Las sanciones a Venezuela reavivan las diferencias en Latinoamérica
Unasur rechaza las “amenazas injerencistas” de Washington y pide su revocación
Cuba y Estados Unidos vuelven a sentarse este lunes a negociar la normalización de relaciones. La cita en La Habana se celebra una semana después de que el presidente Barack Obama declararse una “emergencia nacional” por Venezuela y ordenase sanciones contra siete funcionarios del Gobierno de Nicolás Maduro. Las medidas unilaterales estadounidenses no han caído bien en una América Latina que demasiadas veces sufrió las amenazas de Washington. Lo dejaron claro los 12 cancilleres de Unasur que el sábado manifestaron en Quito su “rechazo” a la iniciativa de Washington como “una amenaza injerencista” y pidieron su “derogación”.
Pero que el principal aliado de Caracas en la región siga reuniéndose con el “imperialista yanqui” es quizás la muestra más contundente de que, solidaridad aparte, Maduro no ha capitalizado a nivel internacional la acción de Washington, por mucho que se vea con suspicacia. Lo cual no quiere decir que no tenga consecuencias inmediatas. La primera en Venezuela con la aprobación en el Parlamento de la llamada “ley habilitante antiimperialista” que faculta a Maduro sancionar leyes sin el concurso previo ni posterior de los diputados.
Para David Smilde, especialista en Venezuela del laboratorio de ideas Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), las medidas son “contraproducentes” y tienen un “impacto negativo muy predecible”. “Le permiten a Maduro retratar los profundos problemas económicos y políticos como el resultado de un conflicto entre Venezuela y EE UU, y en ese terreno está mucho más cómodo que tratando de hacer reformas económicas más impopulares. Es perfecto para distraer la atención”, sostiene.
Fue precisamente el argumento de la “distracción” el usado por el Gobierno de Barack Obama durante 2014 para no realizar acciones tan drásticas, a pesar de que internamente había muchas presiones para que lo hiciera. Washington se resistió a emitir sanciones —reclamadas por legisladores como el republicano Marco Rubio— también para darle un espacio a la mediación de Unasur.
Pero los “tímidos” esfuerzos de Unasur “se han quedado en retórica y conversación, no en acción”, recuerda Carl Meacham. Por ello, considera el director del Programa América del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) en Washington, “EE UU ya no tenía otra opción”. “No podía continuar ignorando o haciendo como si lo que está pasando en Venezuela no fuese excepcional”, afirma.
Meacham, que subraya que las medidas de Washington “no fueron realizadas con un machete, sino con bisturí”, se muestra convencido de que, aunque a corto plazo parezcan beneficiar la postura victimista del Gobierno venezolano, con el tiempo “apretarle las tuercas podría complicarle las cosas mucho más” a un Maduro cada vez más cuestionado, afirma, en sus propias filas.
Con todo, señala Michael Shifter, el “inconfundible matiz de Guerra Fría” del lenguaje de Washington —aunque sea un mero formalismo— es “desafortunado”. “La declaración ha sido un regalo innecesario para Maduro, al que le ha dado oxígeno político”, coincide el presidente del laboratorio de ideas Diálogo Interamericano.
“La frustración de Washington es comprensible, pero el tono de la orden ejecutiva no ha hecho más que empeorar las cosas”, afirma Shifter, para quien este tipo de lenguaje hace que los líderes latinoamericanos “se sientan menos dispuestos a presionar a Maduro” pese a que haya un “amplio acuerdo en el diagnóstico” regional sobre los problemas de Venezuela.
El paso de Obama también tiene una lectura interna: el presidente ha gastado mucho capital político frente a Venezuela para no ver resultados y tiene otros frentes abiertos —desde Cuba a Irán— que le interesan mucho más que Caracas, a la que pese a todo no considera un peligro inminente. “No es que Obama vaya a echar a Venezuela a los leones, pero hay una convicción de que no hay que gastar más capital político en ello”, apunta Smilde.
La imposición de sanciones a Venezuela se ha producido a pocas semanas de la Cumbre de las Américas en Panamá, donde Obama se verá cara a cara con Maduro y hasta con Raúl Castro.
Los expertos están convencidos de que “ensombrecerá” un encuentro que iba a tener un carácter celebrador por el cambio de política de EE UU hacia Cuba, aplaudido por todo el continente. “Este desafortunado episodio demuestra que reiniciar las relaciones entre EE UU y América Latina no será fácil”, resume Shifter.
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