Romper un tabú a cambio de una reflexión en Perú
Un historiador plantea la necesidad de diálogo sobre las víctimas de Sendero Luminoso y sus familiares
En 1992, el grupo terrorista y maoísta Sendero Luminoso, que surgió en 1980 en el sur de Perú, cometió uno de los atentados más sangrientos: colocó un coche bomba en uno de los distritos más acomodados de Lima y causó la muerte de 25 personas, 155 heridos y la destrucción de decenas de edificios y comercios. Una mujer que perdió a su madre en la tragedia de la calle Tarata, y que ha odiado durante 22 años a Sendero Luminoso, se pregunta ahora si ha llegado el momento de revisar sus pensamientos. Así se lo ha hecho saber al joven historiador peruano José Carlos Agüero, autor de Los rendidos. Sobre el don de perdonar, en el que revela que es hijo de terroristas que murieron ejecutados extrajudicialmente.
Como investigador académico, Agüero fue miembro del Grupo Memoria del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) entre 2011 y 2013 y es un activista de derechos humanos. En el libro que presentó la noche del martes en Lima, condena la violencia de la organización subversiva y comparte dudas y reflexiones acumuladas durante los años en los que él y sus hermanos guardaron silencio sobre su "condición", sobre el no haber guardado duelo por la pérdida de sus padres, ni haber buscado justicia por la forma en la que murieron.
Ella fue asesinada por miembros del Ejército en una playa de Lima en 1992, y él en la matanza de unos 150 acusados por terrorismo en el penal de la isla El Frontón en 1986. "Por ninguno de los dos hicimos mayores gestiones. Los enterramos en medio de tensión, pobreza y prisa. Los hijos de terroristas no tienen derecho a grandes manifestaciones de duelo. Todo, incluso la muerte, es parte de un secreto transparente y vulgar. ¿Sentir alivio por la muerte de mi madre y luego culpa por sentir este alivio es un asunto personal, mío, íntimo, psicológico? ¿O es un tema que no tiene relación alguna con las cosas públicas?", se pregunta.
El historiador comenta que por un tiempo pensó que los hijos no heredan la culpa. Sin embargo, relata episodios en que familiares de sus amigos, enterados de la actividad de sus padres, le impedían entrar a sus casas a jugar o pedían cortar la amistad. Por proteger a la prole no entendían que no era "un senderista biológico, contagioso, tal vez no era un hombre bomba listo a aniquilar el mundo por revancha", escribe.
También intentó disculparse por correo electrónico con familias a quienes suponía que su padre pudo haber generado problemas: algunos prefirieron cortar el contacto, otros respondieron con amabilidad precisando que él no tenía que hacerse cargo: "Las acciones de mis padres generaron un conjunto de reacciones en cadena que aún hoy se prolongan. Tocando la vida de la gente, afectaron sus rumbos para siempre, y en buena parte, para mal", añade.
El autor condena la opción de muerte de Sendero Luminoso, aunque recuerda que —como sus padres, pobres y marginales urbanos— otros tantos creyeron que sería la vía de mejorar sus vidas: "Mis ancestros son como malditos. No son inocentes. Hicieron la guerra. Su guerra infeliz. Llevaron desgracia a tantos. Murieron allí, extraviados", indica en un pasaje; aunque en otro muestra la determinación de su madre de que sus hijos no siguieran ese camino: "Me decía que estaba metida en esta maldita guerra para que nosotros no tuviéramos que hacerla. Para que pudiéramos vivir la paz".
Agüero explicó que su intención fue utilizar lo privado para que se pueda discutir públicamente lo que se ha convertido en tabú en el país acerca de los años de violencia entre 1980 y 2000: asuntos como perdón, víctima, inocencia, reconciliación. "¿Estamos listos para discutir estas cosas?", se preguntó el periodista Augusto Ávarez Rodrich, durante la presentación, en la que el antropólogo Javier Torres aseguró que sobre estos temas solo ha habido monólogos del Estado, de Sendero Luminoso, de las fuerzas armadas, la prensa, los empresarios, los organismos de derechos humanos y los tecnócratas de la justicia transicional: "Se han expresado por decreto, como verdad revelada, verdad científica u operación psicosocial, pero hemos dialogado muy poco", anotó.
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