Una princesa ‘fantasma’
Una refugiada que nació a bordo de un barco de la Marina italiana en mayo sigue sin papeles
“Esta es mi princesa”. Stephanie muestra con orgullo un bultito que duerme plácidamente en su cuna. Ahí está Francesca Marina, nacida en pleno canal de Sicilia a bordo del Bettica, de la Marina italiana, el pasado 3 de mayo, el mismo día que Charlotte, hija de los duques de Cambridge. Ambas compartieron portadas en las noticias. “Mi pequeña ha entrado en la historia, espero que le traiga suerte”, dice esta nigeriana de 25 años que, tras ser acogida y ayudada por los trabajadores del Centro SPRAR (para la protección de los solicitantes de asilo y refugiados, por sus siglas en italiano) de Ragusa, ahora tiene un enorme problema que resolver: los documentos de su hija. Porque pasados cuatro meses de su nacimiento Francesca es un “fantasma”.
Nadie declaró su nacimiento: ni el comandante del barco Bettica, en el que nació, ni la Capitanía de Puerto de Pozzallo, que recibió el cuaderno de bitácora. Tampoco llegó al registro civil ningún aviso del hospital de Ragusa donde madre e hija estuvieron ingresadas durante dos semanas, ni de los asistentes sociales que se ocuparon de ellas. Nadie tenía la obligación de hacerlo.
Tras recibir el alta del hospital, madre e hija fueron enviadas a un centro de acogida. Hace dos meses, cuando Stephanie y Francesca pasaron al Centro SPRAR de Ragusa, por fin alguien se dio cuenta de que no tenían ningún documento y no se había formalizado la solicitud de asilo.
En resumidas cuentas, esa pequeña cuyo nacimiento dio la vuelta al mundo sigue siendo un fantasma para Italia. “¿Dónde nació exactamente Francesca? ¿En aguas internacionales? ¿En Italia? ¿Y cuál es su nacionalidad? Todas son preguntas que, sin respuesta, impiden a la pequeña tener cualquier tipo de documento, una tarjeta sanitaria; que le impiden recibir vacunas, poder apuntarse a la guardería”, explica Antonio La Monica, responsable del centro que acoge a madre e hija.
Huida de Boko Haram
A la espera de que la burocracia italiana aclare su posición, Francesca ya ha aprendido a sonreír, y si alguien la llama por su nombre, se lleva las manos a las encías y se toca sus primeros dientes. Su madre espera que le den el permiso de residencia humanitario. “No tengo nada ni a nadie en Europa, y quiero construir un futuro para mí y para Francesca”, relata esta mujer que salió de Nigeria huyendo “de la guerra, de la violencia, de Boko Haram”.
“Soy de una aldea cercana a Ciudad de Benín, donde vive mi familia, y no muy lejos de allí los de Boko Haram raptaron a cientos de jóvenes. Tenía miedo, trabajaba en una peluquería, y cuando la dueña decidió marcharse a Libia la seguí. Encontramos sitio en un coche y en tres días llegamos al país”, relata.
Stephanie pasó nueve meses allí. Trabajó para juntar el dinero del viaje a Italia y conoció a un hombre que la dejó embarazada. “Me decía que nos iríamos juntos, pero una noche me subió por la fuerza a una barcaza y me dijo que nos veríamos en Italia. Yo ya tenía una barriga enorme; estaba asustada, pero no tenía elección”.
Ocho horas de navegación entre centenares de inmigrantes, sola, con una infección y fiebre alta. Stephanie recuerda muy poco de aquella noche terrible de oraciones y dolores. “Los helicópteros, poco después del amanecer”, cuenta. “Nosotros agitando los brazos, con miedo a volcar, y al poco la llegada de los servicios de emergencia. Les costó sacarme de allí con aquella barriga”.
Cuando los marineros del Bettica la subieron a bordo, Stephanie ya estaba de parto. “Perdí el conocimiento mientras los médicos intentaban que la niña saliese”. Cuando recobró la conciencia, Stephanie estaba al lado de una cuna de cartón. “Ahora tengo casa, comida y ropa, pero sé que no puedo quedarme aquí para siempre. Me dan 2,50 euros al día para mis pequeños gastos. Tendré que encontrar trabajo. Soy peluquera, pero me gustaría abrir una tienda de productos africanos. Me gustaría traer mi África a Italia”.
Traducción de News Clips.
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