Cuba explora su ingreso en el FMI
El país necesita capital para descentralizar la economía y asegurar prestaciones sociales
El turismo, las remesas familiares y la exportación de servicios médicos captan más del 70% de los ingresos anuales en divisas de Cuba, en torno a los 10.000 millones de dólares (unos 8.850 millones de euros), pero necesita mucho más para salir del subdesarrollo y procurar el bienestar de sus habitantes. Sin ahorro interno y con un limitado acceso a los mercados internacionales de crédito, la normalización diplomática con Estados Unidos y el eclipse de sus condicionamientos políticos permiten a Cuba explorar su entrada en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y otros organismos multilaterales tutelados por Washington. Necesita capital para financiar la progresiva descentralización de la economía, modernizar sus infraestructuras públicas y asegurar la sostenibilidad de las prestaciones sociales. Expertos extranjeros asesoran al gobierno de Raúl Castro en su aproximación al FMI.
Soltar el lastre de la dualidad monetaria vigente en la mayor de las Antillas —la perniciosa convivencia del peso convertible, equivalente al dólar, y el peso nacional— no será fácil ni barato. Las reformas estructurales pendientes son imprescindibles y enrevesadas, como atestigua la mudanza de comunismo vietnamita a partir de 1986. El apoyo técnico del FMI en la compleja transición de Cuba hacia una sola moneda, que facilite la competitividad y las exportaciones, puede ser útil pues inevitablemente la unificación, aun siendo gradual, crea problemas: un fuerte impacto inflacionista y merma de la capacidad adquisitiva de los salarios de la mayoría en una economía estatalizada. La prioridad oficial es atraer inversión directa y conseguir créditos siempre que inversores y prestamistas no exijan a cambio la liberalización política, exigencia que parece haberse desvanecido desde el deshielo del 17 de diciembre con Washington.
Requisitos cumplidos
“Cuba puede estar lista políticamente o no, pero cumple claramente los requisitos para solicitar su adhesión al FMI”, según Héctor Torres, ex director ejecutivo de la entidad, en un artículo publicado por el portal Project Syndicate. Dispone de varias fuentes de financiación, entre ellas la ofrecida por sus aliados políticos, fundamentalmente China, pero las cláusulas contractuales y las cuantías disponibles en los acuerdos bilaterales entre Estados son menos interesantes que las establecidas para sus miembros por el FMI y el Banco Mundial. Para ingresar en la entidad que abre el paso a otras, necesita la mayoría simple del consejo ejecutivo del FMI y la conformidad o, al menos, la promesa norteamericana de que no torpedeará su ingreso.
La isla caribeña no puede beneficiarse de las ayudas del Banco Interamericano de Desarrollo porque no pertenece a la Organización de Estados Americanos (OEA), de donde fue expulsada en 1962 a instancias de Washington. El acceso más rápido sería el ofrecido por la Corporación Andina de Fomento, que no exige la pertenencia a la OEA y es más amistosa, pero carece del músculo financiero de los grandes. Este banco de desarrollo está integrado por 17 países latinoamericanos, España, Portugal y 14 bancos regionales.
La apertura social y económica de Cuba parece tener efectos balsámicos entre los acreedores del Club de París, España entre ellos, con los que llegó a un acuerdo de base: su deuda total con el club desde el default de 1986, asciende a 15.000 millones de dólares. Cada estado renegocia bilateralmente los términos de pago del saldo pendiente.
Cuba pretende sumarse en la economía global acatando sus reglas: tendrá que abrir las cuentas, homologar los métodos para medir el crecimiento económico y cuantificar sus reservas en divisas. La mayoría converge en facilitar la transición cubana confiando en que incorpore el pluralismo político, sin asfixiarla con cláusulas de improbable cumplimiento, apostando a la profundización de unos cambios sin precedentes desde el triunfo revolucionario de 1959.
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