas. "Para la economía de Bruselas es positivo, pero no pagan impuestos en Bélgica y necesitan servicios", contrapone el profesor Corijn. Los que viven en la ciudad cuentan con un poder adquisitivo alto, y han hecho del barrio europeo un territorio inabordable para parte de la población al elevar el precio de las viviendas, pero su presencia también genera beneficios: "Es un prestigio para la ciudad tener las instituciones, y podemos suponer que atrae a empresas y multinacionales, lo que aumenta el potencial de creación de empleo", concede el coordinador social de Schaerbeek, que también desconocía la celebración este lunes del Día de Europa.

El gimnasio Fire está situado en Molenbeek, otro punto de ese croissant de pobreza donde vive una amplia comunidad de origen marroquí en la que crecieron algunos de los terroristas que atentaron en París y Bruselas. Los responsables de la instalación trabajan con autoridades locales para integrar por medio del deporte a jóvenes con problemas de fracaso escolar o delincuencia. Allí la idea de Europa es difusa. "Las instituciones están aquí sí, pero ¿sirven al pueblo? No especialmente. Por mí pueden deslocalizarlas a otro país. Podría ser mejor para Bélgica", opina Rabhiou Yassine, de 37 años, bruselense hijo de marroquíes que trabaja como educador social en dos colegios y levanta pesas como complemento al baloncesto, su verdadera pasión.

Tanto él como algunos de los que le acompañan entre las máquinas, son hijos de los que ayudaron a levantar algunas de las mayores construcciones de Bruselas, como las mismas instituciones europeas o la Tour de Midi, un inmenso edificio de 150 metros que ostenta el título del más alto de Bélgica. "Mi padre siempre me recordaba cuando pasábamos por delante el enorme agujero que tuvieron que cavar para empezar a hacerlo", recuerda Yassine. Todos coinciden en que, a diferencia de lo que sucede actualmente, a sus padres no les faltaba el trabajo.

Exportando riqueza

La región de Bruselas recibirá de Europa 95 millones de euros en fondos FEDER al desarrollo en el periodo 2014-2020, con los programas de empleo e integración de inmigrantes como grandes receptores de esas ayudas. Pese a ser la zona más rica del país y una de las más prósperas, vive una paradoja que sus mismas autoridades reconocen: "Bruselas se beneficia muy poco de la riqueza que produce, especialmente por la problemática de los trabajadores desplazados. Más de la mitad de los empleados viven fuera de la ciudad", indica un documento de la región, que admite que uno de cada tres de sus habitantes vive en riesgo de pobreza, el doble de la media nacional.

"A las instituciones las vemos muy de lejos. Como la Europa de los ricos. Es una Europa que está por encima. No vemos esa Europa tan bonita cuando trabajamos con los jóvenes", lamenta Juan Carlos Pérez, de 58 años, el responsable del gimnasio, bruselense de origen español. En el barrio europeo la percepción es diferente. "Por supuesto que es positivo que estén aquí. Hay una vida cultural más variada. Es una ciudad más internacional", apoya Christian Sindic, neurólogo de 66 años que trabaja junto a los organismos comunitarios. Él sí sabe lo que se conmemora el 9 de mayo.

Tal vez sea porque en Bruselas, Europa ha pasado a ser un asunto de barrio.

La celebración, el 28 de mayo

Los actos de celebración del Día de Europa, que cada año conmemora la Declaración de Schuman el 9 de mayo de 1950, embrión de la UE, han sido aplazados en Bruselas hasta el próximo 28 de mayo. Ese día la capital belga acogerá 60 actividades, entre ellas jornadas de puertas abiertas en las principales instituciones, actividades interactivas sobre la crisis de refugiados o un videojuego en el que, tal y como informa la Comisión, "padres y niños pueden convertirse en agentes anticorrupción de la OLAF", en referencia al organismo antifraude comunitario.

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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