La inflación marca la pelea por el día a día de millones de argentinos
Los sindicatos piden un plus salarial de fin de año para paliar la subida de precios, pero el Gobierno rechaza concederlo
De nuevo la inflación vuelve a marcar el eje de la política argentina. Solo ha transcurrido un semestre desde que se cerraron la mayoría de acuerdos salariales. Y se cerraron con un aumento promedio del 29,7%. Pero varios sindicatos, incluso algunos afines al Gobierno, aseguran que la inflación ha “triturado” y “pulverizado” esos incrementos. Los gremios y las consultoras privadas calculan que la inflación anual es ya del 40%. Pero el Gobierno, a través del jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, estima que esos cálculos son “un dibujo”, “un mamarracho” y asegura que no se ha perdido poder adquisitivo, que los sueldos siguen estando por encima de la inflación. Los sindicatos piden una paga extra en diciembre para compensar pérdidas. Y el Gobierno se negó esta semana en redondo. “No promovemos, no propiciamos ni propiciaremos ninguna medida de carácter excepcional”, declaró el miércoles Capitanich.
La cuestión es delicada si se tiene en cuenta que diciembre suele ser el mes más problemático en Argentina: el mes del gasto de las fiestas navideñas, el que anticipa las vacaciones del verano austral de enero, el mes en que se perpetraron saqueos en tiendas y supermercados que terminaron en 2012 con una decena de muertos y otros tantos en 2013. Tal vez para evitar disturbios, el gobernador de la provincia de San Luis ya ha anunciado una gratificación de 2000 pesos (184 euros al cambio oficial) a los empleados públicos y el de La Rioja abonará una paga de entre 300 y 400 pesos (de 27 a 36 euros).
De momento, cada argentino esquiva los estragos de la inflación como puede. Los que tienen más poder adquisitivo abonan en las agencias de viajes sus vacaciones en el extranjero bajo la modalidad “all included”, todo incluido: avión, hotel y comida dentro del hotel. Así se aseguran que el aumento de precios o una posible devaluación del peso no les afectará.
Otros ciudadanos hacen lo que relata un taxista porteño que prefiere no dar su nombre: “Yo cobro y compro dólares, cobro y compro dólares, cobro y compro… Mi esposa y yo trabajamos como administrativos en el ministerio de Seguridad. Vivimos con lo que gano en el taxi. Y nuestros sueldos lo invertimos en dólares. Así ahorramos, así nos aseguramos de que la inflación no se lo come. Un viaje al Caribe hace diez años costaba unos 1.500 dólares, lo mismo que hoy. Pero en pesos es muchísimo más. Después te pueden decir que no crees en la patria, que hay que gastar los pesos, pero el peso se te queda en nada al cabo de unos meses”.
Yo cobro y compro dólares, cobro y compro dólares, cobro y compro dólares… Taxista porteño
Alejandro, dueño, junto a su padre Enrique, de una agencia de viajes situada en un barrio adinerado señala que los argentinos son expertos en padecer la inflación. Ambos afirman que en los años ochenta los comerciantes llegaban a cambiar los precios de sus productos cada hora o incluso cerraban sus establecimientos durante semanas y meses, porque no podían reponer la mercancía por muy cara que la vendiesen. “Es cierto”, comenta Alejandro, “que ahora se contratan viajes con meses de antelación y se compran dólares. Pero eso solo lo hace el que tiene plata. O sea, una minoría pequeñísima. El problema es los que no tienen”.
¿Y cómo se las arreglan los que no tienen? “Este es el país del rebusque”, contesta Enrique, “cada uno se la rebusca como puede”. “Vamos cambiando de hábito”, señala un cliente de la agencia. “Si antes comías asado todos los fines de semana, ahora lo haces menos. Si venías al centro en coche, ahora vienes en colectivo”.
Cada vez más personas optan por ir en coche al Mercado Central, a una hora del centro de la ciudad, el lugar donde se abastecen los mayoristas, para adquirir los alimentos a precios mucho más baratos que en los supermercados. Mabel, una empleada doméstica de Buenos Aires, comenta sus mecanismos de defensa: “Mi marido fue hace poco con otras dos familias y compraron una bolsa de papas de 30 kilos a 48 pesos (4,4 euros), cuando en la ciudad solo un kilo te puede costar 15 pesos (1,8). Las papas se conservan bien y diez kilos te pueden duran más de 20 días en casa”.
El Gobierno ya ha dejado claro a los sindicatos que no habrá paga extra. Ahora serán los líderes sindicales quienes decidirán qué medidas emprenden de aquí a diciembre.
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