Un teléfono para los mexicanos que cruzan la frontera al norte
El Centro de Información a Mexicanos de Tucson atiende casi 100.000 llamadas al año
A las 9.47 de la mañana del pasado 3 de marzo, se recibió en el Consulado de México en Tucson una llamada angustiosa. Un hombre estaba perdido en el desierto de Arizona después de tratar de entrar ilegalmente en Estados Unidos por la zona de Aguaprieta. Llamó desde un teléfono móvil en el que milagrosamente le quedaba batería después de dos días vagando sin comer ni beber. El Consulado llamó a la Patrulla Fronteriza, por un lado, y a los centros de migrantes de Nogales, por otro, para tener un perfil de quién era esta persona. Al tiempo, le dijeron que llamara al 911 para que pudiera localizar aproximadamente el teléfono. En esa zona había un incendio. Una avioneta del Servicio Forestal que detecta el movimiento en el suelo lo localizó en un lugar llamado Peloncillo Mountains, cerca de Nuevo México. Un helicóptero de la Patrulla Fronteriza lo rescató a las 12 del mediodía.
El Consulado de México en Tucson, Arizona, recibe entre 700 y 800 llamadas al día y el 70% de ellas son para preguntar por el paradero de personas que iban a cruzar ilegalmente a Estados Unidos. Son la cara más dramática del teléfono de México en EE UU, el 1 855 4636395, que recibe el nombre de Centro de Información y Asistencia a Mexicanos (CIAM). Es una especie de cerebro de la red consular más grande del mundo, la de México en EE UU. El mismo teléfono que sirve para ese rescate en el desierto, da información fiscal o de actualidad migratoria, o tranquiliza a la gente sobre eso que han oído de que van a construir un muro en la frontera.
Durante una visita una mañana reciente de abril, a las 12:44 sonó una llamada similar. El agente F. A. empezó a preguntar: “¿Por dónde cruzó? ¿De dónde venía?” Lo primero que hacen estos telefonistas cuando se le pregunta por una persona desaparecida es consultar las bases de datos públicas de personas en Estados Unidos. En segundos, con la otra persona al teléfono, consultan las bases de datos del sheriff, los juzgados y el sistema penitenciario. Si ha tenido algún contacto con la autoridad, estará ahí.
En este caso, la persona que había cruzado unos días antes aparecía detenida por un juzgado de Laredo, Texas. Con un detalle: es testigo de la acusación contra el coyote que lo llevó al otro lado. La fiscalía ofrece a los detenidos al cruzar testificar en contra de los coyotes o polleros a cambio de una deportación limpia, sin prohibición de volver a entrar en el país. En ese momento, F. A. le dice a su interlocutor que no puede darle más detalles de la persona. “Tienen que demostrar el parentesco”, explica. “Podría ser el propio coyote el que está llamando para saber dónde está esta persona”. Mientras se produce esta conversación, en el puesto de telefonista de al lado otra agente resuelve una duda sobre una declaración de impuestos.
“La idea es atender de forma profesional e inmediata llamadas de connacionales que tienen dudas sobre los servicios consulares”, explica el cónsul mexicano en Tucson, Ricardo Pineda. El CIAM recibió 26.300 llamadas en sus primeros seis meses, en el año 2013. La cifra ha crecido hasta 92.500 llamadas en 2015. Este año lleva 13.000 en los dos primeros meses. “La media ha pasado de 250 consultas diarias a unas 800”, asegura Gabriela Rodríguez, coordinadora del centro de llamadas. El equipo ha crecido hasta 40 personas que cubren turnos de ocho horas.
Los telefonistas reciben formación no solo en recursos de información, sino en psicología. Visitan la frontera, reciben cursos de la patrulla fronteriza y visitan los centros de detención y los comedores sociales para migrantes en Nogales, Sonora. El objetivo es que sepan siempre de qué están hablando. “A veces a la gente al otro lado se le salta el llanto o entra en crisis y les ayudamos a tranquilizarse”, explica F. A.. “Otras veces es el coyote”. Piden que no saquemos los nombres completos de los operadores porque “el crimen organizado está muy activo a ambos lados de la frontera”. No quieren que el interlocutor pueda tener algún tipo de poder sobre el agente.
En otro puesto, otra operadora deletrea con paciencia infinita la dirección postal de la prisión de Florence, Arizona, para una señor de Guerrero que necesita enviar dinero a su esposa, presa desde que intentó cruzar a finales de marzo. “Le explicamos cómo comunicarse con ella. En la prisión no avisan a los presos cuando les ha llegado el dinero, por lo que tiene que hacer el envío y al mismo tiempo escribirle una carta”, explica la operadora K. M. Les ocurre a menudo, unas 30 veces diarias, que les llaman presos para que llamen a sus familias en México, porque este número es gratis.
“Lo más difícil es cuando no podemos encontrar a la persona que ha cruzado y no podemos dar la información a alguien angustiado al teléfono”, dice la coordinadora Gabriela Rodríguez. En 2013 recibieron 85 llamadas sobre personas perdidas en el desierto a las que consiguieron rescatar. El personal de este Consulado es el que va a identificar cuerpos de migrantes a la morgue de Tucson, un lugar donde se acumulan más de un centenar de cadáveres al año recuperados en el desierto. Algunos son recientes, otros llevan meses o años en el desierto. El año 2010 marcó un récord en esta macabra estadística con 223 cuerpos recuperados. El año 2014 fueron 107, según datos del forense de Tucson.
El CIAM nace de un call center que tuvo que poner en marcha la legación de Tucson ante la avalancha de consultas cuando en plena ofensiva antiinmigrantes en Arizona en 2010 se aprueba la ley SB1070, que básicamente permite a la policía parar a alguien por la calle y pedirle sus papeles solo por el color de su piel. Eso evolucionó en el teléfono de información de todos los servicios consulares y hoy es el call center —aunque sus responsables detestan el término— que da servicio a todos los mexicanos en Estados Unidos. Para poder hacer una gestión en Los Ángeles o Nueva York, antes la persona ha hablado por teléfono con alguien que está en Tucson. En febrero de este año inauguraron nuevas instalaciones.
“Hemos evolucionado con los acontecimientos”, dice el cónsul Pineda. Han pasado de dar información sobre una ley de Arizona a informar sobre los programas de protección contra la deportación del presidente Barack Obama. De recomendar abogados a presos que llaman desde la cárcel hasta convertirse en coordinadores de rescates. Lo último, es gente que llama preocupada por la campaña electoral. “Obviamente, con la carrera presidencial de EE UU hay inquietud sobre lo que va a suceder. Les decimos que no ha cambiado nada”.
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