Entre los relatos de unos y otros
En los conflictos las partes tienen sus historias, el periodista tiene la responsabilidad de ubicar esos hechos dentro del relato
¿Puede una observación permanente cambiar la realidad? ¿Observarla tanto que quien la observa termine invalidado para describirla? ¿O quién es observado se comporte acaso en función de quien lo graba, lo filma o lo registra?
El jueves de Ramallah a Jerusalén, en una eterna fila de autos y antes de pasar por el control correspondiente, un grupo de jóvenes, niños, árabes, que jugaban frente a una fogata, se enardecieron y empezaron a lanzar piedras y amenazas contra un bus en el cual vieron la aparición de cámaras.
¿Puede ocurrirle a los cientos de periodistas que han vivido por décadas en Israel y Palestina que sea esa la única realidad que le narran al mundo de lo que pasa en la Franja de Gaza y de lo que se teme que pase en Cisjordania o West Bank?
Es lo mismo que se vio en la prensa de Colombia, no tanto en la del mundo que está dedicado a otros conflictos, cuando unos pocos guerrilleros de las FARC, en una breve fracción de tiempo, caminaron por una carretera en el sur de Colombia dando la impresión en las imágenes en televisión de ejercer control territorial. La razón es que los estaban grabando. No quiere esto decir que cuando la cámara o el micrófono desaparece también desaparece el conflicto. Lo que ocurre es que en las guerras sus protagonistas asumen el lenguaje de los medios, porque estos son y han sido parte de su estrategia militar.
En Jerusalén se contabilizan entre 800 y 1.000 periodistas extranjeros. El segundo sitio con más periodistas después de Washington. Sobre ellos cae el señalamiento de la distorsión y las preguntas: ¿por qué no registrar mejor lo que ocurre en Siria, donde murieron 300 niños, o en Egipto en la Plaza Tahir donde violaban a las mujeres? ¿Por qué prefieren seguir en Jerusalén volviendo noticia de primera plana a un herido en una manifestación? Los locales tienen algunas respuestas: se trata de un conflicto antiguo, con ingredientes de existencialismo y de religión, que ofrece la posibilidad a ciertos comunicadores de un heroísmo maquillado. “Lo que no han medido es que todos ellos, los periodistas, dice una de las reporteras que ha cubierto por años este conflicto, Nogan Tarnapolsky, es que estamos aquí también para comprobarnos como profesionales, asumiendo que cubrimos noticias trascendentales”.
Las redes sociales juegan un papel que podría dar una nueva lectura de lo que pasa en los conflictos
No hemos advertido suficiente que las redes sociales juegan ya un papel que podría dar una nueva lectura de lo que pasa en los conflictos en esta zona del mundo, donde imágenes de jóvenes israelíes prestando su servicio militar y de palestinos lanzando piedras en medio de una nube de humo y gases lacrimógenos se repiten una y otra vez.
Los hechos que se reportan son los hechos. Son inocultables. Aparecen en cualquier video de Youtube o de Twitter. Casi que podemos decir que para el registro de los hechos no se requiere de periodistas sino que son los propios ciudadanos quienes suben a las redes lo que pasa, lo relevante o lo irrelevante. Por ejemplo en las últimas 48 horas se cumplieron 10 años de la muerte de Yasser Arafat, y en Ramallah, junto a su tumba estaba una corona de flores, un arreglo funerario en forma de bandera, la de Venezuela de Nicolás Maduro. Solo la bandera de Venezuela estaba adornando la tumba de Arafat. Ninguna otra. Un día antes un soldado israelí fue asesinado, y en la frontera con Siria algunos médicos de Israel curaban las heridas de soldados de la sangriente y a veces incomprensible guerra siria, que son dejados en el límite con Israel para que alguien los atienda.
¿Han distorsionado los medios esos hechos? No, los hechos son inocultables. Lo que hay es más de fondo y es cuál es el papel del periodista en los conflictos, que no se puede quedar en el registro. En los conflictos las partes tienen sus respectivas historias, sus verdades del por qué pelean. Por eso el periodista tiene la responsabilidad de ubicar esos hechos dentro del respectivo relato de las partes. Y de filtrar estos relatos para no caer en la cruda propaganda. Y en esto las redes son también una nueva herramienta para las valoraciones del público sobre el cubrimiento de prensa en los conflictos. Los medios tienen el escrutinio contínuo de multitudes que nos critican y evalúan. Con los blogs, Facebook o Twitter nadie tiene porque resignarse a tragar entero.
Israel resiente, en el cubrimiento, un doble estándar con el que también dice que es tratado en aspectos de la ley internacional. No les falta razón y eso es precisamente lo que vale la pena analizar, si los medios nos hemos visto traspasados por la propaganda o el nacionalismo exacerbado. Si nos perdimos en los narrativas de unos y otros, olvidando el único relato que nos corresponde que no es otro que preguntarnos y buscar las respuestas.
Ese soldado fue acuchillado por un palestino en la estación del tren. ¿Por qué lo hizo? ¿La convivencia árabe-israelí en los colegios fluye de manera natural? ¿Los médicos que sanan a los sirios heridos están honrando sus votos o haciendo política? ¿Para qué exponen una bandera chavista junto a la tumba de Arafat?
Estas son las respuestas o las interpretaciones que no va a encontrar el público en una tendencia en Twitter y que sí esperan de nosotros.
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