La volatilidad de los frentes sirios agrava el flujo de refugiados
La comunidad internacional concentra la acción militar sobre el Estado Islámico
Sin una propuesta sobre la mesa de negociaciones que abogue por una solución política, y con 230.000 muertos a mitad del quinto año de conflicto, la comunidad internacional prosigue la lucha retórica contra Bachar el Asad al tiempo que concentra la acción militar sobre posiciones del Estado Islámico (EI).
En el frente leal a Damasco, el verano ha supuesto un drástico revés para El Asad. Ha perdido la segunda capital de provincia, Idlib, a manos de una coalición rebelde, trasladando el frente a las puertas del bastión alauí de Latakia. En el centro del país, el EI le arrebataba Palmira y, ayer mismo, el campo petrolífero de Jazal, a 20 kilómetros al noroeste.
El hostigamiento a las tropas regulares es palpable. Antes seguras, las arterias que conectan las ciudades en territorio leal, hoy salpicadas de controles militares, se antojan al alcance de los rebeldes. Escasos en efectivos, el Ejército sirio prioriza: mantener y abastecer las grandes metrópolis.
Más peligrosa para el régimen se antoja la implosión de las minorías aliadas. Al sur del país, el bastión druso de Sueida vive una semana de inusuales protestas en las que si bien los manifestantes claman mejores servicios, ha derrapado en enfrentamientos con representantes del Gobierno.
La volatilidad de los frentes se acompaña del movimiento masivo de civiles. La mitad de la población ha abandonado sus hogares, con 4,5 millones refugiados en países vecinos y ocho internamente desplazados. Sin embargo, las percepciones varían. Decenas de miles optan por emigrar, sin ver salida a la guerra. Pero aquellos que habitan los bastiones leales al régimen se muestran aún confiados a su Ejército. “Es un efecto psicológico. Los rusos y los iraníes están comprometidos con El Asad. Y al bloque occidental no le interesa una caída del régimen ahora”, sostiene Hassan Hassan, autor del libro EI: desde el ejército del terror.
Francia fue este lunes la última potencia en sumarse al combate en el concurrido espacio aéreo sirio. “Es una señal de que la comunidad internacional ha entendido que perpetuar el estancamiento de la guerra tiene consecuencias, como la futura radicalización de elementos, la avalancha de refugiados o la extensión del EI, entre otras”, opina Hassan. Francia iniciará este mismo martes sobrevuelos de reconocimiento para determinar futuros ataques contra el EI y ello guardando su “autonomía de actuación y decisión”, según recalcó el presidente François Hollande.
Hollande se desmarca así de la coalición liderada por EE UU que desde septiembre de 2014 bombardea efectivos del EI al norte del país. A los cazas franceses les preceden los turcos, que el pasado julio y tras un sangriento atentado en el sur del país reivindicado por el EI, sumaba alas sobre el cielo sirio. Los recién llegados comparten vuelos con la aviación de El Asad cuyos objetivos alternan entre zonas rebeldes densamente pobladas por civiles, y territorio del autoproclamado califato.
“Los ataques aéreos han demostrado tener poco impacto”, constata Hassan. La coalición ha llevado a cabo 6.550 ataques en un año (2.465 en Siria), acabando con la vida de 8.000 de los 50.000 yihadistas estimados en Siria e Irak, según datos del Departamento de Estado de EE UU. El coste de la operación asciende a 9,9 millones de dólares diarios. Los expertos militares coinciden en la necesidad de desplegar tropas en el terreno. Algo a lo que todos los actores involucrados se niegan. “Seríamos los únicos (…) sería irrealista e inconsecuente”, respondía Hollande sobre sí los franceses serían los primeros.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.