Merkel esconde sus cartas
La canciller ha avisado de que si Londres dejará la UE mermará su propio peso en el mundo. Pero también el de Alemania en la Unión
De un tiempo a esta parte, para el Gobierno alemán se ha convertido en una costumbre que, tarde o temprano, los grandes asuntos de la política europea vayan a parar a la bandeja de entrada de la Cancillería. La crisis del euro, Grecia, Rusia y Ucrania... Berlín atrae los problemas como un imán las limaduras. Esto demuestra el nuevo peso de Alemania en la escultura móvil europea, cosa que no siempre le produce alegría. Así que todas las miradas vuelven a dirigirse a Alemania también ante el referéndum británico. Reino Unido y los restantes países miembros esperan una señal: ¿hasta qué punto está dispuesto Berlín a complacer al primer ministro David Cameron?
En estos momentos de tensión, Angela Merkel, como de costumbre, hace lo que sabe hacer mejor: esperar. Merkel quiere retener a Reino Unido en la UE. Nunca lo ha ocultado. Pertenece al grupo de políticos alemanes anglófilos, y no tanto al de los francófilos. Respeta el sistema político británico.
Muy en particular, para Merkel es importante el peso político de la Unión, que, evidentemente, sería mucho menor si un país tan importante se separase de ella. Merkel se refiere a cómo “los alemanes, los británicos, los franceses o los polacos... pueden hacer valer nuestros intereses en el mundo”. Su mensaje político para Cameron es que, si decide irse, el peso relativo de su país en el mundo se verá aún más mermado. Pero, de manera indirecta, se preocupa igualmente por el equilibro en Europa y por un Reino Unido aliado de Alemania, que también es un importante respaldo para los intereses de esta última en el concierto norte-sur dentro de la UE.
Hasta el 7 de mayo todo esto era teoría, pero ahora va en serio. Oficialmente, Cameron y Merkel todavía no han discutido el problema, y Merkel no moverá un dedo por ser la primera en mostrar sus cartas. Nunca ha entendido cómo en la última legislatura Cameron se dejó arrastrar por los antieuropeístas del partido. El político le inspira admiración como orador, pero como mente táctica no le dedicaría muchos elogios.
Las cosas podrían cambiar si el primer ministro se atiene a las reglas del juego, que todo el mundo sabe que Berlín y Londres negocian desde el otoño pasado. Y esas reglas son cerrar la boca de una vez y entender lo difícil que puede ser llevar a cabo una reforma. Porque, al fin y al cabo, no es Merkel quien, junto con Cameron, fragua el destino de Europa en la intimidad. En este caso son, principalmente, la Comisión y el Parlamento Europeo, que tienen la iniciativa legislativa, y, sobre todo, velan por el grado de integración. El Parlamento es poco partidario de ceder a las exigencias británicas en este asunto, y Merkel no va a echar a perder innecesariamente sus buenas relaciones con la cámara. En el fondo, Berlín parte de la base de que también el primer ministro quiere conseguir que Londres permanezca en la UE. Al mismo tiempo, se pregunta qué precio cree Cameron que debe reclamar. Berlín siempre ha dejado claro que modificar los tratados europeos es demasiado arriesgado.
Por otra parte, desde la crisis del euro, el principal objetivo de Merkel es inmunizar a la unión económica frente a nuevas tormentas monetarias. Y, para ello, es posible que hubiera que cambiar los tratados.
Merkel también intentará trocear los deseos británicos para que sean digeribles y hacer de ello una historia de éxito para toda la UE... cuando por fin sepa cuáles son. En Londres ha declarado que abriga simpatía por ciertos planes de reforma: “Tenemos que ir renovando continuamente la configuración política de Europa al compás de los tiempos”. Más allá de los tópicos, eso significa que Merkel está abierta a reformas en el mercado interior, en la competitividad...
Cabe pensar que el tema central de Cameron —la libre circulación y, ante todo, la emigración económica— será el mayor escollo en las conversaciones. Pero también en este punto Merkel y Cameron han tomado precauciones. El gran discurso de Cameron sobre la libre circulación del pasado otoño recibió el aplauso de Merkel. Ambos están de acuerdo en que no se deberían crear alicientes para los inmigrantes, como por ejemplo el acceso a las prestaciones sociales sin tener un puesto de trabajo estable. Sin embargo, Merkel rechaza las cuotas fijas o incluso una nueva normativa especial solo para Reino Unido.
A Merkel, el radicalismo le produce desasosiego. Para ella la idea del referéndum es una aberración. Jamás se jugaría todo su capital político a una pregunta.
Traducción de News Clips.
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