Régimen y oposición vuelven a negociar el fin de la guerra en Siria
Las diferencias sobre el futuro de El Asad amenazan las conversaciones de Ginebra
A punto de cumplirse cinco años de guerra y después de varias rondas de diálogo fallidas, el régimen y la oposición de Siria vuelven a negociar este lunes para buscar una salida a un conflicto más largo y sangriento que el de los Balcanes y que ha desatado la mayor crisis de refugiados en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Las diferencias entre ambas partes parecen aún insalvables, sobre todo en lo que concierne al papel del presidente Bachar el Asad en un proceso de transición. Pero por primera vez desde el estallido de la revuelta el 15 de marzo de 2011, en el país árabe rige por primera vez un cese de hostilidades que, a pesar de las violaciones, es observado mayoritariamente —más de 80%, según Washington— por los contendientes desde hace dos semanas.
El mediador de Naciones Unidas para Siria, Staffan de Mistura tuvo que cancelar las negociaciones a comienzos de febrero ante el recrudecimiento de los combates. Hoy espera poner en marcha en el Palacio de las Naciones de Ginebra el reloj de un proceso de diálogo que debe conducir la formación de un Gobierno de unidad nacional y la aprobación de una Constitución consensuada dentro de seis meses, y a la convocatoria de elecciones libres en el plazo de año y medio.
No hay razones para el optimismo sobre el cumplimiento de las previsiones del acuerdo alcanzado en noviembre pasado por el Grupo Internacional de Apoyo a Siria, encabezado por Rusia y Estados Unidos, y en el que figuran naciones vecinas como Arabia Saudí y Turquía, aliadas de la oposición, e Irán, que respalda al régimen, así como varios países occidentales a los que próximamente se sumará España. El llamado pacto de Viena, ratificado de forma unánime por el Consejo de Seguridad en diciembre, vino a constatar la inviabilidad de una salida militar tras la intervención de Rusia a partir de septiembre en apoyo del régimen de El Asad y de sus propios intereses estratégicos para conservar su única base naval en el Mediterráneo.
A su llegada a Ginebra, la delegación de la oposición siria insistió el domingo en que El Asad no puede tener ningún papel garantizado en el futuro del país. “Queremos encontrar una solución para poner fin a este baño de sangre. Venimos a comenzar las negociaciones sobre una transición política, con un Gobierno provisional que concentre todo el poder ejecutivo, incluido el de la presidencia”, aseguró Salim al Muslat, portavoz del Alto Comité para las Negociaciones (HNC, en sus siglas en inglés), la plataforma que agrupa a las organizaciones y milicias rebeldes suníes. “Los que han cometido crímenes contra el pueblo sirio, como El Asad, no pueden tener ningún papel, no ahora ni en el futuro”.
Esta advertencia daba respuesta al ministro de Exteriores sirio, Walid Mualen, que la víspera había amenazado en Damasco con romper el diálogo patrocinado por la ONU si se atravesaba la “línea roja” de excluir al presidente El Asad del proceso de transición política. “No hablaremos con nadie que cuestione el papel de la Presidencia siria. En caso contrario, es mejor no ir a Ginebra”, apostilló antes de cuestionar también la “neutralidad” del mediador De Mistura por referirse a la celebración de elecciones presidenciales en Siria organizadas por Naciones Unidas.
La delegación negociadora del régimen, que también llegó el domingo a Ginebra, ha advertido a su vez que no esperará más de 24 horas a los representantes de la oposición, para evitar plantones como los que los rebeldes protagonizaron a finales de enero en la sede europea de la ONU. Su mandato, según anticipó Mualen en Damasco, se limitará a negociar una fórmula de Gobierno provisional, sin que se vea afectada la Presidencia, que quedará a expensas de “un referéndum del pueblo sirio”. El Asad ha convocado el próximo 13 de abril unos comicios legislativos que, según ha declarado De Mistura al diario suizo Le Temps, no tendrán validez en el proceso de transición política al no estar organizadas por la ONU.
Después de 270.000 muertos en la guerra civil y con la mitad de los 22 millones de habitantes desplazados de sus hogares (de los que cinco millones se han refugiado en los países vecinos y más de un millón, en Europa), cualquier proceso electoral que no haya sido consensuado por las partes parece condenado al fracaso.
La negociación que hoy comienza en Ginebra también se ve lastrada por la ausencia de representantes kurdos, cuya presencia ha sido vetada por Turquía. Las milicias de las Unidades de Protección del Pueblo (PYG, en sus siglas en kurdo) controlan el 10% del territorio y más de dos tercios de la frontera turca con Siria, y son el principal apoyo sobre el terreno a las operaciones de la coalición internacional liderada por EE UU que bombardea al Estado Islámico (ISIS). El Gobierno turco les achaca su alianza con la guerrilla del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), alzado en armas contra el poder central de Ankara desde hace más de tres décadas.
Ni los yihadistas del ISIS ni los del Frente Al Nusra, filial de Al Qaeda en Siria, incluidos por la ONU en la lista de organizaciones terroristas, estarán tampoco presentes en el Palacio de las Naciones de Ginebra.
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