La derrota de Rousseff aboca a Brasil a una complicada transición política
El vicepresidente Michel Temer ya negocia un gabinete en la sombra. La presidenta asegura que no renunciará
La aprobación del Congreso brasileño, el domingo, del inicio del proceso de destitución de Dilma Rousseff tiene un efecto fulminante en el maquiavélico rompecabezas político de Brasil: el poder comienza a escapársele de las manos a la presidenta, a un paso solo ya de ser descabalgada del cargo, y le empieza a llegar a su actual peor enemigo, el vicepresidente Michel Temer. Este maniobra en la sombra con ciertas personalidades reconocidas a fin de preparar un Gobierno solvente, sobre todo en materia económica. Pero Temer, un político veterano, sabe que la transición a la que aspira no va a resultar fácil.
En primer lugar, nada apunta a que Dilma Rousseff, conocida por su fuerte carácter y poco dada a renunciar ni a dar su brazo a torcer, vaya a rendir el cargo a la primera derrota. El abogado del Estado, el exministro de Justicia José Eduardo Cardozo, se mostró explícito el domingo: “Si alguien imagina que Dilma se va a inclinar, se equivoca”.La presidenta ha perdido el primer asalto en el Congreso por más votos de lo esperado, 367 en contra y solo 137 a favor, en una jornada histórica y hasta cierto punto humillante. Es cierto. Pero también lo es que no deberá abandonar el poder hasta que el Senado, en una votación que aún no tiene fecha, pero que probablemente se celebrará a primeros de mayo, se pronuncie también a favor de iniciar el proceso de impeachment. Bastará una mayoría simple, no dos tercios como en el Congreso, y la prensa brasileña asegura que, hoy por hoy, la mayor parte de los senadores quiere a Rousseff fuera.
Aquí entra en juego un tercer personaje importante en la historia, el presidente del Senado, Renan Calheiros, de la misma formación que Temer, el Partido do Movimento Democrático Brasileiro (PMDB), clave en la crisis. Calheiros, ahora aliado de Rousseff y enfrentado al vicepresidente, tiene en su mano arbitrar los tiempos del proceso, esto es, alargarlo o acelerarlo. Tanto Temer como Rousseff, según informaciones de la prensa brasileña, se aprestan a negociar con él. El vicepresidente quiere que lo apresure a fin de que los senadores no cambien de opinión; Rousseff persigue todo lo contrario. Temer sabe que, aunque está a un paso de convertirse en presidente de Brasil, su hipotético Gobierno no va a ser sencillo.
A los brasileños no les gusta este político tristón, oscuro, profesoral, sin chispa ni carisma, al que alguien describió, por su aspecto serio y algo gótico, como “típico mayordomo de una película de terror”. En una encuesta realizada este mismo domingo por A Folha de S. Paulo entre las personas que salieron a la calle, tanto a favor como en contra del impeachment, quedó patente el rechazo a Temer. Nunca se ha presentado a unas elecciones protagonizando el cartel. Muchos especialistas dicen que el país tolera a los corruptos, pero no a los traidores, y Temer comienza a ser visto como tal tras darle la espalda a la presidenta, con la que se alió para acudir a las elecciones. Y él tampoco se ha librado de algunas delaciones turbias del caso Petrobras. Este experto en Derecho Constitucional sabe también que si Dilma Rousseff es derrotada en el Senado, contará —si ella no renuncia entonces, cosa probable— con 180 días en los que la presidenta deberá dejar el cargo mientras se le juzga. En ese tiempo, Temer tendrá que gobernar de modo que el regreso de Rousseff, caso de que supere el juicio de destitución, sea políticamente inviable. En una palabra: contará con esos días para hacerse imprescindible.Para eso ya se está rodeando de especialistas económicos capaces, a su juicio, de enderezar la marcha de la catastrófica economía brasileña, que retrocede a razón de más de un 3% en la actualidad. Temer ya ha contactado con Henrique Meirelles, expresidente del Banco Central con Lula, y con Armínio Fraga, también expresidente del Banco Central, pero con el más conservador Fernando Henrique Cardoso. El vicepresidente considera que debe abordar ajustes fiscales urgentes en cuanto se haga con el cargo. Ya ha avisado en los últimos días: “Habrá que hacer sacrificios”. El domingo, tras la votación, insistió: “Ahora viene lo más difícil”.
Los mercados confían en él. O por lo menos mucho más que en Rousseff. La Bolsa subió el lunes menos de lo esperado e incluso a media mañana llegó a perder medio punto, pero los expertos aseguran que se debe a que la derrota de Rousseff en el Congreso se daba ya por descontada. Bastará que Temer se afiance para que los valores remonten y el dólar baje, auguran estos mismos expertos. Enfrente, eso sí, tendrá a la poderosa máquina del Partido de los Trabajadores (PT), la formación de Lula y de Rousseff, temible cuando se encuentra en la oposición por su capacidad de convocatoria en la calle y más si considera que se le ha escamoteado el poder por medio de un golpe de Estado encubierto travestido de proceso legal, que es como ha descrito la presidenta al juicio político.Temer se apresuró a asegurar hace días, mediante un mensaje en sus redes sociales, que no piensa recortar programas sociales emblemáticos como el Bolsa Familia (destinado a las madres con hijos en edad escolar) tal y como pronosticó Rousseff días atrás. Es un ejemplo de cómo se va a desarrollar este ajedrez del poder los próximos días en Brasil: una disputa a cara de perro entre un vicepresidente en ascenso contra una presidenta en caída arbitrada por un presidente del Senado que aún nadie sabe cómo piensa.
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