Un año de avances clave y algún retroceso en los derechos civiles
La aprobación del matrimonio gay en Irlanda, México y Estados Unidos suponen victorias colosales para la igualdad
Este que termina, ha sido un año de colosales victorias para los derechos civiles en el mundo. En mayo, México legalizó mediante una decisión judicial, los matrimonios entre personas del mismo sexo. Sólo unos días más tarde, la católica Irlanda aprobaba en referéndum el matrimonio igualitario. En junio, el Tribunal Supremo de Estados Unidos declaraba ilegales las leyes que en 14 Estados prohibían casarse a las personas del mismo sexo. Y hace sólo un mes, Portugal, uno de los pocos países de la Unión Europea donde los matrimonios gais no podían adoptar, ha abierto la puerta también a esta opción. El último capítulo lo han protagonizado Chipre —en noviembre— y Grecia, que han legalizado las uniones civiles entre las personas del mismo sexo.
Desde la primera boda gay del mundo, hace ya 14 años en Holanda, el camino recorrido para el reconocimiento a todos los modelos de familia, la igualdad para casarse, para amar, ha sido largo. Hoy, el matrimonio gay es una realidad en una veintena de países del mundo —en su mayoría en la Unión Europea—. Otra decena tiene figuras similares.
Pero como ha ocurrido en Grecia —donde no se ha logrado una igualdad legal plena—, este avance social ha chocado con la iglesia y con las organizaciones ultraconservadoras, que han ido transformando su mensaje de resistencia. Si hace dos décadas se oponían más abiertamente a la igualdad de derechos para los homosexuales, hoy esgrimen la defensa de los niños y su derecho a crecer en una familia tradicional.
Han logrado algunas victorias. La última en Eslovenia, que el pasado domingo rechazó en referéndum el matrimonio igualitario, que se había aprobado en marzo y que los ultraconservadores —con el apoyo de la Iglesia católica— habían recurrido y logrado bloquear. En Eslovenia existen las uniones civiles, una opción que todavía ni siquiera es una posibilidad en otros países como Rumania, Letonia o Eslovaquia.
Además, como en un gesto de acción-reacción, Gobiernos ultraconservadores, como el de Víktor Orbán en Hungría, han modificado sus legislaciones precisamente para tratar de evitar que las parejas homosexuales tengan los mismos derechos. Una senda que también han recorrido Polonia o Lituania.
Efectivamente, no ha sido un mal año para los derechos civiles. Pero no puede olvidarse que aún quedan 75 países —desde Marruecos a Belice— en los que la homosexualidad se penaliza con la cárcel; en seis —como Arabia Saudí o Mauritania— puede castigarse hasta con la pena de muerte.
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