Viaje (turístico) al Este de Berlín
Millones de visitantes pasan cada año por la capital alemana y muchos se marchan sin descubrir lugares fascinantes de la ex RDA
El magnetismo de Berlín atrae cada año a millones de turistas. La mayoría de ellos visita los principales monumentos y reclamos de la ciudad que recomiendan las agencias de viajes y turismo. Pocos extranjeros, sin embargo, reparan en puntos de interés con un potente valor histórico o vastas zonas verdes ubicadas en la parte más oriental de la capital.
Una de estas joyas se encuentra a tan solo 20 minutos de la céntrica plaza de Alexanderplatz. Se trata de la antigua sede del Ministerio para la Seguridad del Estado (Ministerium für Staatssicherheit), también conocida como MFS o Stasi. Tras el asalto ciudadano del 15 de enero de 1990, una plataforma civil desarrolló un proyecto que convirtió ocho meses después el edificio principal en un museo. A través de numerosas salas se ilustra la capacidad del organismo que llegó a contar con 90.000 trabajadores y 189.000 informantes poco antes de su desaparición. Aquí se detallan las técnicas y métodos de espionaje como, por ejemplo, la manera de colocar una cámara o micrófono y dónde ocultarlos. La visita, por la que desfilaron 96.000 personas en 2013, termina en las salas de conferencia de la cúpula del ministerio y el que fue el despacho de Erich Mielke, último ministro de la Stasi.
Un paso más hacia el interior de la zona soviética se halla la cárcel central de la República Democrática Alemana (RDA) en el barrio de Alt-Hohenschönhausen. A lo largo de sus 20 años de existencia historiadores y expresos del penal han narrado en alemán e inglés las penurias por las que pasaron cerca de 20.000 ciudadanos entre 1951 y 1989. "La primera vez que me interrogaron en esta sala me retuvieron 24 horas", recuerda el ahora libre Karl-Heinz Richter ante un apabullado público. El relato de cómo fue encarcelado por intentar huir hacia el oeste cobra fuerza con cada paso por los patios cercados por alambre de espino y torres de vigilancia y las celdas de aislamiento. La experiencia, por la que pasaron 385.000 turistas el año pasado, pretende mostrar una etapa parcialmente eclipsada por la barbarie nazi. "Es nuestra historia y debemos informarnos. Por eso hago esto, para que la gente conozca cómo era ese sistema".
Pero el este no solo se cita con su pasado más reciente. El museo germano-ruso de Karlshorst aloja una exposición sobre el conflicto entre Alemania y la Unión Soviética (1941-1945). En el exterior, varios tanques, todoterrenos y equipamiento de artillería flanquean el centro y reciben por sorpresa a los visitantes. Dentro se hospedan impactantes fotografías de la Segunda Guerra Mundial, muestras de armamento y la propaganda de la época. Pero el mayor atractivo se basa en que los altos mandos de la Wehrmacht (Ejército del Tercer Reich) firmaron el 8 de mayo de 1945 la rendición incondicional ante los aliados en este edificio. Los documentos se pueden ver en el mismo salón donde aún hoy lucen las banderas británica, estadounidense, francesa y soviética.
Gracias a estos y otros puntos de interés, Berlín presume de ser una de las ciudades más atrayentes del momento. El número de visitantes bate su propio récord año tras año en la última década hasta alcanzar los más de 11,3 millones de turistas en 2013, de los cuales, el 62% son alemanes, según la oficina de turismo de la capital. Su oferta, sin embargo, no se limita a la intensa historia alemana, sino que incorpora una serie de parques, jardines y lagos muy populares.
En el parque de Treptow (Treptower Park) se conjugan naturaleza y pasado a orillas del río Spree. Sus cerca de 100.000 metros cuadrados son utilizados por los berlineses para practicar deporte y pasar largas horas en los meses más cálidos. Las plantas y los miles de árboles espigados rodean una explanada verde y un pequeño lago. Junto a éste yacen los restos de más de 5.000 soldados del Ejército Rojo que murieron en la batalla por la liberación de Berlín. Cerca del extremo sur, una estatua de un soldado soviético de 15 metros de altura sostiene desde 1949 a una niña en brazos mientras destruye una esvástica a sus pies. "Es precioso. Quitando ese monumento es un parque normal pero pertenece a nuestra historia", valora una pareja mayor alemana. Como colofón a este espacio inaugurado en 1888 se puede alquilar una barca para remar o pedalear alrededor de la Isla de la juventud, a la que solo se puede acceder por el puente de la abadía (Abteibrücke).
El mayor referente natural, no obstante, reside en Tierpark que se coloca como la tercera atracción más visitada en 2013 gracias a sus 1.050.000 turistas, según la oficina de turismo. La capital de la RDA decidió abrir en 1955 un zoológico al comenzar a hacerse patente la división con el oeste. Actualmente el parque abarca 160 hectáreas y cobija a 7.250 animales de 846 especies diferentes, lo que lo convierte en el zoo más grande de Europa. Los turistas tienen la posibilidad de ver una amplia gama de criaturas que va desde el oso malayo hasta el zorro volador de la India y varias especies en protección. Al mismo tiempo Tierpark permite acercarse a algunos ejemplares como los lémures. El complejo incluye además el palacio clasicista de Friedichsfelde. La residencia se construyó en 1695 y se utiliza tanto para visitas históricas como para celebrar bodas.
En la apartada frontera entre Marzahn y Hellersdorf los jardines del mundo (Gärten der Welt) ofrecen un espectáculo visual y aromático en cada una de sus 32 hectáreas. A la entrada una composición de flores y plantas da paso a extensas praderas. Desde estas alfombras verdes la visita recuerda a Central Park: por encima del conjunto de árboles solo se aprecian edificios altos aunque, en este caso, los bloques de vivienda soviéticos sustituyen a los rascascielos. El parque nació en 1987 tras una feria de horticultura y, desde entonces, arquitectos de varios países han diseñado y construido nueve áreas temáticas ambientadas con materiales originales. Solamente el año pasado se acercaron unos 700.000 turistas hasta los jardines chino, coreano, japonés y el laberinto que encierra este jardín.
Pero si a la capital alemana no le bastase su despliegue actual para venderse bien siempre le quedará aferrarse al slogan que acuñó su alcalde socialdemócrata Klaus Wowereit: "Berlín es pobre pero sexy".
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