Las universidades de Estados Unidos revisan sus vínculos con la esclavitud
El movimiento estudiantil exige retirar el nombre del presidente Wilson de un edificio en la Universidad de Princeton, en Connecticut, por su pasado racista
La Universidad de Georgetown ha cambiado el nombre dos edificios dedicados a rectores que vendieron esclavos para saldar las deudas del campus en el siglo XIX. Los edificios Mulledy Hall y McSherry Hall serán llamados Freedom y Remembrance (libertad y rememoración) hasta encontrar un título definitivo. En la de Yale, los estudiantes han pedido que se haga lo mismo con la escuela Calhoun, dedicada a un político sureño supremacista y promotor de la esclavitud.
El movimiento estudiantil heredero de las protestas contra la violencia policial que nació en Ferguson en 2014 apunta ahora a la fachada de decenas de edificios en los campus que llevan el nombre de políticos vinculados con la etapa más dolorosa de la historia estadounidense. Sus reivindicaciones siguen el mismo razonamiento que llevó al Capitolio de Columbia, en Carolina del Sur, a retirar la bandera confederada tras el asesinato de nueve afroamericanos en una iglesia de la ciudad.
Pero la resolución en este caso no parece tan sencilla como retirar una bandera. Princeton es el último centro en sumarse a este debate. Allí, un grupo de estudiantes han pedido que se cambie el nombre de la Escuela Woodrow Wilson porque el presidente aplicó políticas segregacionistas y, por ejemplo, dio cargos a profesionales que trabajaron para expulsar a afroamericanos de puestos de gobierno. The New York Times defiende en un editorial que “el abrumador peso de las pruebas respalda rescindir el honor que la universidad le otorgó hace décadas a una racista impenitente”.
El caso de Wilson presenta además una de las grandes cuestiones a las que se enfrenta este intenso debate, según el profesor Julian Zelizer: definir cómo se mide el legado de los líderes políticos. Wilson fue rector de Princeton antes que presidente de la nación y, pese a defender ideas racistas, se le atribuye también la modernización del sistema universitario durante sus dos mandatos, entre 1913 y 1921.
“La duda que se plantea es cómo evaluar su historial racista frente al hecho de que fuese uno de los presidentes más progresistas hasta ese momento”, dice Zelizer, que plantea ir más allá del racismo. “Además de la raza, hay muchos otros asuntos que deberían preocupar. ¿Qué defendieron en materia de sexismo, antisemitismo y homofobia? Si sólo consideramos la raza, deberemos justificar por qué el resto de asuntos no son igual de importantes”.
La herencia de la esclavitud
Una parte de la historia de las universidades era desconocida para muchos estudiantes. Hace dos años, el libro Ebony & Ivy, del historiador Craig S. Wilder, sacó a la luz decenas de documentos que mostraban cómo los rectores de las universidades poseían esclavos que servían a sus familias y a los estudiantes. Los esclavos construyeron algunos de sus edificios de las universidades de Virginia y Misuri.
En Dartmouth (New Hampshire), dice Wilder, “había tantos esclavos como estudiantes” y en Yale “la posesión de esclavos era común entre los primeros rectores y profesores”. El historiador asegura que durante dos siglos los presidentes de las primeras universidades estadounidenses utilizaron contratos de tierras explotadas con mano de obra esclava, donde después edificaron los campus. “Las colonias ofrecían préstamos de 150 acres de tierra por cada esclavo que pudiera trabajarla, o la mitad para los sirvientes inferiores”.
La Universidad de Virginia se arrepintió en 2007 con un comunicado. La Universidad Emory de Atlanta (Georgia) tomó una iniciativa similar en 2011, aunque más ambiciosa, con una serie de conferencias sobre el legado de la esclavitud. Ahora Georgetown decide borrar el nombre de un edificio. “En vez de borrar el pasado, ¿por qué no lo utilizamos?”, plantea el presidente de la Asociación de Universidades del Sur, Owen Williams. “Honrar y recordar no son lo mismo. El alma de una nación está a en su memoria, pero ésta, como la historia, es complicada”.
Apoyados en este argumento, el movimiento estudiantil en Missouri, Yale y Princeton propone una manera de reparar los daños de la esclavitud. Entre su lista de reivindicaciones, más allá de cambiar fachadas, está incluido el cálculo de cuánto ganaron o se ahorraron las universidades gracias a la mano de obra esclava, ajustar la cantidad a la inflación e invertirlo después en becas.
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