Zika, ISIS y Trump
Los tres son la versión siglo XXI de antiguos fenómenos: las epidemias, el terrorismo y la demagogia
No podrían ser más diferentes. El zika es un virus, el ISIS es un grupo terrorista y Trump es... Trump. Los tres han sorprendido el mundo. Y resulta que tienen más en común de lo que parece a primera vista. Son la versión siglo XXI de antiguos fenómenos: las epidemias, el terrorismo y la demagogia.
La epidemia del zika comenzó en 2015, el ISIS (el acrónimo en inglés del Estado Islámico) nació en 2014, y Donald Trump anunció su candidatura a la presidencia de Estados Unidos en 2015.
No obstante, ninguno de los tres es nuevo. El virus del zika fue identificado por primera vez en 1947 cuando se encontró en un mono en una selva en Uganda. Los líderes del ISIS tienen una larga trayectoria en otras organizaciones terroristas islamistas. Y ya en 1987, Donald Trump anunció a los medios de comunicación que pensaba ser candidato a la presidencia de Estados Unidos. Ese plan no prosperó, pero en 2000 Trump participó como candidato presidencial en las elecciones primarias del Partido Reformista.
Si bien epidemias, terroristas y demagogos los ha habido siempre, sus recientes manifestaciones han cogido al mundo por sorpresa. Y sin respuestas para contrarrestar sus nefastos efectos.
Se sospecha que el virus del zika se transmite principalmente a través del mosquito Aedes aegypti. En febrero, la Organización Mundial de la Salud declaró que tanto el súbito aumento ocurrido en Brasil de recién nacidos con defectos craneales (microcefalias), así como de personas afectadas por el síndrome de Guillain-Barré (una rara condición que afecta al sistema nervioso), constituían una preocupante emergencia internacional de salud pública. El Aedes aegypti es bien conocido por las autoridades sanitarias y por los científicos, pero el nuevo virus que transmite, el zika, no lo es. Se están haciendo cuantiosas inversiones para prevenir los brotes y contener la epidemia. También se han intensificado las investigaciones científicas para encontrar vacunas y curas. Pero la realidad es que la comunidad internacional no está preparada para enfrentar la epidemia y es mucho lo que se desconoce de esta amenaza o sobre la manera de combatirla. Es un viejo virus que ha adquirido una nueva potencia.
Exactamente lo mismo puede decirse del terrorismo islamista. Existe desde hace mucho tiempo pero su letalidad ha venido aumentando hasta alcanzar extremos inéditos. Comparado con las más recientes atrocidades de Boko Haram o del ISIS, los horrendos actos terroristas de Hezbolá o Hamás hasta podrían parecer reticentes. Inclusive para Al Qaeda, la violencia del ISIS resulta inaceptable. El comando central de la organización que lideró Osama bin Laden emitió un comunicado distanciándose del ISIS y aclarando que no tiene vínculos con esa organización. “Al Qaeda no es responsable de los actos del ISIS”, insiste el comunicado.
Las tácticas y actuaciones del ISIS no solo han sorprendido a Al Qaeda. Su crueldad, eficacia y métodos de reclutamiento y financiación y su novedoso uso de redes sociales, así como sus tácticas militares, también tomaron por sorpresa a Gobiernos con larga experiencia en lidiar con el terrorismo islamista. “El ISIS es diferente” es el resignado y reiterado reconocimiento que se oye en las agencias de seguridad de los países amenazados.
Eso mismo dicen de Donald J. Trump los líderes del Partido Republicano que intentan bloquear su candidatura y los analistas políticos que nunca imaginaron que el empresario pudiese llegar tan lejos: “Trump es diferente”. Al igual que el ISIS lo ha hecho con respecto al terrorismo, las actuaciones de Trump en la política estadounidense no tienen precedente. Y no solo se trata de lo inusitados que son sus amenazantes mensajes y agresivas propuestas. Trump también ha cambiado las maneras tradicionales de financiar las campañas presidenciales, el uso de los medios de comunicación o la relación con el establishment de su partido. Su habilidad para hacer que millones de personas le crean promesas incumplibles o que se entusiasmen con la idea de que basta con que sea presidente para que todo vaya mejor, son realidades que tienen perplejos a los analistas.
Otro factor que el zika, el ISIS y Trump tienen en común es que los tres son, en parte, fruto de la globalización. Según reporta la revista Science, el virus llegó a Brasil desde la Polinesia francesa y la facilidad de viajar y el aumento de turistas con motivo del Mundial de fútbol hizo que se propagara rápidamente. Ya hay brotes del zika en 30 países y territorios de las Américas.
Por su parte, el ISIS le debe a la globalización la facilidad con la que puede reclutar yihadistas en Europa, enviar terroristas entrenados de regreso a Occidente, vender petróleo o manejar sus finanzas internacionalmente o recolectar donaciones en todo el mundo.
¿Y que sería Donald Trump sin los mexicanos que, según él, “invaden” a EE UU, los 11 millones de “extranjeros ilegales” que él promete extraditar o los trabajadores chinos que tienen a millones de estadounidenses desempleados?
En muchos sentidos, Trump, el magnate republicano, es tan antiglobalización como sus adversarios de la izquierda.
El zika, el ISIS y Trump son la continuación de viejos fenómenos. Pero en su versión actual son manifestaciones repotenciadas —y más peligrosas— de los fenómenos que representan. Y para las cuales no estamos preparados.
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