De las Brigadas Internacionales a un kibutz en Galilea
El hijo de una enfermera española en la Guerra Civil, expiloto de combate en Oriente Próximo, rememora la peripecia de su familia antes de emigrar a Israel
Jaime / Jacob Gal Beigueilman Francisco, nacido en Reus durante el repliegue del frente republicano a finales de 1938, ha convertido su casa de las afueras de Tel Aviv en un santuario en memoria de una mujer vestida de fallera en la imagen que preside el salón. Este coronel retirado de la Fuerza Aérea israelí no es el único hijo en recordar embelesado todo sobre su madre. Aunque a Carmela Francisco Vicente, que falleció anónimamente el pasado invierno a los 97 años en un kibutz (granja colectiva) del norte de Israel, le tocó vivir en su juventud una vida de película.
Dado por muerto, la metralla había reventado ambas piernas en el frente de Teruel al teniente francés de la Brigadas Internacionales Ferdinand Gal Beigueilman, un judío de origen eslavo que había empuñado las armas en España en 1937 por sus ideas socialistas. Cuando iban a amputarle las dos extremidades en el hospital de sangre de Benicasim (Castellón), un médico ruso y una enfermera voluntaria de la cercana Torreblanca se empeñaron en permitirle seguir caminando. Ferdinad, al que la República reconoció con la concesión de la nacionalidad española, se casó al poco con su cuidadora de la sanidad militar: Carmela.
“Yo vine al mundo bajo un bombardeo de la aviación alemana; mi familia se disponía a abandonar España ante el avance de las tropas fascistas”, relata Jaime / Jacob con su pasaporte español encima de la mesa. “En la frontera de Port Bou, mi padre logró que mi madre y yo subiéramos a un tren con destino París antes de ser detenido. Logró escapar y se reunió con nosotros pocos meses después”.
“Tuvimos que cambiar de casa a menudo. En 1942 la familia de mi padre fue enviada al campo de concentración de Auschwitz. Todos murieron”
Las tribulaciones de Carmela y los suyos, como las de tantos miles de fugitivos republicanos no habían hecho más que empezar. Ferdinand fue movilizado por el Ejército francés, hasta que regresó a París tras la rápida derrota frente a la Alemania nazi. “Tuvimos que cambiar de casa a menudo. En 1942 la familia de mi padre fue enviada al campo de concentración de Auschwitz. Todos murieron”, rememora Jaime / Jacob, quien tuvo que volver a España en 1943, esta vez con identidad falsa facilitada por la resistencia, mientras sus progenitores intentaban escapar a Marruecos a través de Portugal. Su padre fue arrestado de nuevo en la frontera y de nuevo consiguió huir con la ayuda del maquis. “Se incorporó al Ejército de la Francia Libre en Casablanca, donde yo comencé a ir al colegio”, detalla este antiguo piloto de cazas Mirage. “No nos pudimos volver a reunir los tres hasta el final de la guerra en París”.
La vida parecía haber recuperado entonces su curso normal. Pero como muchos otros judíos, Ferdinand decidió emigrar al recién nacido Estado de Israel. “Desembarcamos en el puerto de Haifa en el verano de 1949 y vivimos en tiendas de campaña hasta que nos instalamos en el kibutz Gvat, cerca de Nazaret. Fue un choque: a mí me separaron de mis padres —debido al sistema de educación colectiva de los niños—, y ellos tuvieron que trabajar muy duro, ella en la cocina comunal y él en la construcción del recinto”, explica el hijo de Carmela, que pronto volvió a ejercer su profesión, y Ferdinand, que se ocupó más tarde de la panadería, mientras muestra fotografías de ambos en esa época.
Jaime / Jacob ingresó como voluntario en la aviación militar, donde combatió en las guerras de los Seis Días (1967) y del Yom Kipur (1973) y participó en más de 400 misiones durante su carrera en las Fuerzas Armadas.
— ¿En Damasco o El Cairo? ¿Y en Bagdad?
— No puedo dar detalles, pero los cielos de Oriente Próximo no tenían secretos para mí.
La enfermera de Torreblanca se convirtió en una integrante esencial de la vida en el kibutz, donde aún es recordada con afecto tras haber trabajado en la clínica hasta los 77 años. Su marido, el exbrigadista internacional Ferdinand, había fallecido poco tiempo antes. Muchos la recuerdan en Gvat, según relata su hijo, cuando les cantaba canciones antiguas en español o francés.
Un mes antes de morir, Carmela celebró su 97º cumpleaños en el kibutz donde vivió las dos terceras partes de su existencia junto rodeada de sus 4 nietos y 16 bisnietos, ninguno de los cuales ha podido obtener el pasaporte español. “España concede ahora la nacionalidad a los descendientes de los judíos que se marcharon hace más de 500 años, y para los de los que salimos tras la Guerra Civil no parece haber ningún derecho”, se queja Jaime /Jacob, mientras sostiene como un icono sagrado la foto su madre de fallera tomada durante una visita a Valencia en 1975.
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