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Pensionistas griegos: “Que dejen de meter la mano en nuestros bolsillos”

La paga a los 2,5 millones de jubilados es un elemento crítico de la negociación de Tsipras con los socios

María Antonia Sánchez-Vallejo
Protesta de pensionistas griegos este martes en Atenas.
Protesta de pensionistas griegos este martes en Atenas.P. Giannakouris (AP)

María (nombre supuesto), vecina del suburbio de Agios Dimitrios, no quiere imaginar cómo pueden afectar a la pensión de su esposo, único sostén económico de la familia, las nuevas medidas que preparan el Gobierno de Atenas y sus socios. “Si hasta ahora era un drama salir adelante, a partir de ahora será un martirio”, explica a las puertas de un supermercado de la popular barriada del conurbano ateniense. De la mano lleva a uno de sus dos nietos, un crío de seis o siete años; los chiquillos, junto con sus padres (dos parejas, los cuatro en paro), dependen de María y su esposo para salir adelante. “¿Que de cuánto es la pensión? Qué más da la cantidad… sea la que fuere, no nos llega”, dice la mujer, de 70 años, con el brillo del orgullo en los ojos.

“Yo no tengo retiro, no he trabajado fuera porque decidí cuidar de mis hijos. Qué ironía que al cabo de los años tenga que sacarlos otra vez adelante, y con ellos a sus hijos, mis nietos”. A duras penas los abuelos ayudan con lo que pueden, hoy con una bolsa de comida, mañana con la compra, la ropa o el pago de unos recibos… “A nosotros, que no estudiamos, nos dijeron que con estudios la vida sería más fácil, y ahí tiene a mis hijos, el mayor universitario y con idiomas, la pequeña informática, parados desde hace años. Lo dimos todo por ellos, y ahora lo seguimos haciendo. Grecia pasa hambre”, añade, en un lugar donde no resulta difícil, dicen los vecinos, ver a gente rebuscando en la basura.

Como la de María, muchas familias griegas dependen para sobrevivir de una pensión, la última tabla de salvación —y cohesión social— para buena parte de la población; para el 52% de los hogares, son su principal fuente de ingresos, según datos de la patronal. Los 2,5 millones de jubilados del país son por eso uno de los colectivos electoralmente más sensibles —y socialmente el más temeroso— ante el previsible acuerdo que el Gobierno de Alexis Tsipras firmará a finales de esta semana con la antigua troika, pese a que esta era una de las líneas rojas que el Ejecutivo había prometido no traspasar. El 45% de ellos percibe una pensión inferior a 665 euros, por debajo del umbral de pobreza fijado por la Unión Europea (en 2009, en esa franja sólo estaba el 20% de los jubilados).

“Sólo el 14% cobra más de 1.050 euros al mes”, explica Manolis Rallakis, secretario general de la Federación de Pensionistas del sector privado, que perciben sus pensiones de la caja IKA, el mayor fondo de pensiones del país. Hay al menos otras siete grandes federaciones o uniones sectoriales de pensionistas; pero la de Rallakis es el núcleo duro, peleón y batallador, no en balde “engloba a toda la clase obrera”, recuerda este antiguo soldador de 75 años, jubilado hace 15 y cuya pensión se ha visto mermada en un tercio desde que comenzó la crisis, hasta poco más de 1.000.

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Rallakis no se ahorra calificativos para definir el probable acuerdo de Tsipras con Bruselas. “No es en absoluto positivo, y no hablo sólo de los pensionistas, sino de los trabajadores en general. Nos afectará también directamente la subida de impuestos, pues merma aún más nuestro escaso poder adquisitivo. Queremos mantener las pensiones, pero también recuperar lo que nos han quitado. Tienen que dejar de meter la mano en nuestros bolsillos, porque ya no nos llega ni para medicinas; si no lo hacen, nos tendrán enfrente, y saben que nuestros votos valen lo mismo que los suyos”, protesta, esgrimiendo a modo de ejemplo la marcha de jubilados de toda Grecia en el centro de Atenas. “No estamos pidiendo nada gratis, sólo reivindicando nuestros derechos, las jubilaciones que tenemos las hemos cotizado, incluida la paga de Navidad que nos quitaron. En cinco años sólo hemos visto recortes: las pensiones principales de más de mil euros se han reducido en un 40%; todas las complementarias, en un 60%”, añade.

Grecia dedicaba hasta ahora a las pensiones casi el 18% de su presupuesto, con situaciones tan peregrinas como la jubilación anticipada a partir de los 52 años de una treintena de profesiones “de riesgo” –entre ellas peluqueras, cantantes de ópera o cámaras de TV—, pero Rallakis niega la mayor: que los griegos se hallen entre los pensionistas mejor pagados de Europa. “Estamos por debajo de la media de la UE. Puedo entender las críticas por las jubilaciones anticipadas, pero es una falacia que cobremos más que los alemanes, como dicen muchos”.

A su lado, Panayotis Sofós, vicepresidente de la federación, tilda de “antipopulares” las medidas del acuerdo. “Son una continuación de las políticas de la troika, al dictado del Eurogrupo y, por tanto, del capital”. La vena militante, obrera, late con rabia en ambos, aunque aseguran no tener vínculos con ningún partido de izquierda. Sofós, extrabajador del metal, asegura haber perdido “unos 8.000 euros al año, alrededor de 600 al mes” por los recortes. “Y el acuerdo [con los socios] aún no se ha cerrado, así puede ser incluso peor de lo que nos tememos”, zanja, pesimista.

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