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Burkina Faso exhuma los restos de Sankara, el Che Guevara de África

Se inician los trabajos para analizar los restos del expresidente, símbolo de la revolución en el continente, asesinado en 1987

Un miembro de la policía de Burkina Faso corta el acceso de la gente al cementerio donde se lleva a cabo la exhumación.
Un miembro de la policía de Burkina Faso corta el acceso de la gente al cementerio donde se lleva a cabo la exhumación.Theo Renaut (AP)

La revolución del pasado octubre está quebrando el hielo que mantenía congelada la historia de Burkina Faso. Este martes se han iniciado los trabajos para la exhumación de los restos del expresidente Thomas Sankara (1983-1987), considerado el Che Guevara de África, uno de los grandes líderes del continente africano asesinado en circunstancias nunca esclarecidas un día antes de que su gran amigo y compañero de armas, Blaise Compaoré, tomara el poder, en octubre de 1987, tras un golpe de Estado. Las labores de exhumación están siendo llevadas a cabo por tres médicos, uno francés y dos burkineses, en presencia de un representante del actual Gobierno transitorio y un juez de instrucción.

Sankara preside el segundo aniversario de la revolución, en agosto de 1985 en Uagadugú.
Sankara preside el segundo aniversario de la revolución, en agosto de 1985 en Uagadugú.DANIEL LAINE (AFP)

Entre el asesinato de Sankara, dirigente revolucionario y panafricanista, y la revuelta popular del mes de octubre pasado, que lo recuperó como símbolo, un solo hombre dirigió el país, el mismo Compaoré. Y durante sus 27 años de gobierno -hasta que el pueblo le derrocara en una fulminante insurgencia- no se permitió que la justicia investigara el crimen.

“Ni siquiera estamos seguros de que su cuerpo esté enterrado aquí”. Samsk, líder del movimiento civil Balay Citoyen que barrió a Compaoré, se indigna después de desmoronarse, a los pies de la humilde tumba de Sankara. Algunas cabras pasean por el dejado cementerio cuando me acompaña a visitar la sepultura, a las afueras de la capital, Ouagadoudgou. “Es un símbolo nacional y un héroe para los africanos. Un hombre digno. ¿Cómo puede estar condenado a un vertedero cómo éste?”. Al acercarnos, pausadamente, al único lugar donde le puede rendir homenaje, el corpulento artista se dobla y versa un llanto. “Blaise urdió un plan maquiavélico pero no tuvo en cuenta a los herederos de Sankara”. Y son muchos burkineses los que esperan la verdad.

La hermana de Sankara emana una elegante sencillez. Blandine asume que la verdad puede ser muy dolorosa pero necesita saber qué pasó y quién dio la orden de matar a su hermano “para poder hacer el luto y recuperar la paz interior”. “Hemos oído todo tipo de especulaciones y suposiciones, historias muy duras, sin saber cuánto hay de cierto. ¿Fue Blaise [Compaoré] quien dio la orden?”, se pregunta. Cuando se hunde en los recuerdos me parece adivinar los rasgos del líder entrañable con carácter que aún cautiva a jóvenes desde Congo hasta Senegal, del político antiimperialista que no se mordía la lengua ni delante de François Mitterrand.

Samsk, líder del movimiento civil Balay Citoyen, junto a la tumba de Sankara.
Samsk, líder del movimiento civil Balay Citoyen, junto a la tumba de Sankara.G. P.

Para la familia fue una “alta traición a nivel político y humano” porque Blaise –Blandine le sigue llamando por el nombre de pila- era como “un hermano más”. Pasaba tiempo en su hogar, era muy cercano a sus padres y “a veces nos visitaba más a menudo que el propio Thomas”, recuerda Blandine. Sankara ya no está, pero Compaoré sí. Para Blandine Sankara, “hay uno que sigue en vida y que probablemente podría explicarnos algún detalle”. Pero no lo ha hecho ni oficial ni oficiosamente durante todos estos años.

Con el asesinato de Thomas Sankara la familia perdió dos “hijos”; el país, a su presidente, y el continente, perdió un símbolo tan o más venerado que Nelson Mandela.

La autoridades nacidas de la revuelta contra Compaoré autorizaron en marzo la exhumación de los restos, lo que lleva a abrir ahora las puertas a reactivar la justicia, inmovilizada por el principal sospechoso. Con ello se determinaría si el que se enterró es realmente el cuerpo de Sankara y se podría seguir con la investigación. Pero la promesa ha generado una esperanza bañada de escepticismo. Las autoridades actuales son de transición, un gobierno temporal que hace de puente hasta las próximas elecciones, previstas para el próximo noviembre y los avances sobre el caso Sankara podrían de nuevo quedar sepultados a media carrera política.

Mientras tanto, el hombre que ha callado durante tres décadas, Blaise Compaoré, se ha instalado en un céntrico barrio de Abidjan, en la vecina Costa de Marfil. Su esposa, marfileña, y acusada por muchos de ser el artífice de la presunta traición, hace 30 años, ha vuelto a casa, a una ciudad donde muchos siguen creyendo que se decidió, con la complicidad internacional, el crimen no resuelto más célebre de África, junto al del congoleño Patrice Lumumba.

La verdad no es solo, para Blandine, una necesidad personal sino una deuda histórica de la que “depende la paz de Burkina Faso”.

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