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¿Mundial de fútbol? No, la votación del impeachment

Los ciudadanos favorables a la destitución acuden a un restaurante vestidos de verde y amarillo para seguir la votación en la televisión

Felipe Betim
En un restaurante de São Paulo siguen el impeachment en vivo.
En un restaurante de São Paulo siguen el impeachment en vivo. F. B.

Verde y amarillo. Estos son los colores que se veían este domingo al entrar en el restaurante Spot, en el acomodado barrio de Bela Vista, en la ciudad de São Paulo. Allí, a escasos pasos de la avenida Paulista, la principal vía de la ciudad, los ciudadanos favorables a la destitución de la presidenta Dilma Rousseff (PT) se reúnen para comer con familiares y amigos mientras arranca la transmisión de la votación en la Cámara de los Diputados. "Tenemos esta gran pantalla para días especiales, como el día de los Oscar, el Mundial de Fútbol... Y por supuesto que para hoy, el día de la votación", explica Sergio Kallil, uno de los socios de este tradicional restaurante, que lleva 22 años abierto.

Se trata de un tradicional sitio de la clase media-alta de São Paulo, donde la mayoría de los que allí están lucen ropas y relojes carísimos y pagan, de media, unos 40 dólares por un almuerzo completo (plato principal, bebida y postre). Mientras disfrutan una copa, esperan ansiosos para que la Cámara apruebe la destitución de la presidenta. "Creo que van a aprobar el impeachment, pero habrá sorpresas. Cada voto será un penalti", opina Fabio Silveira, de 36 años. Para este administrador de empresas, la presidenta ha perdido la capacidad de dialogar y se encuentra aislada. "Ya no puede gobernar y debe irse. Es como un director de una empresa que tiene que ser sustituido", añade. Para él, el vicepresidente Michel Temer (PMDB) es un "gran conocedor" de la Constitución que puede dialogar con el Congreso.

En una mesa cercana, las amigas Susana, Corina y Sabrina coinciden en que la destitución "tiene que ser solo el primer paso para "echar a todos". "Temer y Cunha [el polémico presidente de la Cámara] también tienen que dejar sus puestos. Hoy es solo el comienzo de algo mayor", opina Susana, de 52 años. Sin trabajo y recién separada de su marido, esta intérprete en conferencias internacionales viajará a Alemania en junio sin billete de vuelta para empezar de nuevo. "Soy autónoma y tengo propuestas de trabajo. Es triste porque quiero a mi país, pero aquí ya no hay nada".

Los tres hijos de su amiga Corina, de 49 años, ya abandonaron Brasil para vivir en Suiza y España. "Tenemos que dejar claro que basta ya de corrupción. Creo que hemos plantado una semilla para un Brasil nuevo, serio y limpio, en el que sus gobernantes piensen en el país y no en si mismos", opina.

El empresario Ricardo, de 61 años, explica que la corrupción siempre ha existido. "Pero al menos antes tenían competencia. Ahora ni eso. Hay 10 millones de parados, y la mayoría con hijos. Es muy triste". Su amigo Wu Shih Ping, que nació en China y llegó a Brasil cuando tenía solo tres años, añade: "En Islandia, el primer-ministro dimitió por los papeles de Panamá. David Cameron tuvo que dar explicaciones. Aquí, nada. Ni siquiera piden disculpas. Urge una reeducación moral", dice este jubilado, de 71 años.

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Sobre la firma

Felipe Betim
Nacido en Río de Janeiro, ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Escribe sobre política, temas sociales y derechos humanos entre otros asuntos. Es licenciado en Relaciones Internacionales por la PUC-Río y Máster de periodismo de EL PAÍS/Universidad Autónoma de Madrid.

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