El dilema sirio
El objetivo político es restablecer el Estado, ya que si no, Siria se convertirá en otro Irak
La guerra, decía el general Clausewitz, es “la continuación de la política por otros medios”. La guerra contra Daesh (Estado Islámico) es la continuación de nada en absoluto, puesto que no tiene ningún objetivo político claro. Estamos en la mayor de las confusiones, hábilmente escondida tras la designación de un enemigo superficialmente identificado —el denominado “terrorismo”— y de un territorio de guerra definido arbitrariamente por la presencia de Daesh. Las potencias coalicionadas: EE UU, Francia, igualmente Turquía, Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, Rusia e Irán hacen la guerra, pero no con un objetivo común, sino con dos opuestos, acabar con el poder de El Asad por un lado, erradicar a su adversario más temible, Daesh, por otro.
¿Para poner qué en lugar del actual Estado sirio? No se sabe. Salvo los turcos que quieren entregar Siria a Al Nusra, la versión renovada de Al Qaeda, al Movimiento Islámico del Levante (yihadistas marroquíes y tunecinos al servicio de varios emiratos árabes) y al Ejército Libre Sirio, ampliamente fabricado por el Ejército turco. Las fuerzas de la oposición, incluso el ala democrática, no sólo no han sido capaces de enfrentar al Ejército del dictador El Asad, sino que se han dejado hacer pedazos fácilmente por Daesh —lo que ha llevado a EE UU a retirarles su apoyo—. Francia, desde hace dos años, y por razones humanitarias, busca movilizar a las potencias occidentales para intervenir militarmente en Siria. Al principio era contra El Asad, hoy es frente a Daesh, responsable de la masacre de París.
Pero la realidad es que el compromiso francés se hace sin un proyecto político definido y creíble. No puede lograr, desde lo alto de los aviones, vencer totalmente al adversario sin, al fin y al cabo, una presencia en el terreno. Ahí está la contradicción: ¿cuál es el país que quiere enviar soldados a la muerte a Siria? En la coalición occidental: ¡ninguno! Y la ONU, incapaz de articular el capítulo VII de la Carta para intervenir, ni siquiera lo piensa.
Durante la II Guerra Mundial, en 1940, Stalin se alió con Hitler para evitar la confrontación con el nazismo y debilitar a las potencias occidentales de entonces; pero Hitler traicionó a Stalin en 1941 e hizo de la Rusia soviética su objetivo de guerra. ¿Qué hicieron los aliados que la detestaban? Se aliaron con Stalin con el fin de acabar con Hitler.
Los occidentales se encuentran frente al mismo dilema ahora. Si Daesh hace la guerra a Europa, y si de otro lado El Asad tiene algo de la barbarie de Stalin, ¿no hay, sin embargo, interés en que venza su Ejército? Sólo los sirios son capaces de ir al terreno, porque se trata de su país. Ello no significa, en absoluto, que El Asad deba escapar a la justicia de su pueblo. Llegará su tiempo, inevitablemente. El objetivo político consiste en restablecer contra todos los integrismos armados la autoridad del Estado sirio para abrir una transición política que haga desaparecer a El Asad y su clan. Pues sin Estado, Siria se volverá otro Irak.
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